Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. En el caso de Peter Sagan, sus virtudes van a generar símiles con el cine de Ciencia Ficción —David Millar lo definió como un Jedi — y va a ser analizado con lupa toda vez que es el primer aspirante a corredor total al que se le podrá seguir con detalle su trayectoria deportiva, incluso antes de dar el salto al profesionalismo como en el caso del Mundial Junior de Ciclocrós 2008.
Tras unas etapas de conocerse a sí mismo (2010-2011), de evolucionar hasta que Cancellara le pusiera en su sitio (2012-2013), involucionar tras la marcha de Slongo en 2014 y retornar a la senda ganadora con Patxi Vila en 2015, por fin consiguió llegar a la cima clasicómana en 2016. Temporada en la que no sólo fue el mejor ciclista de pruebas de un día sino el mejor corredor de todo el pelotón profesional, como así fue galardonado por la UCI.
Para un saganista, como es mi caso, la primera etapa, como sucede en el primer amor, es en la que más locuras se cometen. Servidor, ya talludito, tuvo el honor de ser el primer no eslovaco en ataviarse con una bandera del país de Sagan y gritar como un energúmeno a su paso en la etapa de El Escorial de la Vuelta 2011. Para convertir en más descacharrante la escena, Peter iba de cháchara con Cancellara, crecidito éste en modo aquí yo soy la estrella. Cuando un moreno enjuto se puso a reclamar la atención del mocoso, Fabian se quedó totalmente atónito. Un pipiolo Sagan, nada habituado a esos recibimientos fuera de su país, me obsequió con su bidón — guardado como oro en paño desde hace diez años— y gracias al canario Agus ese instante ha sido inmortalizado.
El año 2012 se recuerda con mucho cariño gracias a creaciones hilarantes como la de Chema-Izoard con el Treno Pagafantas de Liquigas y su táctica del “Que viene, Que viene, Uh, Uh, Que viene, Que viene Uh, Uh”. A su vez, quien les escribe perpetró una analogía bizarra con los personajes de la serie El Príncipe de Bel Air y la plantilla de Liquigas 2012: Basso-Carlton, Daniel Oss-Geoffrey, Nibali-Jazz y por supuesto Peter Sagan desempeñando el papel de Will Smith. Los corredores se metieron tanto en el guion, que la táctica clasicómana del equipo de Roberto Amadio pasó a ser el “Balones a Sagan”, vistos los conatos de escapada de Oss en Strade Bianche y en la primera etapa de Los 3 Días de La Panne de esa temporada.
Pero no todo fueron dichas para el saganismo. Tuvimos que convivir con una legión de haters; éstos lapidaron al eslovaco sin compasión y engendraron el que seguramente sea el apodo más inapropiado en la historia del ciclismo: “Sagundo”. En ese periodo involutivo comentado, Sagan acumuló un exceso de segundos puestos y nuestros oponentes de ciclismo-sillón vinieron a decir que Peter Sagan era un segundón… cuando es uno de los 20 ciclistas profesionales con más victorias de todos los tiempos, en fin…
Hasta que Richmond en 2015 lo cambió todo. Si no te quedaste afónico cuando cruzó la meta en solitario para así proclamarse Campeón del Mundo no eres un saganista con certificado de autenticidad… lo que se pudo sufrir desde que soltó a Van Avermaet. Al día siguiente inicié mi compra de prensa belga cada vez que Peter pegaba un pelotazo, la cifra la ha dejado en cinco, que visto el panorama de 2014 es para estar satisfecho.
Comentábamos que cambió todo porque los haters se escondieron en la cueva y las locazas vivimos una paz interior equivalente a la que se siente cuando tu equipo de fútbol logra un título que se le ha resistido. Pero también cambió Peter, por fin en 2016, aunó el ser ganador con continuidad y plasmarlo en citas de máxima enjundia. A su vez, sus payasadas absolutamente inadmisibles como la de ponerle la mano donde no debía a una azafata fueron sustituidas por momentos delirantes como el vivido en la presentación de su equipo Tinkoff en Harelbeke. El propio Sagan hizo de speaker de su conjunto y al cantar el nombre de Michael Gogl le añadió la palabra “Maps”. Como podréis imaginar Michel Wuyts —el gerifalte belga de las narraciones— tuvo que guardar las formas para no terminar por los suelos.
