Había expectación por ver cómo se iba a desarrollar el Super Mundial de ciclismo. Había ciclistas que ya sabían de entrada que iban a tener que elegir entre estar en una prueba o en otra, lo cual no se viste de ninguna manera como una consecuencia excesivamente positiva. Mucho menos hoy día donde varios ciclistas bien célebres son protagonistas absolutos en varias modalidades. Entre otros, el flamante campeón del mundo en ruta élite, como Mathieu Van der Poel. Filippo Ganna no sabía si iba a ser posible para él estar en todos los frentes que él hubiese disfrutado de haberse disputado los Mundiales por separado.
La intención puede ser buena, que es celebrar una especie de ‘Semana del Ciclismo’ a nivel internacional. Una especie de Juegos Olímpicos en clave ciclista. El experimento comienza con la categoría reina, la que más repercusión tiene y más público atrae ubicada en el segundo día del calendario, con casi todas las pruebas por delante. Muchas personas desconectarán, pues ni siquiera la contrarreloj masculina goza del potencial y la repercusión de la jornada masculina. Sí, había que alejarla un tanto de la Vuelta por un extremo, acercarla un poco al Tour por el otro para que los equilibrios no se resintieran.
Porque el equilibrio de carreras se ve peligrosamente afectado, con el rol de preparación de esta batalla en ellas por parte de aquellos que se sienten con opciones de pelear por metal aquí. Pero, claro, ese papel lo ha cumplido el Tour, donde han estado de forma importante los diez primeros de la clasificación a excepción del letón Toms Skujiņš. Y el Tour no necesita capitalizar todo el ciclismo. Ese equilibrio de pruebas como el Tour de Polonia se ha visto afectado, totalmente fuera de lugar con las fechas casi solapadas al inicio del Mundial.

Otras pruebas de final de temporada han quedado sin función, sin miel para atraer a las abejas. La propia Vuelta a España ve sus planes habituales alterados, si bien en algunos casos para mejor. Como es la primera experiencia y es un escenario inédito, las consecuencias también lo son. Se preveía que numerosos corredores diesen por cerrada la temporada tras luchar por el arco iris. En otras épocas hubiese pasado sin rubor alguno. En nuestros días, por suerte, aún la ambición de algunas estrellas seguirá hambrienta.
En el calendario femenino sí que esta prueba supone el punto y final. Después de una gran concentración de pruebas de primer nivel y con la Vuelta en mayo, no hay un excesivo número de carreras que hagan que las grandes mantengan la forma para disputarlas. El Mundial exigía el estiramiento de esa querencia por parar. Estratégicamente, todo cambia.
Otro aspecto que no parece muy interesante es vestir de arco iris a un ciclista a mitad de campaña. En octubre la temporada está en sus últimos coletazos. En agosto aún resta una grande, un Monumento, multitud de clásicas y semiclásicas, vueltas de una semana… Coronar un campeón del mundo en octubre hace que no se hable de nada más después, que ese eco mediático no tenga apenas contestación ni motivo para caer en el olvido veloz. Evenepoel ha llevado el maillot distintivo entre enero y agosto. De agosto a octubre habrá otro ciclista que lo porte. Eso no añade distinción, sino pérdida de la referencia. Lo bonito es portarlo durante todo el año natural. O casi todo el año.

El premio gordo sienta mejor al final, como el ejemplo clásico de celebrar la final antes de las semifinales. Las fechas tampoco ayudan a un posible seguimiento constante. Cuánta gente en mes de vacaciones, desplazados a otros lugares y sin posibilidad de dedicar tiempo al ciclismo en estos momentos. En septiembre hay otros deportes en liza, es cierto, pero se encuentran todavía en una fase inicial de sus temporadas, los grandes días que se viven cada año en esas otras modalidades deportivas están por venir. El seguimiento es mucho más light que en los meses posteriores.
En cuanto a la idea de continuidad sobre esta pirueta de la UCI, es ciertamente imposible. Un Mundial en Glasgow en pleno mes de agosto es planteable. Incluso una delicia por el clima, mucho más suave que en varias (cada vez más) zonas geográficas del continente o del mundo, si se quiere. Pero si observamos los próximos destinos a visitar por la fiesta del ciclismo de la UCI, nos encontramos con dos momentos incuestionables en su dificultad como son África (2025) y Abu Dhabi (2028). Por fuerza, esas fechas tendrán que alejarse del verano. Quién sabe si la idea del máximo organismo del ciclismo es ubicar esta prueba en este formato en el mes de enero.
Si el Mundial de fútbol se marchó a diciembre, casi Navidad, para celebrarse, qué no pasará con un deporte que se celebra al aire libre, a merced de los fenómenos meteorológicos que tengan lugar en cada estación del año. Nadie se imagina ir a los Alpes en el mes de enero a hacer bicicleta, ¿verdad? ¿Quién se imagina dedicarle seis o siete horas a la bicicleta bajo el sol africano o del desierto en verano?
Escrito por Jorge Matesanz
Fotos: Twitter UCI