La rueda del ciclismo no para y la del año 2025 ya está en marcha. Algunos organizadores trabajan con grandes proyectos encima de la mesa, no sólo a meses, sino años vista. Tras el anuncio de que Mónaco acogerá la salida de la última contrarreloj del Tour de Francia 2024 y cómo serán las dos últimas etapas, con final en La Couillole y Niza, donde acabará por primera vez el Tour, se ha rumoreado que sería la Vuelta quien sería recibida en el Principado para organizar un Grand Depart. Emulando a aquella salida del Tour en 2009, aquella edición famosa por la guerra intestina del Astana de Contador, Bruyneel y Armstrong. Cuando el río suena, piedras suele llevar, aunque esperaremos a la confirmación oficial para darlo por confirmado. Lo que sí se da por hecho es la tendencia de las Grandes Vueltas a huir de las fronteras de su país de origen para iniciar. Esos paquetes de etapas que después acarrean consecuencias para el resto de la carrera. Bueno y positivo en lo económico, también en imagen y marketing, condiciona en muchos casos demasiado lo deportivo.
Para empezar porque en la mayoría de los casos exige un traslado importante, lo cual trastoca los planes de los ciclistas, que suelen afrontar esas primeras etapas anteriores al parón como si se tratase de una carrera totalmente diferente. Lo hemos visto durante los últimos años tanto en Tour como en Vuelta con sus salidas desde Dinamarca o Países Bajos. Una vez aterrizados en Francia y España, los ciclistas dieron comienzo a la competición de forma real. Por tanto, ya se está restando días y desnaturalizando el primer día de descanso, que en condiciones normales llega tras las ocho o nueve primeras etapas. Las necesidades del guion exigen en ocasiones trastocar la comodidad de los ciclistas o la lógica de la carrera. Las salidas desde el extranjero casi siempre lo consiguen, más aún si no se trata de países fronterizos, algo que puede ser una buena línea roja a la hora de tomar decisiones de este tipo.

En todo caso, Mónaco es una buenísima noticia para la Vuelta. Desprende interés por acoger el evento fuera de España, lo cual siempre es positivo. Florencia es una buena noticia para el Tour, ya que indica que su atractivo sigue tan en plena forma, que es capaz de insertarse en territorio Giro para ‘robarle’ socios a su gran competidor directo, organizativamente hablando. El Giro arranca desde Israel, país ya fuera de las fronteras europeas. Lo hizo en Grecia en el lejano 1996. Bélgica y Países Bajos han acogido a las tres grandes y van cobrando cierta regularidad en ello. Luxemburgo mira de reojo. Alemania con desdén como amante despechado ocasional del Tour. El intercambio entre España y Francia es constante en la Vuelta, menos frecuente en su homóloga francesa. El poder e influencia de ASO se extiende a ambos lados de la línea separatoria.
Hace no tanto había voces que querían reducir grandes vueltas a dieciocho días. Si omitimos el último día, que apenas cuenta, sobre todo, en Tour y Vuelta, y estos tres días que se restan del total de la carrera por la actitud en la que son afrontadas por los ciclistas, nos quedamos con 17 días de competición real. Cierto que en la actualidad se tiende más a extender los momentos de interés, exigiendo atención casi diaria a los ciclistas implicados en una clasificación general. A cambio de etapas cortas y que las contrarrelojes sean casi testimoniales en nuestros días. Las etapas llanas ya no son ni siquiera largas, con ese desgaste que va generando. Se busca lo explosivo, comprimir y dirigir la emoción.
Si esos días de tournée incluyesen crono por equipos e individual, donde es inevitable que los corredores se tomen el día a título de inventario, o un final en repecho de cierta dureza… la cosa cambiaría. Pero se quiere evitar a toda costa una mínima oportunidad de que la carrera quede sentenciada antes de tiempo. Ésa y no otra es la obsesión de los organizadores de vueltas de tres semanas. Ése es su criterio deportivo. Sí, las salidas desde otros países dan caché, internacionalizan el concepto, suman adeptos en otros países, suman a las arcas de la empresa (necesario), etc.

