Siempre consideramos la contrarreloj del Puy de Dôme del 83 como el punto de inflexión que marcó el renacimiento del ciclismo español, pero revisemos la cronología de ese año “gloricioso” (pequeña licencia en favor de Lewis Carroll).
Tour de Francia: tuvo lugar entre el 1 y 24 de julio de 1983. Cronoescalada ganada por un magnífico Arroyo, secundada por un no menos extraordinario Delgado, 16 de Julio. Vuelta a España 1983, 19 de abril al 8 de mayo. Y en esa Vuelta vimos ciclismo, ciclismo del grande y escrito con Ñ. Protagonistas absolutos Bernard Hinault y Marino Lejarreta, etapa Salamanca-Ávila. ¿Qué contar de ese día que no se haya dicho ya? Gorospe llevaba el liderato y Bernard, El Tejón, tenía su orgullo herido, y dio todo. Tanto se esforzó que su rodilla quedó tocada y no pudo aguantar el resto de la temporada, impidiendo su participación en el Tour de Francia. Las incursiones en España siempre les han salido muy caras a los franceses.
¿Quién fue el único que pudo seguir a Hinault aquel día? Pues Marino Lejarreta, junto a Vicente Belda. Por tanto, antes que Arroyo en el Tour, Lejarreta ya demostró que el ciclismo español estaba al máximo nivel. Curiosamente los dos mismos protagonistas que en la Vuelta del año anterior, 1982. Es entonces de recibo considerar también a Lejarreta como un co-impulsor de ese renacimiento que tanto nos hizo disfrutar.
Debido al episodio del positivo de Arroyo en 1982, y a una ausencia de control a Marino, mucho se habló en aquella época de un presunto favoritismo al ciclismo vasco dentro de la propia Federación Española, lo cual hizo que surgiese una animadversión entre ambos profesionales, totalmente creada por los medios de comunicación y que, el que esto escribe, desconoce si entre ellos aún existe. He tenido la oportunidad de pedalear con los dos y puedo decir que son excelentes personas, tanto como lo fueron como corredores.
Repasemos la trayectoria de Marino en su paso por el profesionalismo. 14 temporadas en la máxima categoría, empezando en 1979 en el modesto Novostil-Helios, donde coincidió con su hermano mayor Ismael, pasando posteriormente ambos a Teka y acabando Marino su vida deportiva en 1992 en el todopoderoso ONCE.
Marino siempre fue un corredor de gran fondo, lo que entonces conocíamos como un diesel y donde su aguante en las grandes vueltas era de admiración. Vamos que, con la tendencia del ciclismo actual de etapas cortas, no tendría, seguramente, el mismo protagonismo que tuvo en la década de los 80 y principios de los 90.
Siempre se criticó su manera de correr, porque tenia la manía de ir habitualmente a cola de pelotón, y eso, en más de una ocasión provocó que su reacción a ataques en cabeza fuese demasiado tardía. Pero Marino siempre gozó, y lo sigue haciendo, de la simpatía de los aficionados, reflejada especialmente a final de temporada en la extinta Escalada a Montjuich, donde nos deleitaba con sus dotes escaladoras, tanto en el sector de línea como en el de cronoescalada. Y, sobre todo, con la simpatía y proximidad con el aficionado y con los ciclistas jóvenes que allí competíamos.
Si buenos fueron los años 82 y 83, citados anteriormente, no menos bueno fue el 84. Pero antes hemos de destacar un hecho en el que Marino también abrió camino a los ciclistas españoles; emigrar a un equipo extranjero, Alfa Lum, afincado en San Marino. En ese equipo se fraguó su historia de amor con el Giro. Y, volviendo al año 1984, al Giro de Moser, el de las cámaras de la RAI y el de las etapas de montaña recortadas, hemos de resaltar su cuarta posición en la general final, a 7 segundos del podio de Moreno Argentin y, que sin el recorte, digamos conveniente para Francesco, de la etapa decimonovena, que acabaría ganando el propio Lejarreta, seguramente hablaríamos de una segunda posición en la clasificación final.
Este no sería el único recorte de montaña que le impediría subir más arriba en el podio de una gran vuelta. Hay que recordar la Vuelta a España de 1991, donde la supresión por nieve, esta vez real, de la etapa que finalizaba en Pla de Beret, facilitó el camino a Mauri e Indurain para avanzarle en la clasificación general.
Hemos mencionado que Marino era un ciclista de gran fondo, un diesel, y para confirmarlo solo debemos recordar que antes Vuelta y Giro iban seguidos en el calendario y el pequeño de los Lejarreta realizó ese encadenamiento en seis ocasiones. Pero no solo eso, no, eso es demasiado poco para un buen euskaldun, ya que participó en las tres grandes vueltas en una misma temporada en cuatro ocasiones. Y de sus 14 temporadas, solo en dos, las dos primeras, tomó la salida en una sola gran vuelta, en este caso, la Vuelta a España.
Lejarreta también brilló en vueltas pequeñas, imponiéndose en Cataluña, Castilla, Rioja, Cantabria, Apeninos, Galicia y, ostentando aun hoy en día el récord, hasta en cuatro ocasiones en la Vuelta a Burgos. También se impuso en multitud de etapas, ganando en las tres grandes, y numerosas pruebas de un día, dándonos siempre un excelente final de temporada en Montjuich, como ya hemos mencionado, y dejándonos con las ganas de verlo en la siguiente temporada, especialmente en la montaña.
Sin su grave accidente de abril de 1992, seguramente hubiéramos tenido Lejarreta para bastante más temporadas, ya que hay que recordar que en la temporada 1991 encadenó las tres grandes obteniendo un 5º puesto final en el Giro de Italia, con un triunfo parcial en la quinta etapa y un 3º en la general de la Vuelta a España.
Lejarreta es, y siempre será, recordado por la afición española. Y, aún hoy en día, se le sigue homenajeando anualmente en la clásica Marino Lejarreta, donde acuden multitud de antiguos corredores profesionales para celebrar un gran día de ciclismo, para deleite de todos los aficionados.
Texto y foto Xavier Palacios (@CyclingSsc)