HC Opinión

La importancia del fuera de control, los top 10, y las diferencias en la evolución del ciclismo

¿Cuántos ciclistas disputan la general de un Tour de Francia? ¿Por qué gregarios se inmiscuyen entre los puestos 10 y 20 de la general final? ¿Por qué ciclistas que simplemente se dejan ir ocupan esos puestos de honor? ¿A qué se debe? ¿Existe una tendencia a que cada vez menos corredores disputen las clasificaciones generales? De ser así, ¿nos conduce esto a un ciclismo mejor? ¿Dan algunos ciclistas todo lo que llevan dentro en cada etapa o se dejan ir para buscar mejores oportunidades al día siguiente con piernas más frescas? ¿Hasta qué punto es esto justo?

Los datos concluyen que las diferencias de tiempo entre los ciclistas que disputan la clasificación general y los que no lo hacen está aumentando progresivamente. Si en 1990 nos encontrábamos en el 44º puesto al primer ciclista clasificado a más de una hora en la general a su llegada a París, en 2023 podemos observar que fue Ben O’Connor el ciclista que ocupa dicho honor, y que su puesto es el 17º. En 2022 se dio el registro más bajo de los últimos 30 años, siendo Tom Pidcock 16º a 1 hora, 1 minuto y 15 segundos del ganador, Jonas Vingegaard.

Durante la década de los ’90 este dato giraba en torno al 30º ciclista en la clasificación general final, con la excepción de 1997, cuando Michael Boogerd superó la hora de retraso por 33 segundos desde la 16ª posición. Se trató de un Tour durísimo, el último que superó las 100 horas de carrera, lo cual es incentivo para que las diferencias sean más amplias. Si exceptuamos esta isla en el océano, hasta 2018 se observan puestos más o menos cercanos al 30. Desde ahí, la tendencia es a la baja: 23º, 17º, 20º, 16º y 17º entre 2019 y 2023 de forma respectiva.

Si nos vamos a la clasificación de 2023 vemos que lidera Vingegaard con 5 minutos sobre las 82 horas. La duración del Tour es un aspecto a analizar, porque será un indicativo de la dureza a la que los corredores se hayan enfrentado. En 2022 el ganador del Tour (de nuevo el danés) empleó menos de 80 horas (79) en completar las 21 etapas. Fue la edición más corta en tiempo de la historia del Tour de Francia. Junto a 1997 (una edición durísima, repleta de puertos de montaña y disputada de forma intensa) es la que ubica a su primer ciclista clasificado a más de una hora en una posición más baja: la 16ª.

El fuera de control (ver reglamento del Tour de Francia 2023 – página 16) ha ido ampliando sus fronteras. En todo caso, tampoco aplica, porque ante la fuerza de las grupetas es muy difícil quedar eliminado por una circunstancia similar. Únicamente en casos muy particulares los ciclistas de hoy alcanzan la meta fuera de tiempo, algo que antaño era más habitual. Los márgenes eran más angostos y no existía flexibilidad con esta norma. Los ciclistas trataban en menor medida de aprovechar las debilidades del organizador, que son reducir de forma drástica el tamaño del pelotón que continúa en carrera.

Por tanto, se puede extraer que ante la falta de necesidad de pelear por la clasificación general por unos u otros motivos, los puestos que van desde el 11º al 20º son en gran medida posiciones ocupadas por ciclistas que no disputan la clasificación general per se. En 2023 nos encontramos a Thibaut Pinot (11º) abriendo esta fase del ranking final. El francés se filtró en numerosas fugas y obtuvo así el derecho propio a ocupar esta posición. No se dejó ir en ningún momento, en ninguna etapa. Mismo comentario que se podría realizar acerca de Sepp Kuss (12º).

Su implicación en la general viene dada por el elevado nivel del ciclista en sus labores de gregario en fases decisivas del Tour, en los últimos puertos de cada etapa decisiva. Tom Pidcock (13º) también disputa claramente la clasificación general, pero en 14º lugar nos encontramos al polaco Rafal Majka. El ciclista de UAE se deja ir durante las dos primeras semanas y es capaz de meterse hasta la cocina en este viaje entre el 11º y el 20º. Mismo caso que Castroviejo (15º). Ambos han sido gregarios de lujo de sus respectivos líderes y han supeditado sus opciones y clasificación al interés de sus líderes y sus respectivos equipos, ahorrando fuerzas en momentos donde su trabajo ha finalizado.

