Ciclistas Tour

Matteo Jorgenson (Movistar) se queda a 500 metros de la gloria del Puy de Dôme

Qué duro es este deporte, Pedro -le habrá dicho Jorgenson al mítico ciclista, que escribió en el Puy de Dôme una de sus páginas más hermosas. En una etapa cuyo final nos hizo viajar al otoño de 2020 de cimas desangeladas a causa de las restricciones del COVID. Y, como cantaba el otro Julio, no el que castiga a Pogačar con temperaturas insoportables, la vida sigue igual. El esloveno contra Vingegaard, golpes psicológicos que dejan poso en el peor día de todos, el previo al de descanso, donde el reloj no avanza y deja pensar tanto o más que reposar.

Ese masticar hará reflexionar de una vez a Jumbo Visma, con pocas ganas de seguir pagando las Fantas al pelotón. Hace calor y la cuenta puede salir por un pico. Y hay que distinguir el concepto de salir las cuentas del de salir de cuentas. Una preposición que lo cambia todo. Cuentas que pueden multiplicar el trabajo de Kelderman o de Kuss, que tiene cita para hacerse un tatuaje con el logo del Giro de Italia en la última semana.

Cuentan (una letra de diferencia) que la situación está tan igualada que en París preparan la photofinish desde seis ángulos y los dos rivales ya andan contando mentiras para dejarse la nariz larga cual Pinocho, como quien se deja las uñas crecer. Las de los pies van a hacer falta para escalar todo lo que queda y agarrarse el uno a la rueda del otro. O a las cuerdas (dos letras de diferencia) que sus coequipiers tiendan para ellos.

Por detrás se vio nítida la lucha por el otro mundo, el de los mortales. Rodríguez vs Hindley. Un Yates vs el otro. Pidcock creyendo. Los demás descolgados a varios muros de distancia. Esa lucha invisible por la parte baja del top ten va a ser apasionante. El eterno problema del ciclismo moderno al tiempo que la mejor solución para quienes sufren de insomnio. Ironías, dos caras de la moneda. El querer ver el lado positivo de las cosas.

Y qué decir de la fuga. Los admirados comentaristas televisivos recordando a Feijoo, desconocedores momentáneos del refranero español, mucho más sabio de lo que se imaginan. La piel del oso se vende una vez el oso está cazado, nunca antes. Pues bien, un resbalón en los últimos dos kilómetros del ciclista estadounidense dio alas a Woods (Red Woods, Red Wout… da mucho juego) y en la rectitud de la montaña y sin posibilidad de esconderse detrás de un árbol o disimular, el canadiense le dio matarile a escasos 500 metros de la línea de meta.

Parecía que quedaba nada y era un mundo lo que quedaba, a decir verdad. Jorgenson se deshacía como un cubito de hielo sobre una sartén. El fuego del volcán más famoso del ciclismo (vertientes del Etna a parte) le fundió y dejó su esfuerzo solitario de más de una hora y media en vano. De haber ganado la etapa a ser cuarto. Menos mal que el chico no sigue los comentarios de la televisión, que sino se desilusiona aún más. Hasta el rabo todo es toro y Woods, que es un especialista en esta clase de finales (el Monte Oiz tiene una curva con su nombre) se creció.

La fuga cobró una grandiosa ventaja y entre todos los integrantes se desató la tormenta a casi sesenta kilómetros de la línea de meta. Un esfuerzo estratégico que dejó al ciclista del Movistar en cabeza siendo uno de los grandes favoritos. Demasiada exposición. ¿Innecesaria? A saber qué dimensión es la correcta, acertar está sólo reservado a quien juega. Perder así es morir de amor. Pero ésa no es de Julio. Será de agosto… Jorgenson fue valiente, jugó y perdió. Las fugas son una ruleta. Aplauso y a la siguiente. Hubiese sido un buen regalo de despedida para el Movistar.

Mejor así que al modo David De la Cruz. El de Astana parecía haber perdido el caballo en una selección de la fuga de la fuga. Y ya se sabe, a caballo regalado no le mires el diente… porque saltan y se lía la cadena. El catalán, lo que se conoce como lo opuesto a un especialista en descensos, perdió comba del grupo perseguidor por el problema mecánico y con Mohorič delante enlazar iba a ser cosa de Tom Cruise (Misión Imposible). El ritmo de crucero (¿lo pillan?) del grupo perseguidor le dio caza y allí, como un azucarillo, se diluyeron sus opciones y su moral. Esta vez pudo Goliath. Habrá más, David.

Escrito por Jorge Matesanz

Fotos: ASO / Ballet

Una respuesta

  1. Jorge de esta épica etapa me quedo con dos elementos:

    El primero es lo bonito y emocionante que puede llegar a ser el ciclismo. Lo vivido en Puy de Dome lo atestigua. La caza lenta pero inexorable del bueno de Mateo nos llenó a todos/as los que tuvimos la suerte de seguir la etapa en directo de todas las emociones que le afloran a uno cuando sabe que lo inevitable se va a producir y lo que es más traumático….CON LA CONCIENCIA DE QUE NADA SE PUEDE HACER PARA REMEDIARLO. La crueldad, aunque no se crea, puede ser muy bella.

    LO segundo, lo mucho que deben aprender los deportistas en general de Jorgenson en sus primeras palabras tras perder la etapa. Un ejemplo mayúsculo de educación, entereza y de reconocimiento a “Rusty”, el ganador de la etapa.

    En fin, grande en la derrota o lo que es lo mismos, GRANDE PARA LA VIDA.

    Un abrazo fuerte.

    Juan Manuel

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