El ciclista Roger Rivière era natural de Saint Etienne, la ciudad de las armas, los ciclos y las cintas a la orilla del río Furan. El velódromo de la capital del departamento de Loira quería ser renovado y cubierto para acoger pruebas de los Juegos Olímpicos de 2024, a celebrar en suelo parisino. Pero no habrá tiempo. En el antiguo, actualmente bastante dejado, hizo sus primeros pinitos este corredor que a los 19 años de edad fue capaz de batir nada menos que a Jacques Anquetil en el Parque de los Príncipes. El mítico Albert Bouvet que después ha trabajado incluso en el Tour de Francia, fue derrotado también por Rivière en la pista.
Por ello pasó a profesionales con tan solo 21 años, tras proclamarse campeón del mundo en persecución. Fue en el equipo Follis, pero pronto pasaría al mítico Saint Raphael, en el que desarrollaría su meteórica carrera ciclista, que se truncó tan sólo tres años más tarde con un accidente en una edición del Tour de Francia que se pensaba podía estar en sus piernas. Al gran talento de Roger se le sumaba que en 1959, su debut en la gran ronda gala, ya venció en dos de las tres etapas cronometradas. Fue cuarto en la general final, a tan sólo 12″ de batir de nuevo a Anquetil.
Fue el famoso Tour de Bahamontes, con el español elevando por primera vez la bandera rojigualda sobre París. Rivière viviría un gran momento, ya que a su juventud había que añadir esa capacidad para las cronometradas, así como su capacidad escaladora. La irrupción de Henri Anglade, también francés y segundo en aquel Tour, le robó protagonismo, pero todos los entendidos de ciclismo hablaban ya de esta joya llamada Roger Rivière. Anglade y nuestro protagonista eran, para más inri, compañeros de equipo.

El Tour de 1960 partía de Lille con un doble sector que llevaría el segundo a Bruselas, lugar donde se celebraría la primera contrarreloj de la carrera. La ganó con autoridad, con más de medio minuto sobre Nencini, a la postre vencedor de la carrera, el relevo italiano de Coppi y Bartali, aunque obviamente a otro nivel. El florentino tenía ya en el palmarés su Giro de Italia, logrado al tiempo que Roger se convertía en profesional y hacía de las suyas en los velódromos no sólo franceses, sino italianos (se le conocía como ‘le roi de Vigorelli’ por encontrarse allí, en las proximidades de Milán, el velódromo donde consiguió el Récord de la Hora.
Nencini, además, fue segundo en el Giro de Italia por detrás de Jacques Anquetil, el monstruo del momento, que no se presentó en la línea de salida del Tour. El transalpino se alzó con el liderato y se erigiría como el gran rival a batir. Anglade le arrebató el amarillo por un par de días. Rivière atacó durante en la séptima etapa y ganó en la meta en Lorient y ambos contendientes eliminaron al francés, que perdería en meta más de 12 minutos. «Hemos asesinado al maillot amarillo, llegó a declarar en meta».
Se trataba de allanarse el camino en un pique por ver quién era la esperanza francesa y el líder del equipo. Camino de Pau se repitió la misma escena, con Roger batiendo al sprint de un grupo de favoritos muy seleccionado por la primera etapa de montaña pirenaica de aquel año.
Sólo medio minuto les separaba en la general en un duelo que se presumía absolutamente apasionante de cara a los Alpes. En Luchon, antes de salir de los Pirineos hacia el Macizo Central, Nencini recuperó un minuto largo sobre su rival, que resistía en la segunda plaza de la clasificación general. En la salida de Millau con destino Avignon nadie se podía esperar lo que estaba a punto de suceder.
Nuestro protagonista estaba a poco más de minuto y medio del transalpino, que tenía los Alpes para intentar obtener mayor ventaja de cara a la contrarreloj final de Besançon sobre 83 kilómetros que eran el terreno perfecto para que el francés dejase atrás en la clasificación al entonces maillot amarillo. Aquella mañana toda la atención fue para los dos candidatos a suceder a Bahamontes en el palmarés del Tour de Francia.

Sin embargo, en la bajada del Col du Perjuret Roger Rivière tropezó con el quitamiedos, se salió en una curva y se desplomó por un precipicio de 20 metros de altura, cayendo entre la maleza y quedando malherido. Las lesiones en las vértebras le impedirían volver a andar y quedó postrado en una silla de ruedas para el resto de sus días, que para su desgracia, una vez más, no iban a ser muchos. A los 40 años de edad, Roger Rivière falleció como consecuencia de un cáncer. Una enfermedad que no era ninguna broma a pesar de fallecer un 1 de abril.
Un ciclista que pasó de poder ser incluso alternativa para ‘Monsieur Chrono’ (Anquetil) a terminar aquella tarde del 10 de julio de 1960 no sólo su carrera deportiva, sino casi su vida tal y como la conocía. Una tragedia que es de las más recordadas del ciclismo francés y que fue todavía más polémica cuando en su bolsillo encontraron analgésicos, que presuntamente le habrían adormecido para irse ladera abajo, teoría que pareció confirmar alguien de su entorno.
Abrió un restaurante en su querido Saint Ettiene llamado ‘Le Vigorelli’, en honor al nombre del velódromo que le hizo de talismán en sus intentos del Récord de la Hora. El negocio no fue bien, al igual que otras iniciativas que llevó a cabo en la zona.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: Harry Pot / Anefo