En 16º lugar vemos a Chris Harper. El australiano no ha disputado la clasificación general como tal. En etapas que se han resuelto al sprint, el ciclista del Team Jayco ha alcanzado la meta descolgado o en clasificaciones que no corresponden con su nivel. En el Puy de Dôme, por ejemplo, pierde 4 minutos con respecto a Tadej Pogačar en los últimos 4-5 kilómetros de etapa. Claramente, no dio todo lo que llevaba dentro. Camino de Morzine, una de las etapas más duras, llegó a meta en el grupo de Wout Van Aert y Wilco Kelderman, quienes realizaron un duro trabajo a lo largo de la etapa.

No es criticable, sino legítimo el hecho de que reservara fuerzas para buscar la fuga o ayudar a su líder, Simon Yates, un día más tarde. Pero sí es sintomático para establecer el corte de quiénes disputan la clasificación general en todo un Tour de Francia. Ben O’Connor (17º) es nuestro primer ciclista a más de una hora del ganador. Una vez se ve fuera de la lucha por los puestos de honor, el también australiano completa algunas etapas a un ritmo más ligero para ahorrar energías. En Grand Colombier llega a 16 minutos de Tadej Pogačar, el primero de los favoritos reales en llegar a la cima.

Wilco Kelderman (18º), Mikel Landa (19º) y Valentin Madouas (20º) completan esta sección de la general final. ¿Qué conclusiones se pueden extraer? Primeramente, que 150 ciclistas finalizan el Tour en París el 23 de julio de 2023. Entre aquellos, la lucha por el top ten se reduce a 13 corredores (el 8,7%), que son los que luchan por la clasificación general de principio a fin. Por tanto, podemos concluir que el 91,3% de los ciclistas que llegaron a París no lo hicieron. ¿Es esto habitual en la historia del ciclismo?

Es una tendencia claramente observable en la evolución de las grandes vueltas por etapas. Y aquí entra la reflexión sobre el valor que tiene ocupar una plaza en el top ten en una gran vuelta en estos días donde únicamente 13 ciclistas lo disputan. Y con matices. Hacerlo te da la casi total garantía de clasificarte en esos lugares de honor, de privilegio que después va a otorgarte fama y contratos de por vida. Con superar a 3-4 ciclistas de ese grupo que disputa te sirve para colarte en estas posiciones de honor.

Se da la paradoja de que incluso filtrándose alguno de estos corredores en escapadas que regalan varios minutos a sus integrantes, no son capaces de remontar posiciones en la general, dadas las grandes e insalvables distancias que existen entre los ciclistas. Eso no es normal y responde precisamente a que esos ciclistas no han puesto la maquinaria a funcionar al 100% para llegar a meta cada día en el menor tiempo posible. En otras épocas los equipos tiraban abajo fugas para defender su 15º puesto en la general. Hoy día eso es inviable.

Otro síntoma de lo comentado es comparar el tiempo perdido por el 10º clasificado en cada edición. Las dos últimas ediciones tanto Laurent Madouas (35’59”) como Guillaume Martin (26’30) han sido los décimos clasificados más alejados en tiempo del primer clasificado de las tres últimas décadas, con excepción del salvaje e infravalorado Tour de 1997 (Roberto Conti, 32’26”). La rebaja del número de horas sobre la bicicleta provocado por la reducción drástica de kilómetros empezó a reducir las diferencias. El décimo clasificado ha estado por debajo de los 10 minutos en tres de las cuatro últimas ediciones pre-pandemia.

En los años 90 la distancia entre el 1º y el 10º solía rondar los 20′. Se mantuvo en la primera mitad de los 2000 y bajó drásticamente en la segunda. Se volvieron a aumentar con el domino Sky, con excepción del Tour 2016 y 2017, que fueron ganados sin las clásicas exhibiciones vistas por Wiggins en la crono o Froome también en la montaña. Con recorridos más dulcificados en kilómetros y con una disminución drástica de las contrarrelojes largas, el Tour debía generar menores diferencias, como es lógico.

