De padres catalanas y nacido en San Sebastián, este magnífico ciclista desarrolló su carrera profesional entre los años 1984 y 1994. Seis equipos contaron con él en sus filas, desde el Orbea que sería de Pedro Delgado y fue más de Cabestany, al Euskadi de 1994 que le vio poner punto y final a una trayectoria bastante conocida entre los aficionados a caballo entre los últimos años ochenta y los primeros noventa. No muchos triunfos, pero bien escogidos, fue una referencia y un ídolo para mucha gente, pese a coincidir temporalmente en una era de grandes talentos españoles, con gran poder mediático que eligieron sus años de apogeo para explotar y mostrar sus mejores días.
Como buen pistard, su dominio de la contrarreloj fue bien conocido. Ahí basó sus grandes logros en el ciclismo profesional. Finalizó su periplo por el óvalo en 1983, justo un año antes de saltar a la carretera para disputar pruebas importantísimas como la Vuelta a España, donde consiguió una meritísima 15ª posición. Debutó en el Tour en 1985, pero antes fue 4º en la ronda española, donde su compañero Delgado se alzó con la victoria final. Esa primavera, aún antes de esta magnífica prestación en las grandes vueltas, el vasco se llevó la Itzulia. Un título que supone sin duda uno de sus mejores triunfos como profesional.
No fue en la contrarreloj donde logró la ventaja, sino en el primer sector de la última etapa, con meta en Beasain. Le quitó el amarillo a José Luis Laguía y confirmó en la crono final su superioridad para anotarse un triunfo soñado por cualquier ciclista vasco. Batiría al que más tarde sería uno de los grandes protagonistas del Tour, del año y del lustro como Greg LeMond, de quien había sospechas de ciclista con una gran calidad, pero que aún no se había destapado a la altura que hoy se le recuerda. Kelly, Lejarreta, Delgado… los rivales no fueron sencillos y Peio que empezaba a enseñar qué clase y dimensión de ciclista podía llegar a ser.


Uno de sus momentos mágicos tuvo que ver con el Tour de Francia. Ruiz Cabestany acudía con el fin de ayudar a Pedro Delgado en aquella edición de 1986 que iría a parar a manos de Greg LeMond. En esos primeros días de carrera, mientras el pelotón atravesaba los parajes de Normandía, el vasco iba a aprovechar un escarceo en los últimos kilómetros para dar alcance a Federico Echave y lanzarse a por la línea de meta de Évreux tras dejar a su compañero de escapada. Lo sufrió, el pelotón no le dejó un solo segundo.
Tuvo algún año mejor en el Tour, como en 1990, donde acabaría 12º en la general final. Pero se le dio mejor la Vuelta a España. Nunca pasó de ser cuarto, aunque lo fue en dos ocasiones. Esa pujanza le llevó a hacerse con dos victorias de etapa, sendas contrarrelojes de la Vuelta de 1990. Un gran año el del vasco, ya que además luciría el maillot amarillo de líder y que se quedó a menos de medio minuto de dar alcance a Anselmo Fuerte en la clasificación general final y haber pisado al menos una vez en su carrera el podio en una de las tres grandes. Fue en la ONCE de Manolo Saiz, del que saltaría al Gatorade de Gianni Bugno.
Se retiró en 1994, año en el que debutó un proyecto que ha sido histórico para el ciclismo vasco como es el Euskadi, el que se conoció y afamó notablemente como Euskaltel Euskadi y que hoy es el Fundación Euskadi. Aún no lucían el naranja, pero Peio no pudo retirarse sin antes haber contribuido a que el proyecto echase a andar. Después ha sido comentarista, cicloturista y ha estado muy involucrado en el ciclismo de forma activa, si bien los nostálgicos aún recuerdan su clase y calidad sobre la carretera.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: Noticias de Guipuzcoa // Interiores: Pinterest