Existe una gran metáfora en el hecho de nacer en una encrucijada de caminos. Es sinónimo de tener todas las opciones a mano, saber qué caminos tomar, cuáles conducen a un lugar o al opuesto. Probar todos los palos de la baraja es algo muy ciclista, como bien sabe nuestro protagonista, natural de San Martín de Valdeiglesias, a medio camino entre Ávila y Madrid, pese a pertenecer a esta última provincia. No podía tener otro origen que la Fundación Víctor Sastre, de la que han surgido, no por casualidad, grandes talentos del ciclismo profesional como el propio Carlos Sastre, el longevo Paco Mancebo o Pablo Lastras.
El ‘Penkas’ ciclista será siempre recordado por su determinación. Donde ponía el ojo, ponía la rueda. Es difícil determinar si el ganador de etapa en las tres grandes se filtraba en las fugas buenas o era él quien las hacía buenas en sí. En todo caso, inteligencia o liderazgo, ambas cualidades por las que fue, es y será recordado. Lo que no se puede negar es lo selecto de su palmarés, mayor mérito por haberlo cosechado cumpliendo simultáneamente con la eterna función de ser el ancla de una estructura que le debe haber mantenido la entereza en momentos muy complicados. El faro de operaciones, la prolongación de una dirección deportiva que ahora ejerce con una interesante línea de actuación: determinada y sin complejos, una buena labor de contrapeso con un equipo acostumbrado a otras cualidades.
Conocer todos los caminos, haber estado en esa encrucijada que conforman todos los ciclismos, le hace ser buen guía, un mediador legítimo. Sentir la bicicleta tan dentro y vivirla tan intensamente en primera o en tercera persona hace recurrir a cajones de la memoria que hace más fácil retrotraer a una sensación, a una fórmula que ayudó a solventar una situación, a una reutilización de un ensayo y error pretérito. Lastras tiene ante sí la responsabilidad de mostrar por dónde acometer la línea recta entre punto y punto.
Debutante en el Banesto post-Indurain de 1997, ha experimentado lo que es llevar a las espaldas un maillot que tanto ha hecho disfrutar y del que no se espera nada menos que lo mejor. Más aún cuando en sus riendas está el único equipo español del World Tour. Una responsabilidad a la que no es esquiva, con tareas a veces arduas como dirigir el talento desbocado de alguno de sus pupilos, como bien hemos podido ver en las entregas del documental ‘El día menos pensado’, donde Movistar hace una disección de los problemas que ofrece el día a día en el ciclismo.
Sin embargo, pese a ese debut tan temprano, no sería hasta el mes de mayo de 2001 cuando saltó a la fama para el aficionado medio. Ya más de veinte años de una victoria en Gorizia, ciudad incluida en la ruta del Giro dos décadas después, que disparó su popularidad. De haber existido Twitter y las redes sociales bien se podría afirmar que hubiese subido muchos seguidores. Todos los que ahora tiene, viviendo otro papel más secundario, entre las bambalinas que dan poco mérito de puertas hacia fuera (el ciclismo, valga la redundancia y la obviedad, es un deporte de ciclistas), pero importan para construir y elaborar los éxitos. Mantener la tensión o relajarla, dar confianza o restarla, hacer volar los sueños o cortarlos de raíz. Todo por dar al ciclista lo que necesita para triunfar, aunque sea impopular.
Se encumbró de forma definitiva en la Vuelta a España. Corría el año 2002, sólo una temporada después de su estreno del casillero en el Giro, cuando el entonces Ibanesto.com perdió a sus dos bazas para la general por un abanico inoportuno camino de la califal Córdoba. El equipo supo reconstruirse y ofrecer un abanico de victorias que inició el madrileño ese mismo día. Sólo diez meses más tardes completó el álbum de las grandes en Saint Maixent-l’Ecole. Muy pocos ciclistas son capaces de lograr este título honorífico con tan sólo dos años de diferencia entre la primera y la última victoria. Por poner un ejemplo reciente, Alberto Contador necesitó nada menos que cinco temporadas para conseguirlo, considerando sus victorias en la edición 2011 del Giro, título del que fue desposeído por su positivo en el Tour de Francia anterior, victoria que también le fue rectificada.
Un destino caprichoso que le ubicó en un lugar privilegiado, pero que tenía un capítulo intermedio complicado que fue motivo de su abandono del ciclismo profesional. La Volta a Catalunya y una caída acabaron con su trayectoria profesional en 2015, cuando iba camino de emular de forma adelantada en el tiempo en longevidad a su ahora y todavía pupilo Alejandro Valverde. Con Gorizia empezó todo. Un ciclista ejemplar. Un director con el que no se tiene por qué estar de acuerdo en todo (adoquines, García Cortina), pero que sin duda no deja indiferente y al que no se puede reprochar ni logros ni coherencia.
Escrito por Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Foto: Sirotti