Antes de analizar los lastres que arrastra el World Tour, es justo señalar que en el ciclismo actual hay también luces. Y las que no lo son no tienen que estar causadas únicamente por este sistema que no deja indiferente y genera bastante corriente de opinión unidireccional: todos en contra. Si hay algún faro que oriente hacia esa unanimidad, al menos invita a la reflexión y al análisis, algo que, por supuesto, los responsables de esta organización no admitirán jamás.
Para comenzar, mi crítica se basa en lo poco espectacular de la propia clasificación del UCI-World Tour. Se supone que debe haber una diferenciación entre quedar segundo y décimo. Incluso entre quedar o no entre los últimos en el ranking a final de los tres años que se han establecido como el periodo que necesita una franquicia ciclista para demostrar solidez y buen hacer.
¿El problema? Que en tres años se nos han olvidado las proezas de los dos años anteriores. También que por mucho descenso que haya, si este afecta a uno de los equipos llamados grandes, se buscará una fórmula para que terminen por regresar a la categoría por la puerta de atrás o de gestionar invitaciones a las mejores carreras. Un salto con red que al final garantiza que grandes marcas sigan en el pago del canon y moviendo ciclismo. En ese sentido, tendría más razón de ser que los descensos fueran año tras año. Le daría más movimiento y más tradición de seguimiento. También más emoción a la hora de plantear las carreras por parte de aquellas escuadras más débiles.
En el largo plazo no se puede castigar un mal año a un súper equipo porque tarde o temprano reaccionarán y obtendrán los resultados que se esperaba de ellos. Otros, realizando una temporada perfecta no tendrían opciones de quedarse o de subir en caso de encontrarse en una categoría inferior. El World Tour tiene más sentido NBA, donde las franquicias no rotan, y sí los artistas. Está bien garantizar la presencia de grandes marcas en el ciclismo.
No tanto la forma de llevar a cabo esa protección o estímulo. Para comenzar, la globalización ha traído muchos beneficios, el mayor ejemplo la incorporación de múltiples países a la rotación en el pelotón, cuando hace no tantos años las naciones predominantes eran las clásicas, las que precisamente están en riesgo gracias a la ¿evolución? de este sistema.
La presencia de los equipos del World Tour en pruebas que ellos mismos rechazarían si pudiesen hace que otros, con una mayor disposición, se queden fuera de las carreras que les dan motivo para existir. Al reducir a siete los equipos, ¿por qué no admitir la inclusión de algunos más para darles oxígeno en forma de difusión?
Los motivos de seguridad que se alegan son auténticamente hipócritas mientras algunas llegadas sigan sin ser puestas en entredicho ni reguladas de ninguna de las maneras. Quienes pueden hacer que esto cambie son precisamente los que menos necesitan que lo haga, paradójicamente. World Tour para rato.
Escrito por: Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Foto: @ACampoPhoto