Opinión

Operación Puerto, el ciclismo de leche y la hipocresía con el dopaje

En primer lugar, quiero aclarar que se trata sólo de una serie de reflexiones que admiten proceder del subjetivismo y el pensamiento individual. Cada persona puede vivir una interpretación de las circunstancias que voy a exponer, así como del dopaje en particular. Hay personas que lo rechazan de plano, entre las que me incluyo, y hay otras que de haberlo, preferirían no enterarse (ojos que no ven). Otras que, estilo NBA, prefieren saber o intuir al menos lo que hay y contentarse con asistir a un puro espectáculo de exhibición, como el Pressing Catch de antaño con Hulk Hogan como cabeza visible. Para los que nos gusta el deporte como tal, estas opciones no son las más apetecibles. Aunque tampoco es agradable el panorama que se está viviendo en la actualidad y que, como los volcanes, amenaza con ir estallando de tiempo en tiempo, poniendo en marcha un ventilador imparable que en muchas ocasiones son más un boomerang. Parece que ahora las aguas bajan tranquilas. O no. Pero, claro, también bajaban tranquilas en otras épocas. Y vistas las decisiones y formas de gestionar de los mandamases del ciclismo, como para fiarse un pelo.

Creo que va a ser la primera vez que escriba directamente sobre la Operación Puerto como tal. Y hablo de ella por los efectos nocivos que tuvo, el daño que se generó a la imagen pública del ciclismo, la chapuza absoluta que fue en todos los sentidos y la sensación de haber puesto la casa patas arriba con la única consecuencia de haber dañado de forma casi irreparable a casi todo el ciclismo español. En primer lugar, por la mala interpretación de esta operación por parte de los estamentos ciclistas, que se dedicaron desde un primer momento a negar la mayor en lugar de salir del victimismo eterno para afrontar una realidad, que suele tener las patas más largas que la mentira, y construir cimientos sólidos para un deporte que realmente los sigue necesitando como el comer. Así se han solucionado históricamente los problemas en el ciclismo español, mirando para otro lado. En realidad, en más aspectos, pero el ciclismo es el que nos junta aquí. Y no sólo en lo relativo al dopaje.

En lugar de aprovechar el movimiento para reflexionar y marcar un punto de inflexión, de apoyo para tomar impulso, todo este asunto fue tratado de un modo muy populista, demagógico y como una caza de brujas, que en parte fue lo que fue. Se afrontó como una huida constante hacia delante. Algunos ciclistas de otros países admitieron los hechos, colaboraron y pagaron su deuda con las normas y la ética, y pudieron volver a competir con normalidad. Reconocer una práctica ya se constituye como un hecho probatorio. El caso más evidente fue el de Ivan Basso. Otros simplemente, reconociesen culpa o no, desaparecieron del mapa ciclista español, sin opción a seguir con sus vidas en el mundillo. La legislación en aquel momento no permitía a la justicia actuar, todo quedaba en manos de los agentes ciclistas, que efectivamente miraron para otro lado. Esos ciclistas fueron ajusticiados por la pura inquisición de lo políticamente correcto. Mejor dicho, unos sí y otros no.

Foto: Sirotti

Hay que entender que en 2006 el público se quedase estupefacto al descubrir que los Reyes Magos y el Ratoncito Pérez existen en forma de padres en lugar de lucir atuendos de grandes barbas y milenios pretéritos. El ciclismo despertó, cortó las cabezas que consideró no tenía más remedio que cortar para seguir adelante como si nada, con la vista puesta en el corto plazo. De un día para otro, esperando un Tour apasionante por suceder a Lance Armstrong, que secuestró durante siete años la carrera más importante del mundo para después dejarla desierta y repleta de silencio, Ullrich, Basso, Mancebo y compañía desaparecían del mapa. De golpe y porrazo, el ciclismo que conocíamos había pasado a mejor vida. Sin explicación, sin anestesia.

Un lado se dedicó a señalar a los mensajeros, los que destaparon, en mi opinión, de forma valiente todas estas tramas que, como los terremotos, han tenido multitud de réplicas. Algunos de aquellos que ahora sacaban a relucir los trapos sucios, aplaudieron la marcha de la dignidad de los equipos españoles del Tour de 1998 en toda aquella espiral del ‘Caso Festina’, viéndolo como una conspiración, el eterno victimismo. El fin del mundo. El tiempo, que es el mejor juez que existe, ha ido delatando a todos aquellos que se pusieron de perfil o directamente ni se pusieron en la portería. Las confesiones han ido cayendo una tras otra cuando ya el riesgo vale menos y la valentía lleva muchas comillas, cuando las acciones prescriben. También se ha ido involucionando en un ciclismo de leche, que da la sensación que viste ganadores temporales, por confirmar con el paso de diez o veinte años. ¿No crea esto más sensación de inestabilidad y de engaño? Al final se trata de modificar el ciclismo que muchos vivimos, y los recuerdos son complicados de modificar. Y si se hace, el sentimiento que va detrás no es precisamente bueno, suele ser más de desencuentro, un mal sabor de boca.

