Parecía apagada la estrella que iluminaba de triunfos al parisino Laurent Fignon. Después de vencer con autoridad dos ediciones del Tour de Francia, uno de ellos desafiando sin complejos la hegemonía de Bernard Hinault con un estilo abrumador y la juventud por bandera, el conocido como El Profesor llevaba tiempo, casi un par de años, sin verse como un verdadero aspirante a la victoria en la elite del ciclismo, tal y como demostró en sus inicios. Bien es cierto que tuvo una buena actuación un año antes en la Vuelta Ciclista a España, entre otras pruebas, pero distaba mucho ese Fignon respecto a aquel vencedor del Tour de Francia de 1984. La remontada de Fignon hacia esa segunda juventud como profesional tuvo como episodio inicial un sábado del mes de marzo, entre las carreteras de Lombardía y Liguria, camino de la célebre San Remo.
En eso no ha cambiado el mundo del ciclismo. La primera gran cita de la temporada, si hablamos de carreras de una sola jornada, sigue siendo la Milán-San Remo (con permiso por supuesto de la Omloop Het Nieuwsblad). El primer monumento de la campaña, la Primavera que nos recibe con sus prácticamente 300 kilómetros. Un día interminable encima de la bicicleta, para en muchas ocasiones ver un desenlace de apenas unos centímetros en la línea de meta de la Vía Roma. Laurent Fignon no contaba en ninguna de las quinielas previas de la San Remo de 1988. Los pronósticos daban como favoritos a rodadores experimentados y que estuvieran en un gran momento de forma. Así los nombres de Sean Kelly, Moreno Argentin o Vanderaerden sonaban con fuerza en la salida de Milán, el irlandés además ya sabía en aquel momento lo que era vencer la Classicissima tras su triunfo un par de temporadas antes.
Unos meses antes se ponía el punto final a la temporada de 1987 y las sensaciones de Laurent Fignon durante esa campaña no habían sido las mejores. Su objetivo para la siguiente temporada era volver al nivel que había desarrollado en los primeros años de su carrera, poniéndose como objetivo las carreras de tres semanas pero sin olvidar otras pruebas de importancia. El francés siempre tuvo en mente prepararse para Lieja-Bastoña-Lieja e incluso para Paris-Roubaix, carreras que por otra parte se retiró sin conseguir. Sin embargo cuando su masajista personal Alain Gallopin, hoy conocido director deportivo, le habló de la posibilidad de prepararse para vencer en la Milán-San Remo, Fignon no lo tuvo tan claro. Gallopin convenció magistralmente al corredor parisino, por entonces en las filas del Systeme U, de correr y afrontar con garantías la primera clásica del año, algo a lo que en su propio equipo no dieron mucha importancia, con el temperamental Cyrille Guimard, su director, algo contrariado con la decisión. De hecho tan solo quería mandar seis corredores a Milán, en lo que iba a ser un mero trámite.
La preparación del corredor galo para la Milán-San Remo fue intensiva, con entrenamientos tras moto y mucho kilometraje para coger el fondo adecuado. Hasta ese día sus resultados en esa campaña 1988 habían sido discretos y esperaba realizar una buena actuación en la clásica italiana. Como es costumbre en esta carrera, los primeros compases de la misma se disputan de una forma más relajada hasta que se toma la carretera de la costa, con los famosos capi, donde la cosa se comienza a poner seria. La fuga de la jornada, formada por cuatro unidades, fue neutralizada por el empuje de los hombres de la Gewiss-Bianchi de Moreno Argentin. Los ascensos a la Cipressa y ya en los últimos kilómetros del Poggio, marcan el devenir de la Classicissima , en esta ocasión no iba a ser diferente.
A pesar de los intentos de fuga de diversos corredores, todo apunta a una volata de un grupo reducido en los metros finales de la Vía Roma de San Remo. Sin embargo ni el italiano Maurizio Fondriest ni el propio Fignon están por la labor. Toman unos metros ya en las calles de la ciudad italiana, Fondriest es el que lleva la batuta, Fignon a su rueda espera paciente el momento de asestar el golpe final. El ciclista francés se siente vencedor cuando ve en el horizonte la pancarta de meta, con total superioridad en un sprint casi perfecto consigue vencer en la Milán- San Remo, la última vez que había vencido en una clásica fue en la Flecha Valona de 1986, un año después repetiría triunfo en San Remo. Después de este resurgir, llegaría en la siguiente temporada su complicada victoria en un Giro de Italia en el que tuvo todo en contra y los famosos ocho segundos en los Campos Elíseos que le privaron de hacerse con su tercer Tour de Francia, algo por lo que es injustamente recordado y no por su excepcional palmarés.
Escrito por Alberto Díaz Caballero (@Sincadenablog)
Foto: Sirotti