El corredor francés Laurent Brochard, nacido en Le Mans, conocida ciudad por el automovilismo, en 1968, fue uno de los pocos ciclistas que han sido capaces de lucir la prenda arco iris durante su carrera ciclista. Un buen escalador, con punta de velocidad, muy inteligente en carrera y además unos rasgos distintivos que le hacía fácilmente reconocible en el gran grupo. Su coleta al viento, el pendiente y su maillot de Festina, con el que se hizo mítico, sobre todo, en el Tour de Francia.
Pasó por recordados y muy buenos equipos, algunos más de autor que otros y por diversos motivos. Debutó en Castorama en una temporada que iba a ver cómo Gianni Bugno se proclamaba campeón del mundo. Un par de años más tarde debutaría en la prueba, con un éxito rotundo para los corredores franceses, venciendo en Agrigento un componente de la armada gala, el escalador Luc Leblanc. Brochard estuvo allí, aprendiendo cómo se ganaba una carrera de esta magnitud sin ser el gran favorito.
Así ha logrado sus mejores victorias, como su propia etapa en el Tour de Francia, a la postre la única. En plenos Pirineos aprovechó la ocasión para adelantarse a Pantani, Ullrich y compañía, que llegaron justo detrás del escalador francés. Francia le seleccionó como uno de los hombres fuertes para el Mundial de San Sebastián. En un circuito durísimo, la victoria de Laurent Jalabert en la crono llevaría a los galos a protegerle como gran líder en la prueba en línea. Sin embargo, la sorpresa saltaría por el córner. El arco iris no se confundió de nombre, pero sí de apellido y Laurent Brochard se llevó la victoria más importante de su carrera.

La lástima para él fue que el año 1998, donde debía lucir su preciada prenda y ser así la referencia del mundillo ciclista, no pudo disfrutar en demasía. Fue el año que se destapó el ‘caso Festina’, siendo expulsados del Tour de Francia y perjudicándole a lo largo de unos meses donde el ciclismo para ellos pasó a un segundo plano. Siguió con la Vuelta a España en el calendario, pero dio igual y su año fue en blanco, con un tono muy gris y luciendo de capa caída el maillot de campeón del mundo.
Una vez se liberó de ella, la cosa mejoró. En la Vuelta se llevó la durísima etapa de Corrales de Buelna, ante unas condiciones climatológicas durísimas, y donde aprovechó el factor sorpresa para lanzar un latigazo que le daría su segunda victoria de etapa en una vuelta grande (y la última). Ese septiembre sería el adiós competitivo a su equipo, un Festina que se debilitó demasiado y en el que los salpicados por el affaire en 1998 no salieron bien parados ante la opinión pública.
Se marchó en el año 2000 al novedoso Jean Delatour, donde fue el líder claro de un equipo francés de poca monta que fue logrando éxitos aquí y allá. Revitalizó su carrera y siguió demostrando su calidad. Critérium Internacional, por ejemplo, cayó en el saco y aunque se le resistió el maillot de campeón nacional, finalizó su carrera en 2007 en el Bouyges Telecom con un nivel bastante menos competitivo que años anteriores.
Eso sí, le daría tiempo a llevarse una etapa del Tour de Luxemburgo. Posteriormente pasó a integrar las filas del Tour de Francia en calidad de asesor y hoy día sigue siendo una voz diferente, distinta, con cosas que decir y que como cuando era corredor, marca distancia y diferencia con las demás, como su look de coleta y pendiente.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: Sirotti