Ciclistas

La generación ciclista actual

El ciclismo profesional, hasta bien entrado el siglo XXI, estaba desarrollándose en un tiempo lineal. De la épica de los orígenes, se pasó a un deporte más profesionalizado y controlado, hasta llegar a la tediosa lobotomización del corredor que dio lugar a un ciclismo bautizado por el forero fiker como YouTube.

La evolución era preocupante, la combatividad brillaba por su ausencia y los guiones eran más predecibles que los del Equipo A: sobraba con ver los últimos 10 km de cada carrera. Pero la nueva generación ciclista ha conseguido que el proceso en vez de lineal sea cíclico: de golpe y porrazo hemos retrocedido más de 30 años en el tiempo. Estamos presenciando acontecimientos que algunos boinas verdes únicamente mamamos en nuestra infancia y que las nuevas juventudes están descubriendo por vez primera.

Se están rompiendo por completo unas reglas que parecían esenciales para la consecución de los objetivos máximos anuales. Parecía cosa del pasado que el ciclista fuese competitivo de febrero a octubre; sonaba antinatural que el vueltómano hiciese incursiones en monumentos de piedras; la combinación (con brillo) multidisciplinar cobraba tintes de ciencia ficción y que un gerifalte se impusiese tanto en una etapa de alta montaña como en una gran clásica con un ataque verdaderamente lejano (y no los “bravo, qué valiente” de De Andrés a 4 km de meta) sonaban utópicos.

Las grandes estrellas actuales del mundo del pedal están reescribiendo la historia. Sin irnos muy lejos, Pogačar se ha pasado por el forro el consejo de Johan Bruyneel de poner todas las fichas en el Tour de Francia para así llegar al mismo con las opciones intactas. El ciclista esloveno viene a ser ese niño al que, cuando le están quitando la escayola, el médico le recomienda dos semanas de reposo, y al doblar la esquina del hospital ya está pegando patadas a un balón.

Tadej, con un ansia superior a la de Marco en Sorpresa-Sorpresa, no entiende de entrenamientos con dorsal; carrera que disputa, carrera que sale a ganar, y precisamente el núcleo de su calendario no son bolos por aquí y por allá. Como Lenny Kravitz, es capaz de tocar todos los instrumentos y está amasando un palmarés que, por completo y variado, lleva camino de ser el que más se acerque (si nos olvidamos de Merckx, claro) al de Bernard Hinault. Grandes Vueltas, vueltas de una semana, clásicas de asfalto, de adoquines…

Todo ello con un repertorio armamentístico como el de Rambo antes de saltar del helicóptero: te puede ganar con ataque lejano a velocidad de crucero, con estacazo en cota o muro adoquinado, y si se le encasquilla la pistola la tira al suelo y te remata con una cuchillada en meta al sprint. Un corredor que está cambiando el ciclismo, una prueba como Milán-San Remo empieza a ser coto vedado para los sprinters puros.

Remco Evenepoel es otro ciclista que ha viajado en el tiempo; su partida de nacimiento dice que vino al mundo en el año 2000, pero seguramente lo han mandado en una cápsula de 1970, o incluso antes. ¿Cuántos años llevábamos en Lieja sin que un corredor ejecutase un jaque mate en solitario en La Redoute? En un Mundial de fondo en carrera, ¿cuánto hacía que no se daba casi por seguro al ganador con tantísimos kilómetros de antelación?

Este chichipán belga, con rostro de empollón pero que en el fondo le saca la pasta a los gamberros por resolverles (con nulo esfuerzo) los ejercicios, obliga al espectador a ocupar el sofá con bastante antelación a la habitual, porque su modus operandi de obtener victorias no es otro que el ataque lejano.

Para completar este universo Avengers, tenemos a la parejita proveniente del ciclocrós: Van der Poel-Van Aert. ¿Qué era eso de que de octubre a enero el espectador ciclista se desesperaba ante la ausencia de carreras ruteras?

Gracias a estas dos bestias, el ciclismo se disfruta de enero a diciembre; sus combates en el barro son cada vez más seguidos y el campeonato del mundo de esta disciplina es un día marcado con una x para todo aficionado ciclista. Lo alucinante de todo es que puedan prorrogar esos combates invernales hasta la primavera y a su vez tener brillo tanto en el mes de julio como en el cierre rutero otoñal.

El ciclismo, cuando parecía condenado al hastío total, está viviendo uno de sus periodos más dorados gracias a una generación que programa tanto sus calendarios como sus carreras como si fuesen partidas de PCM: bueno, como es un videojuego si sale mal la jugada aborto y vuelvo a empezar. Sólo que esto es la pura realidad y aquí si sale mal fracasas; pero estos ciclistas no tienen miedo a asumir riesgos, son de la filosofía de que no hay más riesgo que no asumir riesgos.

Tenemos unos corredores que toman más riesgos que Christopher Walken en el final de El Cazador cuando, completamente enloquecido, se enfrasca en partidas de ruleta rusa. Estas actitudes no son compatibles con el buen ritmo cardíaco de los corazones de sus directores deportivos; pero, amigo, para el espectador son canela en rama. Así que valoremos en su justa medida a estos personajes porque son patrimonio ciclista.

Escrito por Miguel González (@gzlz11)

Foto de portada: E3 SAXO // Resto: CORVOS – Unipublic / López

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