Pero las consecuencias desnaturalizan lo que es una carrera de esta envergadura y de estas características. El Tour de 1997 tuvo 100 horas de duración para el ganador. El último (2022) ha supuesto 79 horas, unas veintiuna horas menos. Siendo las etapa de hoy día de cuatro o cinco horas a lo sumo, ese tiempo supondría cuatro o cinco etapas de ahorro. Si nos vamos a una edición intermedia, por ejemplo, la que llevó a Contador a su primer maillot amarillo (2007), nos encontramos con un tiempo de 91 horas, que siguen siendo varias etapas menos que los Tours de hoy día. .
Con tanto afinar los socios que financian las etapas, se está recurriendo como norma general a demasiado traslado, a lo que poco o nada ayudan estas salidas desde otros países. Francia es un país enorme que hace frontera terrestre con hasta siete países distintos, lo que abre mucho el panorama a la hora de buscar un lugar de salida solvente. Suiza, Alemania, Bélgica, Luxemburgo… lugares donde habitualmente se encuentran buenos recursos institucionales para satisfacer las demandas y necesidades del organizador. El Giro se desarrolla en Italia y hace frontera con cuatro países que habitualmente ha transitado a lo largo de su historia. Suiza algo menos en los últimos tiempos, pero Eslovenia ha tomado un buen relevo con el buen momento de su ciclismo.
España y la Vuelta lo tienen más complicado. Es un país donde los grandes (que no únicos) macizos montañosos se encuentran polarizados, en el norte (Cordillera Cantábrica), en el sur (Andalucía) y en el noreste (Pirineos). Transitar de uno a otro implica o bien grandes traslados o etapas de llanura y mera transición, lo que no siempre es fácil. Por ello, los grandes traslados parecen haber llegado para quedarse, más aún con la compleja situación que atraviesa la economía y la política. Intereses y factores que de un modo u otro se ven solventados con salidas como Utrecht. Pero obliga a incomodidades para los equipos que de alguna u otra manera se deben solventar.

Puzles complejos que los grandes organizadores deben solventar y los corredores aceptar. El Tour parece haber reducido traslados en esta edición 2023, pero el Giro ha incluido el penúltimo día uno extenuante desde el Monte Lussari, casi en la frontera entre Italia, Eslovenia y Austria, y Roma, a más de 700 kilómetros. Y sin día de descanso por medio. Más absurdo aún cuando la última etapa es únicamente un paseo por la capital transalpina y a efectos deportivos poco o nada afectará al resultado final. Los organizadores serán los primeros disgustados por esta opción, pero las pelotas no siempre están en su tejado.
Aún así, ya que la UCI se empeña en legislar todo lo que prevé que puede ser, más que un problema, un quebradero de cabeza para ellos, ya está tardando en poner límites a semejantes casos como el de la Vuelta a España femenina, que transita más distancia en traslados que en competición. O al de estas salidas lejanas del país de origen de una gran vuelta. Todo para evitar absurdos como comenzar la Vuelta a Polonia en el Trentino italiano, viéndose obligada esta competición de una semana a instaurar un día de descanso para trasladarse desde los Alpes italianos al país de la carrera.
Por tanto, salir desde un país extranjero es algo que aporta mucho, internacionaliza los eventos y ayuda a transferir la pasión por la carrera a nuevos aficionados de la región. Sin embargo, cuando éstas son muy lejanas del país de origen de la prueba, el precio a pagar puede ser demasiado elevado, irónicamente. En lo económico puede interesar, porque las ofertas para realizar este tipo de puestas de largo son caras y costosas, pero algunos ciclistas de caché pueden declinar la participación en dicha prueba aduciendo exceso de viajes. Mucho más conforme avanza la temporada, donde el cansancio, más que físico, es mental.
Salidas desde otro país (Giro de Italia): 14
2022 – Budapest (Hungría)
2018 – Jerusalem (Israel)
2016 – Apeldoorn (Países Bajos)
2014 – Belfast (Irlanda del Norte)
2012 – Herning (Dinamarca)
2010 – Amsterdam (Países Bajos)
2006 – Seraing (Bélgica)
2002 – Groningen (Países Bajos)
1998 – Niza (Francia)
1996 – Atenas (Grecia)
1974 – Ciudad del Vaticano (Vaticano)
1973 – Verviers (Bélgica)
1966 – Montecarlo (Mónaco)
1965 – San Marino (San Marino)
Salidas desde otro país (Tour de Francia):
1954 – Amsterdam (Países Bajos)
1958 – Bruselas (Bélgica)
1965 – Colonia (Alemania)
1973 – Scheveningen (Países Bajos)
1975 – Charleroi (Bélgica)
1978 – Leiden (Países Bajos)
1980 – Frankfurt (Alemania)
1982 – Basilea (Suiza)
1987 – Berlín (Alemania)
1989 – Luxemburgo (Luxemburgo)
1992 – San Sebastián (España)
1996 – Hertogenbosch (Países Bajos)
1998 – Dublín (Irlanda)
2002 – Luxemburgo (Luxemburgo)
2004 – Lieja (Bélgica)
2007 – Londres (Reino Unido)
2009 – Montecarlo (Mónaco)
2010 – Rotterdam (Países Bajos)
2012 – Lieja (Bélgica)
2014 – Leeds (Reino Unido)
2015 – Utrecht (Países Bajos)
2017 – Dusseldorf (Alemania)
2018 – Bruselas (Bélgica)
2022 – Copenhague (Dinamarca)
2023 – Bilbao (España)
Salidas desde otro país (Vuelta a España): 4
1997 – Lisboa (Portugal)
2009 – Drenthe (Países Bajos)
2017 – Nimes (Francia)
2022 – Utrecht (Países Bajos)
Escrito por Jorge Matesanz
Foto de portada: Unipublic / Charly López