El mítico corredor murciano debutó como profesional en el año 2002. Veinte temporadas en las que ha logrado prácticamente todo a lo que un ciclista de sus características podía aspirar: podio en las tres grandes con victoria en una Vuelta, clásicas, vueltas de una semana… y un Campeonato del Mundo tras quince años de intentos. Ese arco iris tan deseado y que tanto se dilató en el tiempo le ha elevado como el plusmarquista de los metales en esta competición, con un total de siete (un oro, dos platas y cuatro bronces). Un hito que tardará en ser batido.
Su andadura en los Mundiales comenzó en 2003, cuando fue incluido en la lista de Paco Antequera para viajar a Hamilton (Canadá). Su exultante juventud y la forma en la que había disputado la Vuelta a España le hacían uno de los ases a seguir. La selección se trajo el oro de la mano de Igor Astarloa, que aprovechó un ataque por sorpresa para ganar. En cambio, Alejandro resistió en segundo plano para batir al sprint nada menos que a Peter Van Petegem y Paolo Bettini. Un plata que supo a oro. En 2004 regresó para ser el lanzador de Óscar Freire. Bien podría haber sido su primer título, ya que fue sexto tras realizar ese trabajo para el cántabro, que culminó así su tercer campeonato y entró en la leyenda.
Madrid acogería los Mundiales de 2005. Tras abandonar en el Tour por una supuesta lesión, regresó de la mejor forma posible, siendo segundo tras Tom Boonen en un sprint masivo. Segundo metal y segunda plata. Añadiría un bronce en 2006, cuando una arrancada de Samuel Sánchez dejó el grupo de favoritos en cuatro: el propio asturiano, Bettini, Zabel y Valverde. Tenía muchas papeletas de anotarse por fin su ansiado título. Pero no. Una mala elección del cambio para el sprint final le dejó sin opciones y le abonó al bronce.
Vinieron unos años de peores resultados, con el 57º y el 37º en los dos posteriores y un 9º puesto en 2009, donde se impuso Cadel Evans y Joaquim Rodríguez se clasificó tercero. La sanción que le impidió competir durante los años 2010 y 2011 causaron un impás que se rompió conforme volvió a su cita anual. Valkenburg es la ciudad del Cauberg. Allí no perdonaría Phillip Gilbert, que atacó donde se esperaba. Pero Valverde no estuvo en su sitio y permitió que se marchase sin seguirle. Eso sí, sería tercero de nuevo. Un lugar que repetiría tan sólo un año después, con aquel famoso desacuerdo con ‘Purito’ Rodríguez. Una lástima, ya que la superioridad numérica de ambos no les permitiría ganar a uno u a otro el Mundial. El catalán demarró con fuerza, haciendo hueco. Valverde se dedicó a controlar los movimientos de los perseguidores hasta que no respondió a un ataque de Rui Costa, que terminó alcanzando a su compañero y alzando los brazos en meta. Polémica.
Volvía la competición a España, en concreto a Ponferrada. Allí esperaba un desenlace que pocos esperaban, con un ataque vencedor de Michal Kwiatkwoski. Después de coronar al campeón, Gerrans afianzó la segunda plaza y Valverde… fue tercero. Su último bronce.
Richmond, Estados Unidos, vería a Peter Sagan conseguir el primero de sus tres Mundiales consecutivos. Valverde se clasificaría quinto. Su última participación antes de proclamarse campeón. Y es que los dos años siguientes estaría fuera de forma (participó en las tres grandes) o lesionado (recuperándose de su lesión de rodilla tras la caída en el prólogo del Tour de Francia). Llegó Innsbruck, año 2018. La selección procuró por todos los medios conservar una situación de carrera favorable al murciano, que resistió el ritmo que impuso Francia para Alaphilippe y que, una vez eliminado éste, intentó favorecer a Bardet. Coronado el repecho más duro con dos rivales, el galo y Woods, Alejandro se dedicó a controlar sus ataques alternos para aguardar la llegada de Dumoulin. Poco tuvieron que hacer. Llegada al sprint y una arrancada lejanísima del español nos puso a todos el corazón en un puño. Se había precipitado, le iban a rebasar, la valverdada era inminente. Pues no. Llegó a meta primero, levantó un brazo y lloró de emoción.
Tras lucir durante un año el arco iris, regresaría con el dorsal 1 a Yorkshire, el mundial con tiempo de perros. En una carrera un tanto extraña y durísima por las condiciones meteorológicas, Valverde abandona, la única vez en todos estos años. En 2020 se clasificó octavo, aún pese a reconocer que se vio más fuerte de lo esperado. Un año más tarde, una caída en la Vuelta le hizo abandonar y renunciar a la lucha por su segundo entorchado.
A partir de una trayectoria tan impresionante en una carrera se pueden plantear varios debates. El primero es cuántos títulos podría haber conquistado de haber mediado unas tácticas normales en su equipo y/o en sus piernas. Otro es por qué no ha cuidado más sus participaciones obviando carreras que sólo le aportaban desgaste como el Tour de Francia, donde ha tenido siempre poco que ganar.
En definitiva, una trayectoria intachable y con un final feliz, logrando el título con el que soñaba y que le convierte, tras Zoetemelk en el arco iris conseguido a mayor edad.
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Escrito por Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Foto: Sirotti