Nelson Rodríguez Serna, conocido mundialmente como “Cacaíto”, es y será siempre uno de esos ciclistas difíciles de olvidar para aquellos que lo vieron batallar en Europa en los primeros años de la década de los 90. Un corredor que hacía justicia al nombre con el que el mundo del ciclismo ha conocido a los escaladores del país cafetero.
Nelson era la pura esencia del “escarabajo” colombiano. El “Cacaíto” era un fijo en las típicas estadísticas previas a una gran vuelta, esas que buscan la foto del más alto y el más bajo del pelotón. Con su escaso metro y sesenta centímetros, aparecía siempre junto a nombres de gigantes como Eros Poli o Mario Scirea, que rondaban los dos metros. Ofreció momentos de ilusión a una Colombia que esperaba un sucesor del mítico Lucho Herrera, y que se debatía entre la pasión por el deporte del pedal o la fuerza del balompié, que en el país latino encabezaban los Valderrama o “Tino” Asprilla. El pequeño escalador conseguiría además algo que puede resultar paradójico, pues se labró al mismo tiempo fama de ciclista combativo y de auténtico “chuparruedas”.
Nacido en 1965 en la localidad de Manizales, la bicicleta formó parte de su vida desde muy joven, pues era el medio con el que trabajaba para una ferretería local, haciendo repartos a domicilio. Dejaría el trabajo a los 19 años, en 1984, cuando entró a formar parte del conjunto Cafam. Así comenzaría el “Cacaíto” a hacerse un hueco en el exigente y competido ciclismo colombiano. Dos años más tarde, empezaba a dejarse ver en Europa, en una época en la que los escarabajos imponían su ley en carreras como la francesa Ronde de l’Isard, en la que Nelson ocuparía el segundo cajón del podio, detrás de su compatriota Julio César Cadena.
Sus buenas actuaciones le llevaban a dar el salto a un equipo de mayor envergadura en Colombia, el Pilas Varta, un equipo que buscaba además formar a los corredores, con un plan olímpico dirigido a los Juegos de Seúl’88. Llegaban así sus primeros éxitos internacionales, como la Vuelta a Martinica, etapa en la Vuelta de la Juventud Mexicana, y una etapa y la general de la Vuelta Internacional a Málaga, en España, en la que Nelson conseguiría ganar también la montaña y la regularidad, dominando de cabo a rabo la ronda andaluza. Con esa carta de visita, le llegó la primera oportunidad de volar al ciclismo europeo, pues tuvo la ocasión de fichar por un conjunto italiano, pero, caprichos del destino, olvidó su pasaporte en Manizales y con ello perdió el primer vagón hacia su sueño.
No tardaría de todas formas en cumplirse su objetivo. En 1988 se adjudicaba la cuarta etapa de la Vuelta a Colombia, y, fruto de la entrada de capital colombiano en el equipo español Kelme, se aseguraba el salto del charco con el conjunto hispano-colombiano. Antes, tendría el honor de representar a la tricolor colombiana en Seúl’88, terminando en 48ª posición en la prueba de ruta.
Ya en las filas del Kelme, conseguiría una nueva victoria en la Vuelta a Colombia’89, en la contrarreloj por equipos, y haría su debut en el Tour de Francia de 1990. Aún por pulir, “Cacaíto” ya apuntaba maneras en su primera Grande Boucle, en la que su escasa estatura le hacía sufrir en cada etapa llana, pero en la que consiguió rondar puestos meritorios en las jornadas alpinas, como su 23ª posición en Alpe d’Huez.
El rodaje en el Kelme le vino muy bien a Nelson, que en 1991, en el conjunto Pony Malta-Avianca colombiano, hizo historia para su país en el Giro de Italia. En aquella 74ª edición de la Corsa Rosa, “Cacaíto” se daría a conocer para el gran público brillando cuando la carretera se empinaba. El joven ciclista caldense sabía cuándo tenía que buscar su momento para “mover el árbol” e ir escalando posiciones en la general. Las batallas en el llano con los grandes rodadores italianos no eran para él. Así, antes de la primera CRI larga (43Km) declaraba a la prensa que se conformaba “con perder cinco minutos en Langhirano. Tengo en mente intentarlo en las etapas de Selva di Val Gardena y Monviso. Tras el incidente de Arias [que se lio a patadas y puñetazos con Armand de las Cuevas], hemos decidido ir siempre a cola de pelotón”.
