El venezolano José Rujano fue un auténtico bombazo en su irrupción durante el Giro de Italia de 2005. Una carrera meteórica que desapareció del primer plano con la misma fuerza, con episodios más propios de Expediente X que de un escalador tan brillante como el corredor natural de Mérida. Con un total de cinco participaciones en la corsa rosa y un acumulado de tres victorias de etapa, estas son las aventuras y desventuras del corredor en la ronda transalpina. El sucesor de Leonardo Sierra, paisano, que despuntó ensayando la escalada al Pico del Águila iba a desembarcar en Europa.
Giro de Italia 2005, la apoteosis
En la línea de salida de aquella edición casi nadie conocía a José Rujano. De la mano de Gianni Savio, el entonces llamado Selle Italia acogía a algunos ciclistas del continente americano como nota de color en aquellos días donde no era tan común. En ocasiones salían ciclistas de gran talento como José Serpa, Ochoa o Rujano, que tras ser segundo en el Tour de Langkawi (sólo batido por otro exótico, Ryan Cox), carrera por la que tomaría fijación como con la Vuelta al Táchira, se ganaría su pasaporte al debut en el Giro. El exotismo ha sido precisamente una de las marcas de la casa.
Era el Giro de Ivan Basso. El italiano, líder del poderosísimo CSC danés y estrella del Tour de Francia, se había planteado por primera vez la victoria en la ronda de su país. No lo iba a tener sencillo, puesto que la misma idea tenían sus compatriotas Di Luca, en estado de gracia, Simoni, Cunego o el finalmente vencedor de la edición, Paolo Savoldelli. Las primeras montañas dejaron en cabeza al dúo de favoritos: Savoldelli y Basso, que vestía de rosa. Rujano aún era un desconocido. Hizo un buen Giro del Trentino, que suele ser el test anterior a la grande italiana, pero ya en carrera sus prestaciones en esos primeros días fueron un tanto discretas. En las dos cronos cedió tiempo. 12″ en el kilómetro cronometrado que abría el Giro, y cinco minutos en la 45 kilómetros de Florencia. Ahí se le fue la maglia rosa. Pero, claro, cómo lo iba a saber a esas alturas. Él era únicamente un escalador en un equipo italiano que tenía en las montañas un difuso objetivo de brillar.
El Passo Duran le sentó bien y en la 11ª etapa con meta en Zoldo Alto ya fue décimo. Adelantó a varios líderes y estaba en el top 20 de la clasificación general. Y llegaba Ortisei. Una fuga de escaladores con Gárate, candidato al podio, y un eléctrico Iván Ramiro Parra, compañero de José en el Selle Italia, puso a los líderes en jaque. El venezolano también se metió en la pelea y formó parte de aquella rebelión de los hombres ligeros. Savoldelli comenzó a descartar a Basso, aunque sería el Stelvio quien le haría olvidarse del rosa por un año. Ese día fue de nuevo tercero, con idéntico resultado y su compañero colombiano alzando los brazos en Livigno. Valjavec se interpuso en el doblete. Se metía en la general, si bien nadie contaba con él. Ya era quinto y pisaba los talones al irundarra del Saunier Duval, Juanma Gárate.
Llegó el Col di Tenda, o lo que es lo mismo, Limone Piemonte, tras el durísimo Colletto del Moro. Ivan Basso, descartado para la general, se anticiparía a los favoritos. Rujano fue segundo ante el estupor de Simoni, que pensó en la foto de la llegada que el gran beneficiado fue él, con un gran trabajo del venezolano. Sin embargo, no sabía que el trabajo se lo había hecho el italiano. Cuestiones de tiempo. Tercero en la general tras el pinchazo físico de Di Luca, que iba de más a menos. Ya estaba ahí y nadie podía mirar para otro lado. Había una crono posterior de 34 kilómetros en Turín. Vistos los antecedentes, nadie daba un duro por José. Perdió únicamente algo más de minuto y medio con Savoldelli, quien se encaminaba a su segundo rosa definitivo en Milán.




Llegó el día ‘D’, que era el desconocido Colle delle Finestre. Un puerto de tierra en su segunda mitad, durísimo en veinte kilómetros de ascenso. Sestriere haría de emparedado al inédito coloso. En el tramo que ahora llamaríamos de gravel, los escaladores se marcharon para delante. Rujano, Simoni y un renacido Di Luca buscaron el milagro de eliminar a un ‘Falco’ que flaqueaba. Los ojos estaban puestos en Gilberto, líder del Lampre, pero poco a poco fueron tornando hacia José. El venezolano estuvo a nada de ganar el Giro. Era el más fuerte sin discusión. En la subida final, aprovechando el desgaste y la tensión de los italianos, se despidió de sus compañeros de escapada y se presentó en meta con poderío. Sestriere coronó a Rujano como la nueva esperanza latinoparlante a desafiar las montañas. Un estilo Marco Pantani que gustó por lo exótico y lo espectacular. Simoni se sirvió de arrestos para superar el mal momento y conservar su segunda plaza en la etapa y en la general, que fue a manos de Savoldelli.
