Cuando Victor Campenaerts nació en octubre de 1991, Bugno se acababa de proclamar campeón del mundo. Bélgica seguía siendo la potencia en ciclismo que nunca había dejado de ser. Aún estaban por venir genios como Museeuw, Gilbert, Boonen, Evenepoel…
En un lugar como Flandes, donde el ciclismo y las clásicas son religión, nació él, un corredor que demuestra calidad cuando no muestra valentía y viceversa. Gran rodador, su implicación bien en escapadas, bien en el intento de romper el orden establecido. Un alma que huye de lo masivo, incluso su fama responde más a ese ciclismo indie, para esos pocos que saben apreciar el nombre de un ciclista no tan evidente.
Ser belga y ciclista es una faena, hay que admitirlo. El listón siempre estará elevadísimo, será constante la irrupción del enésimo nuevo talento en el panorama. Una nueva moda que reste atención al que lleva pico y pala toda una vida. Es el caso del fiel corredor del Lotto Dstny, colores que ha vestido a un lado y a otro de la frontera, siendo la versión belga o la holandesa de un mismo nombre. Y los del NTT, y los colores del mítico Topsport Vlaanderen. En 2023, después de diez años arriba, sigue peleando en vanguardia contra viento, belgas, no belgas y marea.

Un hombre capaz de batir el Récord de la Hora como consiguió Victor en la temporada preapocalíptica anterior justo a la pandemia. Merecedor de más loas de las que recibe, si bien sus objetivos van a continuar de igual modo. Es verdad que los logros en pista no aportan tanta fama en Flandes como De Ronde, sabemos cómo funciona el mundo, este mundo. Ya que las piedras serán terreno prohibido para sus triunfos, pese a que ha intentado adaptarse en ir a favor de corriente, le queda únicamente el reducto del Tour de Francia. Al pertenecer a un equipo invitado, el rol de desacomplejado y alocado escapista le va como anillo al dedo.
Vencer una etapa le daría esa fama universal momentánea que ni siquiera con la consecución de una victoria de etapa en el Giro de Italia pudo alcanzar. La italiana es una carrera ducha en intensas batallas por los triunfos parciales, lo que debió añadir aplausos a la gesta. Pero no es el Tour y nunca lo será, el centro del éxito en ciclismo y las mecas que son puertas que marcan la diferencia entre pasar a la leyenda y pasar desapercibido, dos conceptos antagónicos que en medidas dosis pueden ser interesantes a más no poder.
La diferencia estriba en que conseguir una es un plan automático y el otro asciende a prémium, con suscripción de por vida. Campenaerts aún no ha descubierto cómo atravesar el campo de luz que separa un lado del otro de la puerta.

Ser un contrarrelojista en los tiempos en los que la contrarreloj ha pasado a un tercer plano obliga a un plan alternativo a la hora de buscar (o encontrar) solución a toda esa estirpe de aficionados flamencos que te conviertan en profeta de tu propia tierra, lo más complicado en el planeta junto al visionado de los Tour de Froome. O poco más o menos.
Campenaerts ha sido campeón de Europa, bronce del mundo, triunfó en las modalidades del sub 23, ha combinado su devoción por el cronómetro con la valentía en las etapas en línea. La justicia poética debería aterrizar uno de estos días sobre su escueto a la par que interesante palmarés.
Le faltan plumas fuera de ese entorno seguro que para él es el Benelux. Países muy ciclistas, sí, pero al tiempo de una máxima exigencia de resultados en unos marcos concretos. Victor decidió en su día intentar el camino más largo, el menos evidente. Ese que todos los manuales recomiendan por oponerse al trenzado de trampas que el camino corto dispone.
El camino fácil a cambio de su forma de concepción del ciclismo, de la valentía y el descaro a la hora de darlo todo, agradar a los amantes del esfuerzo y que dan una oportunidad a la tercera fila de cajas de galletas en un supermercado. Rebelarse contra la corriente nunca es sencillo, te resta opción de alcance. Eso sí, a quien llegas, lo haces de verdad. Y es lo que sucede con Victor Campenaerts, uno de los más valientes del panorama. Y del ciclista, también.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: ASO/Ceusters // Interiores: ASO / Ceusters, Ballet
Muy buen texto. Condensa la noticia, la épica y la literatura.
Me ha gustado, y creo que a Campenaerts le hubiese gustado más.
Sólo un apunte: “estirpe” se escribe con “s”.
Por lo demás, un texto muy chulo. Gracias!