En ocasiones el transcurso de los años ofrece lecturas a las que somos ajenos cuando estamos viviendo ese momento. Así fue 1996, un año que, sin saberlo, iba a ser muy importante en la evolución del ciclismo danés. Fue el año de la victoria en el Tour por aplastamiento de Bjarne Riijs, dominando de los Alpes a unos Pirineos que acababan en casa del rey derrotado, un Miguel Indurain que vio la cruz blanca sobre fondo rojo alzarse a los cielos de París tras acostumbrar durante cinco años al público galo al sonido de la Marcha Real. En el curso de aquellos mismos doce meses se proclamó campeón de Dinamarca un amateur que daría que hablar sobre ruedas gordas y finas: Michael Rasmussen.
Una coincidencia más nos lleva a nuestro protagonista. Además de portar el apellido del polémico escalador, el 10 de diciembre de 1996 nacía Jonas Vingegaard, un corredor que por el momento constituye una de las figuras a seguir en los próximos años, confirmando ser uno de los grandes talentos por venir no sólo dentro del panorama danés, sino mundial.
Sorprendiendo a propios y a extraños, un ciclista ligero, voluntarioso y disciplinado se encaramaba al frente del treno del Jumbo-Visma en favor de un Primoz Roglic que confirmaría su segundo triunfo en la Vuelta. Apenas nada se conocía de aquel danés que controlaba el pelotón en subidas de tanta exigencia como el Angliru, donde ya sólo los elegidos, y con mucho esfuerzo, resistían las ruedas del duelo del esloveno con el ecuatoriano Carapaz. Un aviso de la calidad de este muchacho, un atisbo de lo que podría llegar a ser. De ese modo debutaba en una gran vuelta, donde lejos de acusar el paso de los días, su talento se agigantaba con respecto al apagón que alguno de los rivales sufría.
2021 ha discurrido de forma muy provechosa. La temporada ha permitido a Jonas dar un paso adelante en los meses de preparación hacia el Tour de Francia: victoria de etapa en el UAE Tour, la general de la Settimana Coppi e Bartali, un segundo puesto en la Itzulia justo detrás de un Roglic imperial que supo a victoria… resultando en un mes de julio en el que su segunda posición en el cajón final de París le ha aupado a una categoría superior dentro del escalafón. Tanto dentro de su equipo como en el ciclismo en general ya nadie se imagina a Vingegaard como un mero gregario de lujo. En Brest comenzó un gregario, sí. Pero en París finalizó un auténtico candidato a liderar futuros asaltos al maillot amarillo.
Y ahí radica precisamente el problema (bendito problema, dirán algunos) que tiene el conjunto holandés. El crecimiento de Jonas no puede pasar desapercibido y se une a un corredor que sigue siendo muy competitivo como Roglic, que lidera con suficiencia a este conjunto World Tour, al crecimiento imparable de Wout Van Aert, cuyas condiciones se van asemejando cada vez más a las de un hombre-Tour y que añade su candidatura a tomar todos los galones. Cierto es que en el equipo ya tienen experiencia en estos asuntos. La gestión del talento de los efervescentes Sepp Kuss y Steven Kruijkswijk tampoco ha sido sencilla. La vuelta de Tom Dumoulin al pelotón añade un plato más a la mesa. Con el detalle insalvable de que además el subcampeón olímpico es de nacionalidad holandesa, la misma que la sede de un equipo que históricamente ha convivido con un ambiente de proyección internacional y la crítica por no dar oportunidades a los de casa.
Un reino al que un Roglic en plena forma no les dejará acceder, pero el esloveno cumple años en la élite y el desgaste se dejará sentir tarde o temprano. La acumulación de tantos ciclistas con altas aspiraciones va a exigir una dura toma de decisiones. Compartir liderazgos es un hecho que no termina de funcionar, menos aún cuando alguno de los teóricos líderes ha tenido que trabajar para otro en mejor posición. Es un riesgo de alto voltaje en ciclistas que una vez probada la sangre no van a permitir que les sirvan otra bebida.
Vingegaard tiene la ventaja de haber probado en su primera participación un saber estar en carrera digno de ciclistas más veteranos. Esa madurez tan impropia de un deportista con su inexperiencia en ciertos escenarios es lo que le da la pole position para ser considerado el sucesor de Roglic ante una hipotética caída de su rendimiento. Es fácil imaginarse a Jonas luchando potencialmente por el podio del Tour durante unos cuantos años. Siempre que sepa manejar a su antojo la suerte y la presión. Y conserve el sentido común y la valentía que en el Tour de 2021 ha demostrado.
Estas decisiones son las que debe tomar el conjunto neerlandés. El tiempo nos dirá cómo resulta esta (de momento) sana e interesante guerra de poder en la que un equipazo como Jumbo bien puede salir perjudicado o beneficiado. De su gestión, la evolución de sus corredores y los resultados provendrá un invierno más que entretenido elaborando programas alternativos para contentar a tanta estrella. Sin descartar que alguno prefiera hacer su propio camino y volar lejos de la estructura a la que actualmente pertenecen. Todo se andará.
Escrito por: Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Foto: Sirotti