Giro de Italia 2006, del éxito al caos
El éxito del venezolano no pasó desapercibido. Tercer clasificado en el Giro, cerró ahí prácticamente su temporada. Fichó por Quick-Step de una forma un tanto extraña, permaneciendo en Selle Italia durante el Giro de Italia y marchándose con la estructura de Lefevere al terminar. No comenzó mal esa edición, mucho más centrado en la primera contrarreloj, donde se ubicó entre los 15 primeros. En el Passo Lanciano, primera meta de montaña, fue noveno. A distancia, pero mostrando que estaba bien, que el paso de los días y de los kilómetros cuesta arriba le iban a hacer estar en igual o mejor punto que en 2005.
El punto curioso lo iba a marcar la llegada a la estación de La Thuille, en el valle de Aosta, tras el Colle di San Carlo. De su cima a meta constaban seis kilómetros de descenso no demasiado técnico. Salió un día frío y húmedo, eso sí. En la línea de salida Rujano estaba a nueve minutos de un espléndido Ivan Basso, que parecía más una apisonadora que un rival. Sus rivales por el podio estaban a unos seis minutos. Algo más asequible si el venezolano recuperaba su nivel. Y pareció estarlo. En el San Carlo atacó en repetidas ocasiones, siendo capaz de resistir las embestidas del gran dominador Basso. Hubo un momento de flaqueza que le hizo perder comba con el transalpino y con los favoritos. Ello le llevó irremediablemente a uno de los momentos más extraños del ciclismo.
Coronó el puerto con los mejores, yendo de más a menos por lo que la televisión mostraba, que tampoco era mucho puesto que la atención estaba toda en el duelo Basso-Piepoli por la victoria de etapa. Lo mojado del descenso hizo que todos bajasen con precaución. Rujano coronó, repito, entre los primeros. No llegó a meta. Cualquiera que vea el frío dato pensará que fue fruto de una caída. No lo fue. José tenía frío y desistió de la lucha. Paró en el lateral de la carretera, esperó a su coche y se subió. Fin de la carrera para él. Debutaría en el Tour con Quick Step sin pena ni gloria.
Ahí comenzaría un idilio con los equipos, pasando por no menos de seis en siete años. Y uno de ellos, el Selle Italia, después Androni, en dos ocasiones. Un caldo de cultivo para generar más caos en su cabeza, que a su vez sólo producía el caos por donde pasaba. Un ciclista peculiar que iba a tardar en regresar al Giro.
Giro de Italia 2011: del brazo de Contador a la gloria
El regreso a la disciplina de Gianni Savio le dio cierta estabilidad. Era terreno conocido y, por tanto, ya se conocían en las buenas y en las malas. El venezolano fue de la partida en el Giro en 2008 con el Caisse d’Epargne, que asumió el reto de firmarle aún a sabiendas de que era un verso suelto en un equipo tan férreo en la disciplina teórica. El rendimiento no matcheó y abandonó la disciplina española bien pronto. En 2011 nadie pensaba en Rujano como un ciclista realmente competitivo. Sí, lo que hizo en Finestre fue increíble, también lo que hizo en La Thuille. Pero todos lo daban como un ciclista ya en cuesta abajo permanente. Llegó la subida al Etna, en Sicilia, y se produjo lo que todos esperaban, que fue la arrancada de Alberto Contador, dominador del ciclismo de tres semanas de la época y pendiente de una sanción. Sólo resistió su rueda un ciclista, ¿lo adivinan? José Rujano llegó al último kilómetro con el español ante el infausto recuerdo de ceder en San Carlo. Sucedió, sí, pero en la fotografía del pinteño aparece un ciclista de fondo. Es más, sancionado éste, la victoria de etapa fue para el venezolano.
Pero, obviamente, fue una victoria a medias, por mucho que compute en los libros de esa manera. En la siguiente embestida de Contador, que fue ya en suelo austriaco, Rujano no iba a permitirle marcharse en solitario. Ambos se exhibieron en la cima del Glossglockner y ahora sí, la gloria fue para el del Androni. Volvía a la cima y era capaz de no dejarse ir durante el resto de la carrera para clasificarse sexto en la general final. Había vuelto. Más maduro, más hecho, dijeron. Sin embargo, y pese a los esperanzadores inicios de temporada en 2012, en el Giro no terminó de rendir debido a una enfermedad que le obligó a retirarse en la 19ª etapa, a las puestas de Milán. Sin embargo, Savio esta vez no tragó y no se creyó semejante aseveración, por lo que desvinculó al venezolano del equipo a finales de agosto. Ni siquiera esperó a terminar la temporada.




De ese modo terminó su relación con la carrera que le dio todo. Después recalaría en Vacansoleil, que picó en el anzuelo de creer que podrían recuperar ese gran ciclista que llevaba dentro. Como siempre, un buen inicio que le llevaría a ser el jefe de filas del Giro. Sin embargo, a dos días de comenzar se publicó una investigación que le relacionaba con presuntos asuntos de dopaje y el equipo le apartó. Fue su final como corredor profesional y definitivamente su idilio con Italia iba a finalizar de esa manera.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: RCS / LaPresse