Por eso, en mi opinión es necesario parar. Estamos hartos de normativas irrelevantes como la posición en el cuadro al mismo tiempo que los sprinters se juegan el pellejo en rectas cuestionables o los líderes sprintan en llegadas en sucesión de curvas. Tal vez regular ese análisis de muestras durante la carrera, hacerlo más eficaz, invirtiendo más, que al final no hay mejor campaña de imagen en un deporte que garantizar su limpieza, y que todo este cuestionamiento se celebre durante la carrera, para aupar a los altares a quien se lo merezca y no tener que tachar con tipex el palmarés a diez años vista. Si con el tiempo se descubre lo que sea, es mejor dejarlo ir. La verdad no da la felicidad, lo da la ignorancia. Sobre todo acerca de lo que ya no puedes actuar, como es el resultado de una etapa. Meter la tijera a posteriori no es más que el reconocimiento de que los sistemas antidopaje están a años luz de funcionar y que la trampa va por delante de la policía.

Foto: Sirotti

El ciclismo de leche no es atractivo. Como tampoco lo es vivir con dudas. Esa incertidumbre se resiste cuando no te queda otra opción, pero si hablamos de deporte, se atraviesan las clásicas fases del duelo y, como estadio final, se abandona el gusto por el ciclismo. Porque es el fondo de la cuestión a la que quiero ir: ¿qué es peor: el dopaje o la mala gestión que se está haciendo de las consecuencias que este trae al ciclismo? Mientras tanto, no hay legislación clara al respecto y se establecen dobles raseros para unos y para otros. Unos son descabalgados de sus títulos y regalados a segundos, mientras que otros son declarados desiertos. Pero las consecuencias no son nunca la autocrítica y la propuesta de mejora para siguientes ocasiones donde el tramposo intente hacer saltar por los aires la fama del deporte. Sino populismo, palabras huecas, lavadas de manos, miradas al tendido y cortoplacismo, siempre cortoplacismo. Y no todo es culpa de los ciclistas, que en algunos casos han tenido que pagar o trabajar gratis para establecerse en el ciclismo. En muchos casos, no cabe duda, se habrán visto obligados interna o externamente a tomar decisiones para continuar o no la práctica deportiva profesional que les da de comer, no lo sé. También ha habido otros que han renunciado a este circo por no estar conformes con lo que observaban. Culpables necesarios y colaboradores de una situación que antepone el negocio y el interés al deporte. Malos compañeros de viaje.

El surf aprovecha el paso de las olas para subirse a bordo. El ciclismo no sólo las deja pasar, sino que se entrelaza a sí mismo los cordones de ambos pies para tropezar en caso de echar a andar. Ha sido así desde que tengo uso de razón (si es que eso ha imperado en mi cabeza alguna vez, que está por ver, y es totalmente subjetivo). El ciclismo es un lobo para el ciclismo. Hay que pensar en qué ciclismo queremos ver dentro de diez o veinte años, nada más. Pero al final este deporte se convierte, como siempre, en un mero medio y no un fin, cada uno mirando por sí mismo. Un deporte dejado a merced de las mareas de intereses que lo gestionan. De los aros que siguen existiendo.

La Operación Puerto fue una auténtica chapuza (perdón por encontrar una expresión poco culta). Tú sí, tú no. Tú puedes seguir corriendo, tú te tienes que refugiar en un calendario y equipo portugués, etc. Unos a la hoguera directamente, otros aceptados en su reinvención. ¿Por qué? ¿Cuál es el criterio? En unos casos había presuntos indicios, pero no fueron exculpados. En otros había los mismos presuntos indicios, pero sí fueron exculpados en este caso por la persona que presuntamente dirigía todo este entramado. Primero se desacredita a esta persona con la categorización poco menos que de anticristo para después creer su palabra a pies juntillas. Ninguna lógica. Los vetos selectivos nunca fueron una buena idea. Son muestras de frustración que generan únicamente más frustración por la sensación de injusticia. Y, ojo, que no se interprete esto como una defensa de las prácticas dopantes o en contra de la operación que llevó la Guardia Civil o la denuncia de todo este caso. Lo que critico es que los errores, por pura candidez del sistema, se pueden cometer en una ocasión. Pero no se deberían cometer en dos.

