Jim Ochowicz renovó el proyecto del conocidísimo 7-Eleven reencarnándolo en el Motorola que tan popular se hizo a lo largo de la década de los años 90. El norteamericano logró seguir adelante con estructuras ciclistas que han llegado hasta casi nuestros días como el ya extinto BMC o el CCC polaco, cuya licencia en el World Tour fue cedida al Intermarché belga en 2020. La creación del conjunto norteamericano en 1981 de la mano del ex ciclista fue capital para aportar en primer lugar experiencia a algunos ciclistas estadounidenses en la meca del ciclismo, Europa. Entre la incorporación, por ejemplo, de Andrew Hampsten, ganador entre otros de un Giro de Italia, y del ínclito Lance Armstrong, perteneciente a la época ya de Motorola, muchos ciclistas célebres llegaron a la élite y a ser conocidos gracias a pasar por este germen que después de una manera u otra derivaría después en el US Postal. Es más, muchos de los miembros del proyecto embrional de aquellos años coincidieron aquí: George Hincapie, Frankie Andreu o Kevin Livingston.
Después se convertiría en el súper equipo que después fue y del que todos conocemos su evolución y los sucesos que han acontecido en su dilata historia. Discovery Channel y en cierto sentido Astana o RadioShack fueron los que tomaron el testigo. El hilo, como se puede ver, es amplio y tiene longitud como para enlazar unos ciclistas con otros. Para bien o para mal, el ciclismo norteamericano le debe mucha parte de su historia a Ochowicz. La figura de su otrora amigo Lance ha sido defendida por el ex manager. Aunque alguna acusación también ha habido en un fuego cruzado que el ex ganador de siete ediciones del Tour de Francia ha mantenido con demasiados frentes que le quedaron abiertos de su época como ciclista profesional.

Motorola arrancó su andadura en 1991. El otoño anterior se anunció el relevo y herencia del 7-Eleven, del que se mantenían bastantes ciclistas. Por las filas del equipo estadounidense pasaron muchas otras figuras que se fueron incorporando a un proyecto tras haber pasado por el otro en algunos casos, como el de Raúl Alcalá, que tras un paréntesis en otras escuadras, regresó en 1994. Hampsten fue el mejor exponente de enlace entre ambos. Buenos éxitos a cargo del escalador americano, que se ganó el derecho a tener su curva en el Alpe d’Huez. La general del Tour fue un tanto su talón de aquiles, con el propio ciclista de Ohio peleando por entrar en el podio, sin suerte, como tampoco la tuvo el colombiano Álvaro Mejía, al que no le dio para alcanzar a Zenon Jaskula en el último puesto del podio de París.
En ese estreno llegaron corredores tan importantes para la historia del ciclismo como el australiano Phil Anderson, que hizo una campaña excelente nada más firmar por los americanos. El canadiense Steve Bauer o el británico Sean Yates también fueron puntales muy importantes en el estreno del nuevo patrocinador. El ciclismo anglosajón se fue incorporando a la normalidad competitiva del ciclismo internacional, rematada con la irrupción de un Lance Armstrong que se proclamaría campeón del mundo en Oslo. Corría el año 1993, el segundo del tejano en el conjunto del Motorola, y se enfrentó nada menos que al dominador del ciclismo mundial como era por aquel entonces Miguel Induráin. Después llegaron más victorias de lustre, como la Flecha Valona, San Sebastián, los Nacionales estadounidenses (que en realidad se disputaba en modalidad open y como una carrera más con una clasificación diferencial para los ciclistas del país, cuyo primer clasificado portaba durante un año las barras y las estrellas) y otras muchas. Pero ninguna victoria dio tanta repercusión o publicidad como pasean durante doce meses por las mejores carreras el arco iris más famoso del ciclismo.

También se llevó etapas en el Tour de Francia, que dieron mucha visibilidad a su maillot. Sin embargo, el día más recordado del Motorola no fue por un éxito, sino por todo lo contrario. El fallecimiento casi en directo de Fabio Casartelli en el descenso del Portet d’Aspet conmocionó al planeta entero. Por aquel entonces las emisiones televisivas eran excesivamente gráficas. Tampoco nadie se iba a esperar en directo semejante accidente. Aún décadas después de aquella desgracia, se recuerda entre escalofríos la memoria del entonces vigente campeón olímpico en Barcelona (1992). Su equipo entró en la meta de la siguiente etapa abrazados en homenaje al italiano. Unos honores prestados por el pelotón, que se tomó el día libre para recordar la memoria de Casartelli y bajar los pies a la tierra para darse cuenta de los peligros que tenía y tiene su deporte. El mejor homenaje tuvo lugar en Limoges, un par de días más tarde. Precisamente Armstrong fue quien apuntando al cielo cruzó la línea de meta escapado en solitario. Ese día no valía ganar en el sprint del grupo, sino que se necesitaba tiempo. Ese día todos fuimos Lance, todos queríamos esa imagen que dedicar a ese momento tan impactante en nuestra retina.
Un equipo que comenzó en puestos bajos del ranking de equipos y que fue escalando hasta ser de los punteros. Con esa espinita del Tour y el recuerdo de los éxitos conseguidos sólo unos años antes como 7 y Leven. Sus dos últimas temporadas tuvieron tono agridulce. En primer lugar, corredores como Axel Merckx o el recién incorporado Jesús Montoya habían tomado el mando. El “hijísimo” fue dejando destellos por el camino, mientras que el español tuvo un paso por Motorola algo decepcionante. Las dos peores noticias llegaron a finales del año 1996, con la desaparición del equipo y el anuncio de la enfermedad de Lance Armstrong, corredor franquicia de la escuadra norteamericana. Varios corredores de esta estructura recalarían en el US Postal. El ex campeón de siete Tours llegaría en 1998 para conquistar muchos hitos y después perder casi todos.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: Sirotti