Dicho y hecho, “Cacaíto” haría décimo en las etapas de Aprica y el Passo Pordoi, y logaría situarse en esa posición en la general antes de la crono del penúltimo día, 68Km de Broni a Casteggio. La contrarreloj, y la general, serían para Franco Chioccioli, mientras el pequeño escarabajo veía cómo se esfumaba el top10 para terminar 12º, superado por Eduardo Chozas y Vladimir Poulnikov. Aun así, se convertía en el mejor colombiano en la general de un Giro de Italia, una auténtica hazaña para un ciclista que salía del anonimato de la mejor manera posible.
Poco a poco iba Nelson ganándose las simpatías de pelotón y prensa, por su continua sonrisa y su buen humor, que destacarían compañeros, periodistas y rivales. Su fantástico Giro de Italia no había pasado desapercibido y Gianni Savio llamaba a su puerta para llevárselo al ZG Mobili, equipo en el que estaba la otra sensación del ciclismo sudamericano del momento, el venezolano Leonardo Sierra. En el equipo transalpino, en los años 1992 y 1993 sus únicas victorias llegaron en sendas etapas de la Vuelta al Táchira, en Venezuela, y volvió en ambas temporadas al Giro, siempre en lugares dignos en montaña pero muy penalizado en las cronos y etapas llanas, para terminar 29º y 20º respectivamente en las dos ediciones vencidas por Miguel Induráin.
Su mejor etapa sería en Corvara en 1993, en la que finalizaría séptimo entre la lluvia a tres minutos del ganador, Claudio Chiappucci. Su récord de mejor colombiano en el Giro había sido ya superado por un veterano Lucho Herrera, que se había aupado a la octava posición en 1992. También volvía en 1993 al Tour de Francia, aunque en este caso se entregaría al trabajo para el líder de su equipo, Gianni Faresin, a la postre 11º en la general, y no lograría brillar con luz propia, terminando en la 100ª posición de la general.
Llegamos en este recorrido al año en que “Cacaíto” se convirtió en imagen imborrable de los aficionados, su inolvidable 1994. Nelson Rodríguez volvía de nuevo al Giro de Italia, convertido en corredor importante de la formación de Gianni Savio. Nuevamente, pasó como pudo la primera semana, esperando que llegara su terreno, y, cuando empezó la montaña, comenzó a escalar posiciones en la general, siendo un testigo más de la irrupción del añorado Marco Pantani. Décimo en Merano, ya no extrañaba a nadie ver al moreno corredor con la vistosa maglia amarilla del ZG Mobili, resguardado a rueda de corredores que parecían doblarle en envergadura.
Al día siguiente llegaba el momento en el que “Cacaíto” se convertiría en personaje inolvidable. La etapa mostraba un perfil terrorífico, con casi 200Km en los que habría que afrontar el Stelvio y el Mortirolo, seguidos de dos subidas como el Valico de Santa Cristina y el final en Aprica, que sin extrema dureza, harían a los corredores notar la exigencia de los dos colosos anteriores. Marco Pantani, lanzaba un ataque salvaje en el Mortirolo, el líder Berzin, cebándose tras él, reventaba. Mientras, Induráin, fiel a su estilo, mantenía su ritmo y lograba superar al ruso para lanzarse en el descenso a la caza de Pantani. El tercer Giro de Italia del gigante navarro, que se entregaba para abrir hueco con Berzin, parecía en camino. Tras él, casi invisible para las cámaras, “Cacaíto” se pegaba como una lapa a su rueda. “Disculpe, señor Miguel, que no pueda darle relevos”. Entonces llegaría la recordada y dolorosa pájara de Miguelón en el supuestamente intrascendente Valico de Santa Cristina, que permitiría a Berzin minimizar daños y aferrarse a un Giro que ya parecía ser suyo. En aquella agonía, el escarabajo terminaría en cuarta posición de una de las etapas de mejor ciclismo de las últimas décadas, y empezaría a forjar su leyenda de “chuparruedas”, especialmente entre una afición española que no le perdonaría fácilmente aquella imagen del pequeño corredor escondido tras la espalda del ídolo de Villava.
