Las cronos por equipos son esa modalidad que hace del ciclismo algo grupal, que da sentido a llevar un logo en el pecho similar al de varios compañeros. Todos para uno y uno para todos, las CRE, como diríamos los clásicos, o las TTT que dirían los modernos, suponen, además de un festival de acrónimos, una oportunidad de equilibrar el ciclismo. En la actualidad están reinterpretadas en un instrumento para hacer del ciclismo algo más breve, menos invasivo que una contrarreloj individual. Al final es hacer el ciclismo más accesible a las grandes ciudades y eso siempre es positivo, más aún en plena cruzada contra el efecto invernadero. Toda publicidad de la bicicleta es poca.
Era una etapa que condicionaba todas las demás. Sobre todo cuando la crono por escuadras tenía esa longitud que le daba el derecho y la opción de ser decisiva en la clasificación. Más habitual del Tour en los 80 y 90, ahora ha traspasado la frontera para asentarse en la Vuelta, aunque únicamente como esa clásica forma de presentar a los equipos y eliminar nervios en unos recorridos cortísimos, urbanos donde los rodadores no pueden hacer su trabajo, los relevos continuados son a veces misión imposible y las diferencias están minimizadas como las cantidades en un plato de Ferrán Adriá.

Esas cronos por equipos modificaban la idea del nueve a alinear. No era lo mismo incluir a ocho escaladores junto a un líder de cara a la montaña que hacer el clásico cuatro y cuatro. De la misma forma que rodear a un sprinter ya condiciona a la hora de elaborar cualquier tipo de plan para un jefe de filas conviviente. Hacer una buena TTT te podía eliminar quizá de la idea de rodear a un líder con garantías en la montaña. Era lugar para la estrategia, para premiar a los ciclistas completos. Los más ligeros sufrían, al igual que los culos más gordos se arrastran por las rampas. Quien quiere peces…
Hubiese sido una gozada ver en las redes sociales y los medios que hoy en día hay para la inmediatez y el contenido menos elaborado los entrenamientos de equipos especializados en esta disciplina. La ONCE era uno de ellos, con un orden y una disciplina ejemplares en este tipo de esfuerzos conjuntos y con ciclistas que en este terreno se crecían. Trabajo contra el viento, la marea, los avances en material, entrenamiento en túnel, mucho ciclismo y trabajo detrás de un mero buen resultado. Incluso en livianos montañeros el trabajo estaba garantizado, porque debían seguir el ritmo de sus coequipiers para seguir en carrera. Un fuera de control férreo en muchas ocasiones, pero esa es otra de las guerras que ya se dan por perdidas.

Había equipos que tenían serios problemas para seguir a alguno de los integrantes, como era el caso de ‘Espartaco’ Cancellara, cuyos relevos se hacían eternos incluso para los especialistas de su escuadra. Y ahí estaba la clave, en el equilibrio de fuerzas, en la estrategia. Ahora el ciclismo es mucho menos estratega, más de fuerza y hasta donde se llegue. Se protesta por cualquier pensamiento que se salga un milímetro de un supuesto código ético que orienta a correr menos y pasear más, aunque este es tema para otro día.
Las cronos por equipos han sido víctima indirecta de las cronos individuales, que han perdido su protagonismo por completo. Aún quedan pequeños reductos, pero en general su percepción ha caído y las nuevas generaciones que hayan crecido sin conocer lo que era una crono larga, no tendrá querencia por verlas. Mucho menos una por equipos, a las que nadie echará en falta dentro de unos años. En realidad, ya se las echa en falta ahora mismo, porque las que se celebran no suelen cumplir la esencia de lo que realmente es la armonía de un equipo trabajando bajo el prisma de ‘Los Mosqueteros’.
Escrito por Jorge Matesanz
Fotos: Rafa Gómez / Luis Gómez / Sprint Cycling Agency – Unipublic / Charly López