Atenas, agosto de 2004. Uno de los mejores marcos arquitectónicos será el elegido por un ciclista italiano para conquistar el cielo olímpico, un oro que le aseguraba llevar durante cuatro años un casco dorado, un título que nadie le iba a poder arrebatar durante casi mil quinientos días. Paolo Bettini, apodado el ‘Grillo’, era una de las sensaciones del ciclismo. En una época donde el ciclismo italiano brillaba, con excepciones, dentro de sus propias fronteras, el ciclista del Quick Step internacionalizó su marca hasta el punto que se le podía considerar una de las estrellas del ciclismo junto al mismísimo Lance Armstrong, ganador en aquel momento de siete Tours y absoluto rey de la carrera más importante.
Paolo basaba su fama en las clásicas, aunando una forma de correr agresiva, donde apenas se escondía, y una punta de velocidad que le permitía ganar a velocistas puros en su propio terreno. Por si fuera poco, escalaba y atacaba en puertos cortos. Elementos que, junto a su gran inteligencia, conformaron una auténtica máquina de ganar. Levantaría los brazos en más de sesenta ocasiones, con el propio oro olímpico como mayor logro, si bien hay que incluir los dos maillots arco iris consecutivos o clásicas como la Lieja-Bastogne-Lieja (ésta en dos ocasiones), el Giro de Lombardía o la Milán-San Remo, entre muchas otras victorias de calidad.
Ganador de etapa en las tres grandes, apenas se prodigó en el Giro. En sus años de esplendor optó por preparar el Tour de Francia o, sobre todo, la Vuelta, que encajaba mejor en su ruta hacia el final de temporada y el Mundial. Al focalizar sobre las Ardenas, la corsa de casa quedaba en un segundo plano por la cercanía con sus objetivos principales. Finalmente se llevaría etapa en las tres grandes, si bien las ocasiones en que ha triunfado en el Tour datan del año 2000, donde levantó los brazos en la previa a la montaña en Dax.
Las generales nunca fueron su territorio, pese a que sí lograse conquistar el tridente de la Tirreno-Adriático, un trofeo en su momento codiciado por los clasicómanos de la época que estaban preparando Milán-San Remo y su asalto a los primeros monumentos de la temporada. Intentó brillar en las piedras, pero no consiguió llegar más allá del 4º puesto en E3 en el año 2002. En el nacional italiano tuvo máximo de efectividad, con dos títulos en dos participaciones. Clásicas como las de Zurich, San Sebastián o Hamburgo están en su palmarés.
Sobre todo, es recordado por su valiente forma de correr, ésa que le reportó muchos triunfos y le hizo poner en riesgo y perder muchos otros. Así se recuerda a los campeones y a los ciclistas que marcan un lustro por encima de muchos otros a los que ni siquiera les ha dado el aire. El ‘Grillo’ además contagiaba su sonrisa, su alegría en salidas y metas, y eso le hacía uno de los ciclistas más valorados del pelotón.
Escrito por: Lucrecio Sánchez (@Lucre_Sanchez)
Foto: Sirotti