Es más, es una de las razones por las que se ha atendido a este tipo de recorridos de etapas cortas, la búsqueda de la supuesta emoción por la cercanía de tiempo entre los favoritos. El pensar que la general no está decidida. Si lo medimos por la lejanía del décimo clasificado, la tendencia es más bien contraria en los últimos años. De los 14’03” de 2020 a los 26’30” de 2023. Si es por la mayor diferencia de fuerzas entre Pogačar y Vingegaard sobre el resto, bien. Es una posibilidad. Otra posibilidad es que el top ten tampoco se esté disputando tan a tope como parecía.

Que incluso en la parte baja de ese tramo de la clasificación sean capaces de introducirse ciclistas que tampoco han dado todo en todas las etapas importantes disputadas. Guillaume Martin fue 10º y, por ejemplo, en la etapa que culminó en el Puy de Dôme cedió el mismo tiempo que Ion Izagirre y Jonathan Castroviejo, se supone que gregarios (unos 4 minutos y medio en la zona dura del último puerto, unos 4 kilómetros). Su reenganche a la clasificación general vino a través de cuatro fugas en la segunda semana y la baja del top ten de Sepp Kuss con motivo de una caída.

David Gaudu protagonizó un Tour bastante discreto. Sin embargo, fue noveno. Un resultado hasta cierto punto defendible. La distancia en tiempo con respecto a Vingegaard o Pogačar puede ser desmedida (23’08” con el primero de ellos). Pero es que con el tercer clasificado son 12’04”, que también es un cifra muy importante. Todo en un recorrido que contenía exclusivamente 22 kilómetros de contrarreloj.

¿Qué conclusiones se pueden extraer? Que no hay tantos ciclistas disputando las generales en las grandes vueltas. Que el sufrimiento de 21 días dando el máximo en cada etapa se reduce al top ten, y como hemos podido ver, con ciertas reservas. Se puede también extraer que con un margen tan amplio de fuera de control, los ciclistas pueden relajar más sus pérdidas de tiempo. Una vez no tienen opciones, desconexión total. Sólo en casos muy extremos como el de Fabio Jakobsen existe un peligro real de quedarse fuera de carrera por dicho motivo.

Como se puede ver en el gráfico superior, el número de abandonos en el Tour se ha ido reduciendo en los últimos tiempos, coincidiendo con la reducción kilométrica y de las horas de competición en la propia carrera. 79 horas le llevó a Vingegaard ganar en 2022 lo mismo que a Ullrich le llevó 100 en 1997. Se podría pensar que esa reducción de dureza debería traer menores diferencias en la clasificación general, pero no está siendo así. El motivo puede estar en la relajación de los fueras de control y en la falta de competitividad por la clasificación general.

¿Cómo solventarlo? Difícil, porque el primer problema es que esto no se considera un problema, sino una virtud. Virtud que resta y restará valor a conseguir un puesto entre los diez primeros del Tour de Francia, lo cual ya convertía en estrella al ciclista que lo lograba. Es más, muchos hacían de logros del estilo el centro de sus temporadas. En la actualidad parece que si no se tiene opción de disputar el top cinco o se afronta la carrera de nuevas, es preferible esperar oportunidades de victoria de etapa.

¿Las consecuencias? Ninguna a corto plazo en tanto en cuanto la atención mediática siga fijada sobre el gran duelo y el contento generalizado con las migajas que reparten entre el resto. Sí, momentáneamente se proyecta una imagen de competición sin cuartel, pero los datos tienden a mostrar que se trata solamente de una superficie. Como vivimos en un deporte donde impera el cortoplacismo y la demagogia, esta será la senda hasta que la realidad o la necesidad marquen la necesidad de encontrar otras. Sería lo de siempre, el ciclismo actuando tarde.

Escrito por Jorge Matesanz

Fotos: ASO / López / Ballet

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