Cual príncipe en busca de su Cenicienta probando zapatos de aquí para allá. Le pasó a Abraham Olano, soberbio ciclista que tuvo como mayor inconveniente haber nacido en la época de un monstruo. Ah, no, que esa frase fue de un rival de Induráin. Su desgracia fue haber nacido en la época posterior a aquel gigante que miró desde las alturas a un Pedro Delgado que ya supuso (y supone) mucho en el ciclismo español. Perico fue justo antes y no le fue mal. Como no había nada, se le valoró con y sin perspectiva. El problema siempre viene con las comparaciones, que son odiosas. Y si se hacen sin el contexto correspondiente, todavía más.
Es el caso de Joaquim Rodríguez. Ese corredor impresionante que evolucionó a través del riesgo en la oficina y la eficiencia en la carretera. En la era de Alberto Contador y Alejandro Valverde convertirse en una mega estrella no está nada mal. Que le digan a Dani Moreno, fiel escudero de Joaquim, el precio de vivir bajo la sombra de algún árbol más grande que tú. El madrileño acumuló siete (o nueve) grandes vueltas. El murciano únicamente una. Sin embargo, al catalán se le achaca no haber subido a lo alto del podio de ninguna. ¿Cuántas ganó Freire? Ah, pero Freire da para otra canción. El caso del cántabro fue otro para echar de comer a parte. Un genio en lo suyo, pero lo suyo era invisible a los ojos de los aficionados españoles.
Ese ciclismo alejado del mundillo pop del Tour, ese material independiente que son las clásicas y los sprints, ese otro ciclismo no tan evidente. Ahí se movió Freire. Ahí triunfó ‘Purito’. Incluso en el mundillo pop, aunque en otra escala y a otro nivel. Las etiquetas post Induráin resucitaron con la magnífica generación de oro del ciclismo español, donde todos los mencionados se sumaban a Carlos Sastre (que no era un ganador, pero se llevó el Tour) o Samuel Sánchez (que no gozaba de carisma, pero ganó una medalla de oro olímpica). Ambos tendrán siempre más recuerdo que Joaquim Rodríguez, ese pequeño gran olvidado.

Se le puede llamar el canibalismo del éxito, sin querer referirnos indirectamente al gran Eddy. O el ‘quenivelismo‘ del éxito, que viene a ser prácticamente lo mismo por sentido y homofonía. Induráin acostumbró a una generación a dominar el Tour de Francia. Ya se engancharon al ciclismo con él y no vivieron las épocas de vacas flacas, esas que el ciclismo español alimenta cada mes de julio.
Si la esperanza es un ciclista como Enric Mas, que con todo el mérito, no ha pasado de ser 5º en el Tour de Francia, qué no valoraríamos en una época como la actual a un ciclista como ‘Purito’, capaz no sólo de luchar como el balear, sino de ganar el Giro de Lombardía (único ciclista español hasta la fecha), pelear y rozar la victoria la Lieja Bastogne Lieja, triunfar en Huy, ser medallista en el Mundial, ganar etapas en las tres grandes y subir a sus podios finales correspondientes, ganar la Vuelta al País Vasco, la Volta Catalunya en dos ocasiones…
Es el problema de haber caído en la generación equivocada, como decía. Vicente López Carril, el mítico ciclista asturiano, fue podio del Tour de Francia en los años de Merckx. Pero se venía de ganar el Tour con Ocaña justo un año antes. Ese logro, victoria de etapa incluida, pasó desapercibido ciertamente para los historiadores y cronistas de la época. Quedó a escasos cinco segundos de batir a Poulidor en la lucha por la segunda posición, con Eddy fuera de concurso. El mérito es absolutamente brutal. Hablamos de un ciclista que no está considerado en ninguna quiniela como uno de los mejores de la historia del ciclismo español. Ni siquiera entraría en un top ten.

Joaquim pisó el cajón en Francia ante rivales bastante duros para la época. Se encontró con la sorpresa de Nairo Quintana, al que nadie esperaba. Sí a Froome, ganador de aquel 2013, pero seamos justos. Tampoco se esperaba al catalán. Sí, respondió de cine tanto en el Giro de Italia y la Vuelta a España de 2012, su año mágico, pero todos pensamos que se trataba de un ciclista al que jamás veríamos adelantar en una grande como el Tour al Alberto Contador que le acababa de destrozar el septiembre anterior en Fuente Dé. O al Valverde que se mantenía gallito en los Pirineos y con el que mantenía esa relación de amistad / rivalidad.
Pero no vale. ‘Purito’ será siempre un ciclista explosivo, pero perteneciente siempre a ese escalón inferior. Joaquim, un auténtico hombre de grandes vueltas, se retiró sin ninguna grande en el puchero y un saco de victorias y logros prestigiosísimos que para mucha gente cayeron en saco roto. No tenía motor, decían. No era Induráin, eso nos quedó claro desde el principio. Rodríguez era Rodríguez, con sus defectos y virtudes. Explosivo y durísimo en los esfuerzos finales, su especialidad. Falto tal vez de esa arrancada poderosa antes. Hay gente que piensa que es falta de riesgo. Puede ser. Y puede ser algo que pudo ser diferente, no cabe duda.
Pero la calidad está ahí y en el país de Induráin y Olano, de Freire y Mas, al que también se critica de forma recurrente, pero está ahí, el corredor barcelonés debería estar en un altar, sin ese gran logro mediático que tienen otros en las plazas que inundan de fama en España. Pero con el reconocimiento de los verdaderos entendidos de ciclismo, esas personas que se fijan en todo lo que va en medio y no únicamente en el principio y en el final.
Escrito por Jorge Matesanz
Foto de portada: ASO / K. Edwards
Felicidades Jorge has hecho un artículo realmente genial como has descrito la historia de más de veinte años en un artículo maravilloso. Es cierto que faltan muchos más ciclistas grandes de que merecían ser nombrados. Pero necesitarías un libro. GRACIAS. Un saludo.
Purito amasó un palmares que ya quisieran muchos ciclistas. Y eso que hasta los 30 no tuvo galones de líder. Mítico el video con Horrach y Mr. Karpets.