En la vigésima etapa, jornada terrible con la ascensión al Agnello, Izoard por su parte menos dura, Lautaret y Les Deux Alpes, rozó una victoria de peso, al llegar a la cima final escapado junto Vladimir Poulnikov, que le superaría al sprint por media rueda. El colombiano subía hasta un histórico sexto puesto en la general. Al día siguiente, en Sestriere, Nelson mantendría esa sexta plaza, llegando octavo en la etapa que ganaba Pascal Richard. Lograba ser de nuevo el mejor colombiano en la historia del Giro, y superaba a Leonardo Sierra (7º en 1991) como mejor latinoamericano en una general de la Corsa Rosa.
Después de un Giro glorioso, el colombiano llegaba al Tour con signos de cansancio, pero con el objetivo claro de dejarse ver en las jornadas montañosas. Como siempre, le tocaría sufrir hasta llegar a los Pirineos. En cuanto comenzaron las cuestas, “Cacaíto” fue encontrando su golpe de pedal. Decimotercero en Hautacam, y cuarto en Luz Ardiden, lejos de Virenque, ganador de la etapa, y de Pantani, pero por delante de Induráin y el resto de los favoritos de la general. Llegaban los Alpes, y en Alpe d’Huez el colombiano no lucía a su mejor nivel, llegando 36º, quién sabe si guardando fuerzas para el día siguiente.
Nos situamos así en el otro día clave en la carrera de Nelson Rodríguez; el 20 de julio de 1994, etapa Bourg d’Oisans-Val Thorens, con paso por el Glandon y La Madeleine. Una etapa en la que asistimos a una de las mayores hazañas de Marco Pantani, que se iba al suelo al comienzo de la etapa, y, a punto del abandono y con lágrimas en el rostro, comenzaba una increíble e inenarrable remontada contra corriente que le llevaría a finalizar tercero en la cima de Val Thorens. Pero centrémonos en nuestro protagonista, que salía a rueda del ambicioso ataque de la Gewiss en La Madeleine. Bjarne Rijs, Piotr Ugrumov y “Cacaíto” se iban por delante en busca de la etapa. El danés se sacrificaba para el letón, haciendo un espectacular trabajo, mientras que el colombiano se resguardaba, fiel a su estilo, en la cola del terceto. En la ascensión final, desfondado Rijs, Ugrumov se dejaba el alma para llegar en cabeza y soltar a aquella lapa que se había soldado a su rueda trasera. Los intentos del de la Gewiss eran en vano, y el escarabajo de la ZG Mobili solo le daría un relevo, el más doloroso, el más especial, el de entrar en meta. Celebraba por todo lo alto el colombiano una victoria histórica, mientras que el orgulloso letón dejaba claro por medio de muecas y aspavientos su enfado por perder aquella etapa. Nelson Rodríguez Serna lograba así poner de nuevo su nombre en la historia del ciclismo colombiano, en uno de esos días que quedan grabados en la mente del amante del ciclismo. Terminaría decimosexto en la general, su mejor puesto en la Grande Boucle.
El listón estaba muy alto en 1995 tras el gran Giro y la etapa del Tour, pero Nelson Rodríguez partía de Perugia en la Corsa Rosa con ambición de superarse y ser el líder indiscutible del equipo de Gianni Savio. Pero en la octava etapa, camino del Monte Sirino, “Cacaíto” cometía un error imperdonable para un corredor de su experiencia, y se olvidaba de alimentarse correctamente durante una etapa de más de 200Km. Mientras Laudelino Cubino se llevaba la etapa en una gran cabalgada de las suyas, el colombiano sufría una enorme pájara que le dejaba, ya a las primeras de cambio, fuera de la lucha por los puestos de honor. “Cacaíto” asumió desde el primer momento su error, por lo que el golpe moral de verse fuera de la general fue duro. Aun así, fiel a su estilo combativo, se propuso luchar con ahínco por la victoria de etapa. Muy cerca de ello estuvo cuatro días después, en una jornada entre Pietresanta e Il Ciocco, en la que el corredor del Carrera Enrico Zaina, le batía en el sprint a dos por el triunfo. Quizás una de las derrotas más dolorosas para Nelson, que al borde de las lágrimas confesaba que necesitaba haber conseguido aquel triunfo para desquitarse de la terrible jornada del Monte Sirino.
