Clásicas Historia

Miguel Poblet, el gran desconocido del ciclismo catalán y español

España ha sido un país en ocasiones muy injusto con el ciclismo. Y con el ciclista. Un país de contrastes y con mentalidad de tres semanas donde no ha cabido lo que no entrase por el molde. Fue el caso de Miguel Poblet, un ciclista más celebrado ahora que entonces, con el descubrimiento de las clásicas por parte de un sector de la afición, pero sobre todo por la actualización de software que supuso Óscar Freire. Un caso muy similar que ha vivido una vida infravalorado en casa, como los buenos profetas, más exitosos fuera de sus fronteras que dentro de las propias.

Esa reencarnación de Poblet nos hizo viajar en el tiempo y volver a reinterpretar a los clásicos, comprender la dimensión de la catástrofe que fue no valorar en obra (y vida) a un campeón así. Es un fragmento muy español de su sociedad, el valorar lo ajeno como mejor que lo propio. Poblet fue nuestro y lo dejamos marchar sin reconocerle debidamente, como a tantos otros. Qué decir de Olano, de Purito, de Flecha.

La vara de medir es el mes de julio, que da, quita, entierra y desentierra, o todo a la vez. Y allí Miguel triunfó en tres ocasiones, siempre victorias parciales, nunca con aspiración de vueltómano, si bien observando los recorridos de la época, alguna Vuelta podía haber latido en su palmarés. Hubiese sido indiferente, en España no ha existido ciclismo anterior al primer triunfo en el Tour a cargo de Bahamontes, del que Poblet fue coetáneo.

Desde Montcada i Reixach, donde nació, a Barcelona, donde falleció, 85 años de historia. Historias que arrancaron en el taller de bicicletas de Enrique, su padre, donde nació la afición de ese pequeño ciclista que utilizaba la bicicleta para ir al colegio. El ciclismo entonces era muy regional, algo que con los años no ha terminado de cambiar. Y si lo ha hecho ha sido por pura necesidad del guion.

La UD Sans le vio dar sus primeros pasos en una carrera que le iba a llevar a marcar la pauta de la historia en un país que aún ni siquiera soñaba con levantar el ramo de flores en París. Técnicamente fue el primer ciclista español en lograrlo, si bien únicamente lo fue por haberse llevado la victoria parcial.

Corría el año 1955 y el catalán debutaba en el Tour. Eran años de Gaul, de Bobet, nombres que resuenan mucho más en todas nuestras cabezas más que el apellido Poblet. El banderazo de salida se dio en Le Havre con una primera etapa pensada para los hombres fuertes en las llegadas masivas. Allí se plantó Miguel y ganó, lo que significaba que iba a lucir el maillot amarillo, siendo el primer ciclista español en la historia de los casi 50 años de Tour de Francia que iba a conseguir tal hazaña.

Le duró sólo un día, sobreviviendo en la contrarreloj por equipos vespertina. Suficiente para habérsele inmortalizado con algo más que un libro de memorias.

Era el Tour, había descubierto nuevas puertas para el ciclismo español. Lejos de ello, en 1956 iba a ir más allá. Primer ciclista en llevarse etapa en las tres grandes dentro de una misma temporada. Sólo Baffi (1958) y Petacchi (2003) han conseguido el hito hasta la fecha. Ya había ganado hacía años la Volta Catalunya y todo el mundillo ciclista sabía que no era un ciclista del montón. Para más inri, un ciclista apenas reconocido en España, si bien tampoco había logrado aún sus grandes y mayores victorias, lo iba a ser en Italia, donde era un ídolo para los tiffosi.

Poblet se impondría en la recta final de las etapas del Giro en veinte ocasiones. La maglia rosa que en este caso estrenó otro catalán, Salvador Botella, paró en sus manos durante su mágico 1961, año de su último Giro, sus últimos pasos por su última vez en una gran vuelta.

Pero no importó demasiado. Bahamontes y su victoria en el Tour acaparaban toda la atención mediática, así como sus nuevos intentos de repetir victoria. Dos victorias en la Milán San Remo significaban la primera conquista española en los Monumentos del ciclismo. Algo para que se le considerase algo más que un mero velocista, porque no lo era. Por si fuera poco, el primer podio en París Roubaix o en Lombardía le pertenecieron. Hasta que su paisano ‘Purito’ iluminó los focos entre la lluvia para que le apuntaran en el segundo español, también catalán, en ganar en la clásica de las hojas muertas.

El siguiente en pisar las piedras tan fuerte era también de orígenes catalanes pese al nacimiento argentino. Flecha actualizó a veces desde los mismos colores que Freire los éxitos de Poblet, las gestas y las cotas a las que fue capaz de elevar al ciclismo español en un momento donde sólo existían las suertes y posiciones en las grandes vueltas. Miguel fue sexto en el Giro en tres ocasiones consecutivas. Y aún así no pudo conseguir ser reconocido en casa, en un mundo que daba tres semanas a los ciclistas para convertirse en ídolos. Al final aplaudimos más lo que sale por la tele que lo que no. Ley de la inercia.

Y Poblet no copaba los minutos de gloria que otros, en una época donde Di Stefano y Gento levantaban Copas de Europa. A la sombra de aquellas otras épicas en blanco y negro, Poblet conseguía al menos dar motivos para tener hoy velódromos a su nombre en su amada y vanguardista Barcelona. Él era un gran pistard, campeón de España en seis ocasiones. En velocidad, su especialidad en el óvalo, pero también sobre el asfalto.

Ahora que el Tour no es nada para España porque el ciclismo está viviendo horas bajas y la bandera española no ondea en París desde Contador, los pequeños logros, las pequeñas victorias en clásicas se visualizan más. Es lo que hay que echarse a la boca, los pequeños destellos de futuros campeones que deben tomar el relevo en unas pruebas que acabarán por dar el fruto deseado.

Escrito por Jorge Matesanz

Foto de portada: RTVE // Fotos Interiores: Wim Dingemanse / Libertad Digital / El Periódico

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