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Los 100 mejores/peores días de Thibaut Pinot

Menudo ciclista se nos despide en 2023. Una novela constante, el ciclista de las mil idas y venidas. Thibaut Pinot, ese corredor que nunca deja indiferente, que acompaña a la desgracia y vive en constante conflicto entre cómo es la realidad y cómo le gustaría que ésta fuese. Tanto que acabó por hacer de los Vosgos su búnker particular, una especie de parapeto contra todas las injusticias que el destino o los seres humanos tenían reservadas para él. La granja y la agricultura aplacan en parte ese desazón que produce la incomprensión. Decidir que esa lucha contra uno mismo se va a perder por decisión propia es, en realidad, una victoria. Una elección.

Al recopilar momentos de esta peculiar aplicación del talento recapacitas sobre la abundancia de lo bueno sobre lo malo. Y la molestia que esa pequeña mancha en la pared provoca en nosotros. Tanto que nos hacen pensar que las manchas son mayoría sobre una sábana que sentimos debe ser totalmente limpia, como recién cambiada, por los siglos de los siglos. “Todo el mundo hiere, todo el mundo llora… a veces”, canta Michael Stipe, de REM. Pero asumir y aceptar este hecho es complicado. Como quien se mira a un espejo y no se gusta. Como quien lo tiene todo y, sin embargo, siente que no tiene nada.

Thibaut Pinot no es cualquiera de estos casos, sino todos a la vez. Quién sabe si París, contrapunto del ciclista de Groupama FDJ, trajo al mundo a Guillaume Martin para que escribiese una reflexión filosófica sobre el corredor de Lure, a quien el Tour lleva cada dos o tres ediciones el mundanal ruido cual Amazon o Just Eat. Ironías. Lo bueno del ciclismo es que, como el teletrabajo, lo puedes transportar contigo. Lo malo es que el ciclismo venga contigo aunque tú no quieras. Pobre Thibaut en ese sentido. Un buen planteamiento el suyo: para acabar como un cencerro, acabo entre ellos. Ganas dan de seguir su ejemplo. ¿O no?

En cuanto a la elección de sus mejores y peores momentos, pesan más los buenos, son mucho más numerosos. Las victorias aplastan al personaje novelesco, al Quijote que enfrenta molinos día tras día. Un viaje entre la heroicidad y la incomprensión, entre la genialidad y la locura. Así llegamos a su primer momento, en este caso MALO, quizá el más célebre. Siempre se pensó en él como un posible relevo para Hinault. Siempre pasa lo mismo en Francia. Cuando la silueta del galo se impone en la cima del Tourmalet (momento BUENO) todos nos imaginamos varios escenarios donde el ciclista más fuerte de aquel Tour estaba cuanto menos en la pelea en los Alpes.

Más aún tras verle ser de nuevo imperial en las escaladas del segundo asalto pirenaico, ése que vio la coalición de intereses con Mikel Landa para arañar unos segundos al resto de favoritos. Las apuestas le daban como principal candidato y no habría ningún aficionado al que se le pasase por la cabeza si quiera que el francés no iba ni siquiera a subir L’Iseran, esa cumbre que después quedó deslucida en el descenso por los corrimientos de tierra que abocaron a la etapa a finalizar en la cima. Un golpe en la rodilla la causa, un golpe con el manillar el origen.

Llegar al menos a lucir el amarillo hubiese sido tan bonito… una de esas fotos que enmarcar. Pinot se subió a la ola y le tragó. El destino le estaba enviando señales por doquier. Ya cuando se alzó con el cartel de nuevo ‘Mesías’ del ciclismo francés en la meta de Porrentruy (Suiza) la histeria colectiva se volcó en señalarle como Mou señalaba el camino en el Bernabéu antes de que renegara de él. Un momento BUENO que se convirtió en MUY BUENO y que posteriormente fue el motor de arranque de varios MALOS.

Él hizo lo que debía y al menos consiguió su fotografía en el podio de París, ésa que llevaba el nombre de Valverde y que el francés se aseguró de arrebatarle antes de la contrarreloj, donde no era tan manco como muchos le observaban. Es más, se proclamó campeón francés de la disciplina en 2016 en uno de sus mejores momentos (BUENO). Valverde soñó con aquella tarde. Para alegría del murciano se resarció pronto, pero la sombra de los molinos le obligaban a dormir con la luz prendida muchas noches. Pinot se hizo una foto que iba a ser al mismo tiempo una losa.

El también francés Peraud fue segundo en aquel Tour de 2014, el primero de los humanos tras un Nibali que competía en la categoría de campeones de las tres Grandes Vueltas. Pero al ciclista del AG2R ya se le hacían cuesta arriba los cumpleaños. Pinot sería quien ganaría más hype, quien subiría más puntos en el Cycling Manager y juegos del ramo de cara al curso siguiente. Tanto que cuando no respondió a las expectativas (Tour 2015, momento MALO) se obcecó en buscarle lo positivo ganando en Alpe d’Huez (BUENO) para publicitar la marca de un ciclista aún así futurible.

La victoria llegó a final de Tour, quedando ese buen regusto de cara al resto de la temporada. Poco después explotaría la tortura de los descensos (MALO). Trabajo a lo Enric Mas en demostrarse que bajando era capaz, que las sombras que allí campaban eran las de los árboles únicamente. Y que el coco no se escondía detrás de cada curva como representante de Monsieur Mazo (‘mazó’ pronunciado por Perico), sino que precisamente era una cuestión de coco.

Solventado el problema, Thibaut incluso alcanzó la capacidad de imponerse en el Giro de Lombardía (BUENO), con numerosas y famosas bajadas, en 2018. Italia le había sentado muy bien en mayo y en julio, donde la presión desapareció al menos durante unos meses. En el Giro sucumbió ante los esfuerzos cuando se encontraba en puestos de podio. Sucedió el mismísimo día anterior a la llegada a Milán. A dos puertos del final se observa al francés perder rueda de los favoritos. Alarmas en su equipo, que se arremolina a su rededor (momento MALO). Game over.

Uno de los peores momentos (MALO) de Pinot fue encontrarse en su casa todo aquello que siempre detestó. Como lo hizo públicamente, se dio pie a sí mismo a poderlo expresar abiertamente. Georg Preidler, compañero suyo en el entonces FDJ, reconoció pertenecer a una trama de dopaje sanguíneo. Thibaut no llevó muy bien aquella decepción, siempre tan expresamente opuesto a esas prácticas y todo lo relacionado con el dopaje.

Nos queda un último momento, el que corresponde a su retirada. Difícil encuadrarlo en MALO o BUENO, ya que para nosotros, los aficionados, es complicado. Para los que escribimos de vez en cuando también, porque con Pinot se nos van muchas venturas y desventuras que narrar. Pero lo vamos a considerar BUENO, porque poder elegir a estas alturas cuándo dejar algo que ha costado tanto y ha llevado tanto esfuerzo y sacrificio es un lujo en estos días de huelgas, subidas de precios y edades de jubilación.

Por todo ello, y si es lo que él necesita, este momento es el MEJOR, el que le va a permitir alejarse del foco, al menos durante los años impares en la elección del Tour de llevar la caravana a sus inmediaciones. Si ser ciclista le ha generado tanto bueno y tanto malo, por fin encontrará un momento de aliviar y destensar. Siempre lo animal es más sencillo que lo humano. Y lo natural mucho más sano que lo artificial. Por eso nos gusta Thibaut, porque lo natural gusta. Lo de verdad. Lo que no se esconde tras kilos de maquillaje y metros de umbría.

Escrito por Jorge Matesanz

Fotos: ASO (excepto indicadas)

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