Italia siempre ha sido el país de la montaña en el imaginario colectivo. No hay duda de que la tiene y muy variada, haciendo aparecer de la nada auténticos colosos que otras muchas carreras ya quisieran soñar para sí. La montaña al final es la que arremolina a mucha gente alrededor de una etapa, tanto a pie de cuneta como por televisión. Los ciclistas marcan más distancias y tienen posibilidad de realizar más y mejores ataques. Por ello, al separarse unos de otros y disgregarse los grandes grupos, los aficionados que asisten a ver la carrera in situ tienen la ocasión de ver a sus ídolos más despacio, de forma más nítida.
En 1999 irrumpió en el panorama internacional el Angliru. Todos los diarios europeos se hicieron eco de la subida más cruel jamás conocida, desbancando de los rankings a las afamadas del Mortirolo -hasta el momento conocido como el puerto más duro del mundo- u otros pasos de gran nivel. Fue por ello por lo que la dirección del Giro entonces comenzó a explorar opciones para recuperar un estatus que, si bien no habían perdido, sí que se veía eclipsado por la Vuelta gracias a un único coloso.
La ya clásica subida por Ovaro, la cara más cruel de esta montaña, logró equilibrar la balanza. Pese a no ser tan extremo, sí que su continuidad en la ascensión permite similitudes y duelo con el Angliru asturiano. La carretera, eso sí, se encontraba en un estado bastante mejorable, si bien lo más preocupante era el túnel de la parte alta que tenía muy buenas fugas de agua. Arreglados los problemas, sólo faltaba ponerle el cascabel al gato y así fue en el año 2003, con victoria para Gilberto Simoni y una de las últimas buenas etapas de Marco Pantani. Con una durísima parte final, el concepto es bastante distinto de la continuidad que arroja la otra vertiente. Por Sutrio, digamos, se trata de un puerto clásico (durísimo) hasta que se convierte en un caballo salvaje con herraduras y rampas sacadas de alguna pesadilla.
Las localidades de inicio son buenos lugares para establecer un campamento base y realizar varias subidas en el entorno. Sella Valcada, Monte Crostis y otras sorpresas inimaginables hasta que te ves en ellas, son otros puertos a descubrir y ascender. Las rutas circulares son posibles gracias a la doble vertiente del Zoncolan, que por otro lado cuenta con escaso tráfico lejos de los fines de semana y, obviando la alta pendiente, permite descensos cautos, pero sobre buen asfalto. En todo caso, año tras año es recomendable actualizar la información por si la nieve ha efectuado mayor daño del habitual a las carreteras.
Ascender estos colosos significa tener una muy buena condición física y desarrollos acordes al reto. Son subidas que incluso a los más entrenados como puedan ser los ciclistas profesionales les cuesta en plena forma, por lo que para realizar una visita y no volver por el mismo camino sin éxito, hay que planificar el evento de forma adecuada quizá con entrenamientos en este tipo de terreno y de puerto.
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Escrito por: Lucrecio Sánchez (@Lucre_Sanchez)
Fotos: 1001puertos.com