El halcón es un animal relacionado, como no podía ser de otra manera, con el aire. También con la agudeza visual, con la velocidad, con el dinamismo. Ese depredador que ya mastica el gusano cuando ni siquiera el humano lo ha imaginado. Que captura a su presa con el sigilo que permite la elegancia en el vuelo, pero la voracidad de un tiburón siciliano. Así fue Paolo, Il Falco, apodado así por la analogía que supuso en el ciclismo italiano: veni vidi vici, como reza la frase latina acuñada a Julio César. Y así ejerció en ese baile del río revuelto que le encumbró en tres ocasiones.
La primera, en 1999. Ese año llegaba a Borgo San Dalmazzo la caravana de la Corsa Rosa. El outsider de Saeco que se había llevado el extinto Giro del Trentino, se avalanzó suicida sobre uno de los más peligrosos descensos jamás realizados en ciclismo: La Fauniera. Entre la niebla se veía trazar el contraste de un maillot rojo que se intuía inalcanzable. Entre miradas de sus rivales, Il Falco voló sobre el cielo de las leyendas. Sí, así de espectacular fue. Una vez entró en meta, ya no había vuelta atrás. Lo que se ha inventado no se puede desinventar. Los que han abierto la boca contemplando una gesta no podrán evitar pensar recurrentemente cuándo será la siguiente. Y a Savoldelli se le esperó primero y se le ignoró después. Así volvería al primer plano, agazapado, esperando el momento adecuado para cazar su presa.
Sea como fuere, el ciclista nacido en Clusone ha ganado las mismas maglias rosas que Gilberto Simoni, dos, y ha sido uno de los pocos de los años 90 y 2000 que ha sabido refugiarse en retaguardia para repetir. En su analogía con una situación culinaria cualquiera, podría ser ese comensal que cortésmente ofrece la última porción de comida para acabar comiéndose el pan del comensal contiguo. Es decir, Savoldelli se llevó dos Giros no siendo tal vez ni el más fuerte ni el más alto ni el màs guapo. ¡Si es que no hay nada como la eficiencia! En 2002 fue dejando cocinar a fuego lento a sus rivales para golpearles con un bate por la espalda. Sucedió en aquella mítica etapa del Passo Coe en la que los favoritos fueron cayendo uno a uno al precipicio cual pelea de ninjas. Desde un jovencísimo Cadel Evans, la maglia rosa, hasta un Aitor González que pasaba por ser el gran tapado en espera de una contrarreloj. Todos cayeron en la tela de araña de un ciclista al que sólo esperaban ver aparecer bajando y que les asestó un duro golpe subiendo.
En 2005 el gran favorito era Ivan Basso. Sus actuaciones exitosas en el Tour de Francia marcaron a sus rivales, no sin razón, ya que, con el poderoso CSC a cuestas, sembraba el pánico. Una edición durísima y llena de outsiders se transformó en el segundo título de Il Falco, que supo apoyarse en su inteligencia y esperar el desfallecimiento de su rival en el Stelvio. Basso quedaba eliminado en ‘su majestad’, todos miraban entonces al ágil Simoni, al que le esperaba un tercer Giro. No estuvo lejos, y lo intentó por tierra, mar y aire. Sin embargo, el ascenso a la tierra de Finestre fue marcado por la incomprensible ayuda de Ardila y Van Huffel, dos escaladores del Davitamon-Lotto que no pintaban nada en ese entierro. Le salvaron la vida a Paolo por segundos, incapaz de resistir la incesante ofensiva de los escaladores, que levantaron las alas para intentar despegar hasta el último día. Por la cima de Finestre la carrera era una. En la meta de Sestrieres, otra.
Fue su gran aportación al Discovery Channel, que elevaría al cielo su séptimo trofeo de campeones del Tour de Francia. Una pieza que faltaba en un equipo completísimo, con los mejores corredores del momento en cuanto al gregariato. Le dio tiempo no solo a participar de la fiesta, sino a crearse una propia y ser motivo de celebración con su victoria parcial en Revel, a la puerta de los Pirineos. Y es que a la chita callando, el italiano se ha labrado una trayectoria más que interesante, con la constancia de las victorias y con la leyenda de los descensos, siendo considerado tal vez el mejor bajador de todos los tiempos. Y no habrá nadie que pueda ubicar a nadie por encima. Como mucho, a la par de Il Falco, el ave rapaz que supo capturar exactamente las presas que necesitaba para saciar su apetito.
Escrito por: Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Foto: Sirotti