Lejos de rendirse, volvería a dar muestras de su calidad en las subidas en las etapas alpinas que cerraban aquella 78ª edición de su carrera fetiche. El 1 de junio, la etapa tenía como grandes protagonistas los pasos por Agnello e Izoard camino de Briançon, y “Cacaíto” se metía en una fuga de mucho nivel en la que estaban corredores como su compatriota Hernán Buenahora o el suizo Pascal Richard. De nuevo mala suerte, un desprendimiento de nieve anulaba las ascensiones finales y situaba la meta 130Km después de la salida, al paso por el Intergiro en Chianale. Richard se llevaba el sprint por la etapa por delante de Rodolfo Massi y Nelson Rodriguez, que debía contentarse con el tercer puesto. En las dos etapas siguientes, no lo haría mal el colombiano; undécimo en Gressoney Saint-Jean, en el grupo de los elegidos y séptimo en Luino, también en el grupo del incontestable vencedor de la carrera italiana, Tony Rominger.
Terminaba “Cacaíto” en 16º puesto en la general a más de 25 minutos de Rominger, y además, veía cómo Oliverio Rincón, quinto final, batía su récord del año anterior como mejor sudamericano. Tampoco servía de consuelo su segunda plaza en la general de la montaña, y se quedaba el caldense sin saber qué habría pasado si hubiera echado mano a la bolsa de avituallamiento el día de Monte Sirino.
Con la decepción del Giro a cuestas y el cansancio acumulado en su lucha por las etapas, llegaba el colombiano de la ZG Mobili con poco fuelle para el Tour de Francia. Las carreteras del norte de Francia y de Bélgica, los adoquines, el ritmo endiablado del pelotón y la fatiga, fueron demasiado para “Cacaíto” que abandonaba en la séptima etapa camino de Lieja, el día que Induráin sorprendía al pelotón y nos regalaba una estupenda fuga junto a Johan Bruyneel.
El ZG Mobili se quedaba en el recuerdo, y Gianni Savio, y con él Nelson Rodríguez, continuaba su estructura con un equipo colombiano con participación italiana, el Glacial-Selle Italia. De nuevo el Giro de Italia sería el gran objetivo del escarabajo colombiano, que mostraba estar con ganas con un tercer puesto en la general del siempre exigente Giro del Trentino, tras Wladimir Belli y Enrico Zaina. Sin embargo, Nelson pasaría por su querida Corsa Rosa sin pena ni gloria, terminando en una discreta 24ª posición y sin llegar ni siquiera a luchar por ninguna victoria parcial.
Los mejores años del “Cacaíto” habían pasado, ya no llegarían más victorias ni escaladas históricas en las grandes cimas del ciclismo europeo. Acabaría sus años como profesional en el ciclismo colombiano, aportando su experiencia y simpatía entre sus compañeros, primero como ciclista y después como director. Todavía a día de hoy, se le puede ver con su bicicleta en carreras populares de su querido Manizales natal. Un ciclista peculiar, único e inolvidable, que fue protagonista de algunas de las mejores jornadas de ciclismo de los años 90, y, por encima de todo, una persona humilde, sencilla, carismática y con un sentido del humor que conquista a todos los que tienen la suerte de haber compartido buenos momentos con él. No se olviden de su nombre, Nelson Rodríguez Serna, “Cacaíto”.
Escrito por: Víctor Díaz Gavito (@VictorGavito)
Publicado originalmente en roadandmud.com