28 de agosto de 2014. Una Vuelta con un cartel de lujo y los ciclistas top inscritos para pelear por el maillot rojo de vencedor final. Desde el dominador del Tour, Chris Froome, en su enésimo intento por hacerse con la carrera que le vio nacer, al escalador de moda, el colombiano Nairo Quintana, que venía de ganar el Giro de Italia. Entre ellos un Alberto Contador que declaraba que su objetivo único era ganar alguna etapa, un Purito Rodríguez que quería optar a colarse en el podio, y Alejandro Valverde, nuestro protagonista esta vez, que fue cuarto en París y quería resarcirse de una actuación algo decepcionante.
Su función en todo caso debía ser la de lugarteniente de Quintana, que venía de descansar en el Tour y tenía la ambición por las nubes. De ese modo comenzaba la sexta etapa, con final en Cumbres Verdes, un cortafuegos asfaltado en las afueras de La Zubia, junto a las estribaciones de Sierra Nevada. Una auténtica trampa que esperaba demostrar quiénes estaban al nivel.
Movistar había controlado para rematar la faena con su líder, un Nairo que luciría días después el maillot de líder, pero que abandonaría de rojo a causa de una caída. En aquellos momentos la jerarquía era clara y el murciano pronto alcanzó la cabeza de carrera. Su forma tan firme de comandar el grupo de favoritos, reducido a los ciclistas arriba mencionados impidió los ataques.
Los cuatro mil metros de ascenso los afrontó el Tinkoff de Contador en la testa. Después el Katusha de Rodríguez. Hasta que el murciano tomó el mando. A unos 700 metros arrancó Purito, fiel a estas llegadas tan explosivas. El único que le pudo seguir fue Valverde, que le alcanzó y dejó tirado en el sprint con suma facilidad, después de la exhibición que había realizado. Ni Froome ni Contador habían sido capaces de imponerse a Alejandro, que había dejado también atrás a su teórico jefe de filas.

Se vistió de líder, no tuvo rival. Incluso las instantáneas eran impactantes, con los máximos favoritos de lado a lado de la carretera tras pasar la línea de meta y el esfuerzo absolutamente impregnado en sus caras. Fue una marcianada, una de esas exhibiciones que nos hacen pensar que Valverde es mucho más que un mero ganador de clásicas o podio en las grandes vueltas. Es un ciclista total que es capaz de abarcar todo espectro e incapaz de dejarse ir cuando sus piernas son auténtico fuego.
Escrito por: Lucrecio Sánchez (@Lucre_Sanchez)
Fotos: Sirotti