Gian Mattia D’Alberto / lapresse

Criticar esto, para mí, es apoyar a que las cosas se hagan bien. Al esfuerzo productivo y bien enfocado, buscando solucionar problemas de raíz, y que esa solución permita un periodo vital mejor que el que existía durante el problema. Remover el fango sin ningún fin concreto o con una mezcla de ellos contrapuestos y antagonistas nos va a dejar en el mismo punto, remando en medio del estanque con un solo remo. Y es que así está el ciclismo, remando corriente arriba con la única esperanza de que la tormenta pase.

Todos estos acontecimientos históricos generaron unos efectos nocivos en la confianza del público hacia el ciclismo. Entendible. Pero seguimos en el mismo punto. Como se rescribe la historia de algunas carreras años más tarde por la mejora en los medios de detección del doping, da la sensación de que la orilla nunca llegará. ¿Nos imaginamos a la FIFA invalidando a posteriori el Mundial de 1986 por el gol con la mano de Maradona y otorgándole en frío a Alemania su quinta estrella acogiéndose a que con el actual VAR se hubiese anulado? Seguro que de hacerlo las calles se inundarían de gentes histéricas desde Múnich a Hamburgo por conseguir tamaño éxito. Casos tan injustos como el de Abraham Olano, cuyas muestras fueron anuladas años después y le afectó no ya a nivel ciclístico, sino a nivel civil, perdiendo su trabajo como responsable técnico de la Vuelta a España. Otros ciclistas que dieron positivo han trabajado en el Tour de Francia aún sabiendo que habían dado positivo. La empresa privada también al servicio de las marcas blancas e inmaculadas en la dictadura de lo políticamente correcto.

En la actualidad tenemos casos como el de Nairo Quintana, que dio positivo por una sustancia ‘no dopante’. Ningún equipo World Tour, ni siquiera del Pro Team, le ha firmado. Con la publicidad que este ciclista, lejos de sus mejores días, puede reportar. ¿Debido a una especie de pacto antidopaje? ¿Debido a presuntas represalias de la UCI? ¿Debido a la imagen y los comentarios en redes sociales? ¿Por qué? ¿Entonces por qué pasar la patata a los equipos? Tan sencillo como aplicar sanciones de por vida a aquellos ciclistas que den positivo en alguna sustancia que las normas que apliquen dentro en 2030 prohíban. Mucho más claro todo, mucho más comprensible. Pero creo que no interesa la claridad ni la justicia, interesa el camino que permita cinco caminos más para así ir moldeando las decisiones según convenga. Huir hacia delante, mirar hacia otro lado.

PHOTOGOMEZSPORT / Luis Angel Gomez

El caso de ‘Supermán’ López es más complejo. Interviene el hecho de que por motivos extradeportivos ha estado en la palestra en demasiadas ocasiones, en demasiados escenarios diferentes. Pero igualmente ningún equipo ha apostado por firmar a un corredor que no ha dado positivo y que ha empezado el año 2023 arrasando en las carreras en las que ha participado. Sí, puede ser más fruto de la rabia que de sus condiciones ciclistas, excelentes hasta la fecha en sus años como ciclista profesional. Pero no deja de ser un caso muy extraño. La opinión pública parece haber fulminado a estos dos otrora líderes del ciclismo colombiano e internacional. La cuestión que cabe preguntarse es: ¿por qué?

Algunos piensan en conspiraciones del mismo modo que se hablo de lo mismo en el ciclismo español en 1998 o en 2006. Los héroes pasan a ser villanos con suma facilidad. Sin ningún motivo sólido para argumentar tal cosa a día de hoy, porque según las normas que rigen a la UCI para ejercer una sanción, ambos podrían seguir compitiendo en el World Tour perfectamente. Es más, López sigue compitiendo en la ventana que ha encontrado a la venganza en el Team Medellín y Nairo fue tercero en el Nacional de Colombia recientemente. No ha encontrado equipo, pero teóricamente podría. Estamos inmersos en ese mundo donde ya no sólo vale ser bueno, sino que además hay que parecerlo. Que es lo más complicado, porque desde luego si te ponen una mancha ya no encuentras oportunidad ni atención cuando quieres limpiarla o desmentirla. Y donde no llega la Justicia y las normas en vigor, llegará todo lo demás. Merckx dio positivo en 1969. ¿Hay que retirarle todos los honores por ser el mejor ciclista de la historia? Creo que nadie se lo plantea si quiera. Pero ciclistas que no han dado positivo, sí deben ser retirados de listados de honor en un acto tan hipócrita como absurdo, incluso dicho por ciclistas que teóricamente se verían favorecidos por esta medida.

