Durante muchos años ‘El Niño’, el mimado del pelotón, la carita de ángel que todos querían entrevistar, saludar o incluso adorar cuando era tiempo de ser su gregario. Sevilla, el que fuese gran estandarte del Kelme de los años 2000, una vez Roberto Heras y Fernando Escartín dieron por finalizada su etapa verdiblanca, sigue en activo con casi 46 años. Y no sólo en activo, lo cual ya tiene mérito, sino competitivo, con victorias y buenas posiciones en carreras, normalmente en el entorno de Colombia, país con el que tiene una relación especial.
En su carrera hubo un año clave, que fue el 2001. El maillot blanco del Tour fue un amuleto excepcional para presentarse en la Vuelta de ese mismo año a peleársela al mismísimo Ángel Casero, un ciclista mucho más hecho y en plenitud. Las cronos por aquel entonces pesaban mucho más que las montañas, que eran bastante más leves que ahora, dicho sea todo ya de paso. Aquella crono de Madrid donde defendió la piel del oso antes de ser cazado, como mucha prensa había publicado, acabó con un sueño y arrancó otro, el ser líder absoluto de una de las escuadras top de aquel momento.
Segundo clasificado, top ten del Tour y un futuro apasionante por delante, ya era una auténtica estrella del ciclismo profesional con apenas 24 años. La temporada siguiente iría muy bien, con la Vuelta a punto de caramelo a falta de una montaña cruel, el Angliru. La temible cima asturiana había sido la tumba de su rival, Ángel Casero, en la última ascensión al coloso. En esta ocasión habría más elementos en juego. El primero, un Roberto Heras en un estado de forma excepcional. Pero otro ciclista también lo estaría, llevándose a la postre la carrera: Aitor González. Aquella tarde el maillot oro que parecía asentarse en las espaldas de Sevilla fue a parar al salmantino, que aprovechó un sorprendente ataque del rodador Aitor González, que para más inri era compañero de escuadra del líder. Aquello se vio como una traición por parte del albaceteño y costó al parecer mucha mano izquierda para serenar los ánimos. El alicantino era el más fuerte, pero se había saltado las órdenes lógicas del ciclismo de respeto al líder.
No sólo le hizo sombra, sino que permitió que el desfallecimiento anticipado por su compañero le bajase finalmente de una foto de Madrid que ocupó Joseba Beloki, flamante segundo clasificado en el Tour. Una Vuelta que parecía iba por fin a encumbrarle, pero al final la terminó sin ser ni siquiera el líder de su equipo.
Las lesiones y problemas varios le llevaron a centrar el tiro de nuevo en la Vuelta en 2003. De nuevo perdió el foco, el protagonismo por la irrupción de otro compañero. Una nueva sombra, el longevo y todavía activo Alejandro Valverde. Es cierto que nadie sabía la grandeza que este ciclista iba a cobrar ni la dimensión del ciclista en el que se iba a convertir. Pero coinciden ambos en el hecho de que han alargado sus carreras al extremo, superando ampliamente los 40 años de edad en la competición. Valverde al máximo nivel hasta el final de sus días. Sevilla en otra categoría.
El Phonak fue su destino tras el Kelme. Los alicantinos pasaron a ser Comunitat Valenciana y el de Ossa de Montiel firmó por el equipo suizo. Álvaro Pino estaba al cargo, pero entre que el equipo entró muy fuerte en el fin de la primavera, con una Dauphiné que hizo tambalearse hasta al mismísimo Lance Armstrong hizo entrar en pánico a los mandamases del ciclismo, al establishment. En el Tour fallaron, al igual que en la Vuelta, a excepción de Santi Pérez. Pero Sevilla pasó a tener un papel bastante discreto. Tanto que aceptó un contrato con el T-Mobile de Jan Ullrich y Vinokourov (dos nuevas sombras) en clave de gregario en el Tour. Y así hizo, con una función bastante interesante en un rol diferente, más sencillo.
Después todo el affaire de la Operación Puerto terminó con su trayectoria al máximo nivel y comenzó otra sombra, la de la sospecha. Encontró acomodo por un año en el Relax-Gam, que a su vez reclutó para sus filas a hombres como Paco Mancebo. Viejas glorias en su momento que han podido sobrevivir durante años en el profesionalismo a buen nivel. El Rock&Racing fue el nuevo destino, con otros antiguos nombres del ciclismo europeo. Duró poco esa aventura. Un positivo le recluyó a equipos colombianos, donde ha ido combinando victorias con noticias curiosas como la consecución por su parte de la doble nacionalidad. Así, desde 2012 ya es también colombiano.
Un corredor que cobró gran fama y que más tarde ha sido más famoso por su longevidad que por los sucesos intermedios, que le restaron credibilidad en el aficionado medio durante un tiempo. Volvió a encontrar su sitio, sí, ha ido recuperando parte del crédito. Cada uno tendrá una visión, por supuesto.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto: Sirotti
Excelente .en Colombia encontró su segunda patria y creo que a ayudado mucho a las nuevas generaciones sobre la forma de correr en Europa.
Excente artículo, quisiera compartirlo en mi web con los créditos correspondientes
Saludos Rubén,
Gracias por el comentario. Encantados de que le des difusión en tu web.