Que un hecho se haya normalizado no quiere decir que sea normal. Ni digno de aplauso o justificación. Estamos observando en los últimos tiempos que los ciclistas profesionales abusan de la visita de sus coches de equipo para cambiar bidones constantemente. Una forma de ser impulsados por el coche durante algunos segundos y ahorrar energías. Una práctica que no ha aterrizado ahora, ni mucho menos. El problema es que, con la cámara presente y millones de espectadores delante de sus pantallas en el mayor evento ciclista del año, algunos ciclistas no se cortan.
Cambian bidones que en muchas ocasiones están llenos, y para eso existe una regulación que establece que por seguridad ese enganchón puede producirse, por un máximo de 2-3 segundos. Entiendo que en concepto de estabilización del agarre del bidón por parte del ciclista en marcha, cuestión nada sencilla por otra parte. La pregunta es: ¿dónde están los comisarios y los jueces árbitro para impedir que esta práctica descarada esté llegando tan lejos? En el presente Tour de Francia duele a los ojos verlo, no existe ni siquiera el decoro de hacerlo a escondidas. O disimular.
En el Giro de Italia se pudo ver una acción que generó bastante polémica. Fue el italiano Filippo Zana quien agarrado al bidón que el coche del Team Jayco le estaba proporcionando fue propulsado en el ascenso de un puerto de montaña. No fue leve precisamente, y se trataba de un corredor que estaba en la escapada. Ese día el campeón italiano ganó la etapa. ¿Consecuencias? Ninguna. La crítica en redes sociales, el silencio oficial de las partes y la victoria para el transalpino por delante de Thibaut Pinot. Esas fueron las consecuencias.
Como en todos los órdenes de la vida, existen dos opciones sensatas. Bien eliminar la norma y, valga la redundancia, normalizar este hecho o bien tomar cartas en el asunto por parte de las autoridades competentes y frenar esta práctica que desvirtúa, sobre todo, la imagen del ciclismo. Del mismo modo que la inacción con el asunto climatológico ha traído problemas a posteriori (y más que va a traer con el clima tan variable e impredecible que vivimos), con este asunto se pueden empezar a generar en cualquier instante. Se está generando numerosa jurisprudencia donde los árbitros no han actuado, por lo que hacerlo a partir de un punto puede ser problemático.
La sensación de arbitrariedad es altísima. Y eso en un deporte profesional no termina de transmitir buenas vibraciones en ninguna dirección. Sobre todo cuando es totalmente innecesario. Durante mucho tiempo se han publicado videos de ciclistas siendo remolcados por coches, con cero consecuencias para el corredor por ser uno de los célebres. Como ejemplo, el caso de Mark Cavendish y el Giro de Italia de 2011. Igualmente sucede con el fuera de control, con casos misteriosos de ciclistas que pierden diez minutos a tres puertos de meta y llegan dentro del control, con testigos de haberles visto siendo remolcados por el coche de equipo.
En ocasiones se repesca, en ocasiones no. Depende de cómo te llames y del interés de la propia carrera en tu continuidad. El caso de Amets Txurruka en el Tour 2009 fue bastante conocido en su día, con el vasco luchando por llegar a meta tras una terrible caída, a dos días del final del Tour. No lo hizo en control y fue expulsado de la carrera. Sin embargo, cuántos casos conocemos donde el ciclista en cuestión ha sido indultado y ha continuado en carrera… O cuántas veces se han incrustado estos ciclistas en una grupeta que nunca será invitada a dejar la carrera. ¿Justo? ¿Injusto?
Escrito por Jorge Matesanz
Foto de portada: Breakaway.co.uk