Carril, senda, lo tomas o lo dejas. Normal que haya mucha gente que termine por bajarse. El ciclismo contra el ciclismo. Homo lupus homini. Mientras tanto, miremos al dedo en lugar del destino que señala.

Escrito por Jorge Matesanz

Foto de portada: Wladyslaw, CC BY-SA 2.5, via Wikimedia Commons

3 Respuestas

  1. Cuesta después de tantos años, el ponerse a escribir sobre estos temas. La Operación Puerto, una inmensa chapuza, tuvo infinitas derivadas. Como es imposible abordarlas todas en un mero comentario (haría falta una enciclopedia), siempre quedará algo sin abordar y será un análisis incompleto e injusto. Pero bueno. A ello que nos arriesgamos porque voy a escribir alguna cosilla.

    La Operación Puerto (mayo de 2006) hay que contextualizarla en una guerra entre los grandes organizadores de carreras (Tour, Giro y Vuelta) contra los equipos. Los equipos, encabezados por Manolo Sáiz. La guerra era, sobre todo, por el reparto de los derechos televisivos, que iban a parar íntegramente a los organizadores, mientras que los equipos, que ponían los protagonistas, no veían nada apenas de aquel pastel. Resumiendo, aquella guerra tuvo episodios muy chuscos. El más chusco de todos, la previa del Mundial en Ruta de Madrid de 2005. En aquella previa, Verbruggen incluso llegó a proponer que la selección española, que finalmente hizo bronce con Valverde, no fuese de la partida. Sobre este tema, esta web publicó un serial de diez capítulos, que animamos a leer, titulado “De guerras entre equipos y organizadores”

    La cuestión es que, una serie de alianzas, situaron a Manolo Sáiz en contra de los intereses de la Real Federación Española de ciclismo, que apoyó en aquel Congreso Mundial de la UCI de Madrid de 2005 la candidatura del ya fallecido Gregorio Moreno (organizador de la Vuelta a Burgos) para presidir la UCI.

    Finalmente, la candidatura oficialista de la UCI, apoyada por los equipos, y encabezada por el irlandés Pat McQuaid fue la que venció en aquellos comicios. Se podía decir que Manolo Sáiz había ganado. Pero aquella batalla le había enemistado mucho con la Real Federación Española de Ciclismo, y por ende con con el Consejo Superior de Deportes Español, organismo ya de carácter político. Por aquel entonces, era Jaime Lissavetzky el secretario de Estado para el Deporte en España.

    La cuestión es que, en éstas circunstancias, una práctica que, no nos engañemos, llevaba lustros y décadas llevándose , fue perseguida, con la sorprendente Operación Puerto, pillando a Manolo Sáiz en aquel lugar que no debía estar. Una práctica que, imaginamos, no era nada nuevo. La novedad era que la Guardia Civil interviniese. Interviniese en aquel momento y en aquel lugar y buscando a quien encontró. Pero quien escribe, sin ninguna prueba por supuesto, imagina que esas prácticas serían algo normalizado en el conjunto del ciclismo profesional.

    Para quien escribe, esta es la trama central. El resto son daños colaterales, y para despistar de esa trama central. Porque como bien escribe el autor del artículo, los implicados en aquella trama sufrieron diferente tratamiento. Nada uniforme, lo que da idea de la chapuza y de que los intereses de la Operación Puerto eran otros.

    Existe actualmente respecto al dopaje EN EL CICLISMO una corriente favorable a imponer unas penas muy duras. Para quien escribe, el dopaje es algo consustancial al deporte, como cualquier persona que tenga interés en investigar un poco comprobará. Por supuesto que quien escribe, tiene muy claro que doparse es trampa. Pero a quien escribe le llama la atención de que haya, en este momento histórico del ciclismo, una corriente de personas tan interesadas en cebarse en esta trampa, como si no hubiese muchas más trampas dentro del deporte profesional. Como por ejemplo, la trampa estructural de la Liga de Fútbol Profesional Español, en la que se admite que FC. Barcelona y Real Madrid partan estructuralmente cada temporada con mayores ingresos televisivos que el resto de clubes. Son trampas tan estructurales, tan intrínsecas a la propia competición, que apenas se discuten.

    Luego está el tema, muy al hilo en el caso de Quintana, de qué AYUDAS ERGOGÉNICAS son consideradas dopaje o no. Cualquier deportista de alto nivel necesita de ayudas ergogénicas para competir. Luego, dónde plantes la frontera entre qué ayudas son legalmente dopaje o no, dependerá de la voluntad del legislador deportivo, y, por tanto, de opiniones y raseros que pueden variar a lo largo del tiempo y la historia. Ponerse “tan digno” o “tan implacable” con quien supere esa frontera que, a juicio de quien escribe, es tan porosa y ancha, resulta, insisto, a juicio de quien escribe, demasiado presuntuoso. Todos sabemos a estas alturas, que ningún deportista va a pan y agua. Sin que eso signifique dar rienda suelta a aut´´enticos sinvergüenzas en el mundo del deporte que se ponen a abusar.

    En fin. Podría continuar. Pero ahora mismo, cuando oigo o leo hablar acerca de dopaje, lo primero que hace este humilde lector es ponerse una coraza en la que se lee bien clara la palabra: “Escepticismo”

  2. Y siguiendo con lo anterior, la propia historia ha demostrado, caso de Lance Armstrong es el más paradigmático, que los controles no positivos no implican que no haya dopaje. Lo que ya hace dudar de si la persecución que se realiza sirve verdaderamente de algo o no.

    Y también otra cosa que apunta el autor. El ciclismo, ¿qué ha conseguido con ser el deporte que más persigue el dopaje?. En esta sociedad tan hipócrita en la que vivimos, los casos de dopaje no han servido más que para que la inmensa mayoría de la sociedad piense que el ciclismo es el deporte más tramposo que existe. ¿Es eso positivo para nuestro deporte? En una sociedad ideal, no tan viciada, podría servir el compararte con los demás deportes y poder decirles: En nuestro deporte salen tramposos porque comprobamos meticulosamente que hay tramposos, no como en otros deportes, que apenas lo comprueban. Y claro, sin controles, no puede haber positivos. Y así se crea la falsa idea de que son deportes más limpios que el nuestro. La lucha contra el dopaje se ha vuelto, en esta hipócrita sociedad, en contra del propio ciclismo. Pero todos podemos imaginar, que en los demás deportes también se da el dopaje, por no decir otro tipo de trampas. Pero si no se mira, no se puede encontrar

  3. Respecto a lo que sucedió durante los años 1998 y 2006, quienes seguíamos aquel ciclismo nos sorprendimos. Pero no nos sorprendimos de las revelaciones que se hicieron manifiestas para el gran público. Para nada. Nos sorprendimos de las repercusiones que tuvieron en los grandes medios de comunicación y en el gran público que, al parecer, no seguía habitualmente el ciclismo durante todo el año.

    Quienes veníamos siguiendo el ciclismo desde los años setenta, como es el caso de quien escribe, no es que supiéramos con certeza lo que estaba sucediendo. Porque de no estar dentro y tener pruebas, nunca se puede decir eso. Pero después de tantos años siguiendo ciclismo, ya intuíamos lo que había. No hacía falta ser un lince para ello. Bastaba con seguir el ciclismo en su día a día. La afición convivía con ello. Lo veía con más o menos normalidad. Era lo que había y ya está. Por eso, cuando los escándalos saltaron a los grandes medios y al gran público, nuestra reacción fue de sorpresa, como diciendo: “¡Anda! ¿Pero no lo sabían?” Yo en ese momento sí que percibí una absoluta separación entre cómo lo percibíamos los aficionados de todos los días, de los aficionados circunstanciales, que se aproximaban al ciclismo solamente cuando los grandes eventos.

    Pero en ningún momento percibimos que tras aquellas revelaciones y “palabras gruesas”, sobre todo tras lo sucedido en 1998, las cosas habrían de cambiar mucho. Más allá de cambios de cara a la galería. Al menos, así lo percibí yo en aquel momento. Y respecto al ciclismo actual, uno sí que reconoce que las formas han mejorado. Pero los ciclistas, como cualquier deportista de nivel profesional, necesitan ayudas para competir. Respecto a eso, la idea no ha variado. Lo que ha variado es, a peor, la hipocresía de la opinión pública repecto a su visión de este tipo de ayudas.

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