Con el cetro del mundo del pedal en su mano y las retiradas de Cancellara y Boonen —la de éste fue unos meses más tarde pero ya estaba en su declive — todo hacía pensar que Peter iba a tiranizar las pruebas de un día pero nada más lejos de la realidad.
En 2017 tuvimos a un Van Avermaet que se pegó un festín primaveral y Sagan se fue con una triste Kuurne en la buchaca —traducido en lo futbolero un Carranza— y pudo salvar la temporada al convertirse el primer corredor de la historia en retener la prenda arcobalena dos años consecutivos.
En el posterior ejercicio ciclista comenzaron los diseños de calendario ultraconservadores para el eslovaco. Esto le supuso llegar corto a su prueba gafe Milán-San Remo y afortunadamente alcanzó la forma óptima en Roubaix para así, tras entrar primero en el Vélodrome, salvar la Campaña del Norte de 2018.
2019 se barruntaba como el año del asentamiento. Sus rivales de años previos eran más veteranos que él y no se adivinaba la irrupción de contrincantes pata negra en su hábitat natural. Pero las previsiones ruteras más optimistas con los dos cocos del ciclocrós se quedaron cortísimas. Si quitamos vaticinios, a priori, fantasmones como el de Jorge de Zona Zero Pirineos : “el ciclismo de ruta no está preparado para la llegada de Van der Poel”.
En un retorno a los símiles con el Séptimo Arte, en particular con la Saga Terminator, si Sagan es un T-800, Van der Poel y en especial Van Aert se van a convertir en el T-1000. Hago todo lo que tú hacías antes (escalar, esprintar, ardenear, pedrusquear, cronear y brillar fuera de la ruta) pero mejor y más rápido. Incluso aunque me desintegren puedo volver a mi morfología original.
Por tanto Peter se topa con dos rivales a los que no se había enfrentado nunca. Cancellara poseía armas de las que no disponen Van der Poel y Van Aert —como sus ataques videojuego de plataformas en los que adquieres inmunidad provisional y mientras te dura te cargas a los malos sólo con rozarlos— pero Sagan al menos tenía recursos para derrocar a Fabian en algunos contextos, como los chuleos que le suministró en el Tour de 2012 que tanto enojaron al ciclista helvético. De modo que a Peter no le va a quedar más remedio que dar lo mejor de sí mismo para poder aspirar a derrotar a los dos nuevos ciclistas molones.
Pero hete ahí que Peter no sólo no evoluciona sino que alcanza unos registros atléticos inéditos en él por sus bajos valores a consecuencia de una espiral de malas decisiones (elección del calendario), enfermedades (gastroenteritis y COVID) y del peaje de un divorcio; situación esta última que siempre termina descentrando al deportista profesional.
De modo que el soñado duelo del T-800 contra los T-1000 no se ha podido saborear y la mayoría de carreras en las que han coincidido se han saldado con estados estratosféricos de éstos frente a un Sagan que incluso no llegó a terminar pruebas como un Europeo o una Amstel.
Quedaba la pequeña esperanza de que el eslovaco fuese alistado por Lefevere. Para segura la muerte; pero, visto el poder regenerador que ha tenido en Cavendish su retorno a la Manada de Lobos, bajo esta premisa se intuía un Sagan capaz de codearse con los chicos del ciclocrós. Algo que sin ir más lejos logró el que hubiese sido en 2022 de recalar en el conjunto flamenco su compañero de equipo Kasper Asgreen.
Pero Peter no ha priorizado sus resultados deportivos y sí abusar de corredores tasa —hermanísimo Juraj incluido— para que le acompañen en la aventura gala. De este modo ha recalado el Total Direct Energie, una estructura que ni de lejos garantiza los resultados del conjunto belga. El balance final de esta decisión lo conoceremos en unos meses, pero los saganistas tenemos que ver la botella medio llena: todo pelotazo que pegue Peter será un regalo.
En las buenas y en las malas… saganismo.
Escrito por: Miguel González (@gzlz11)
Foto: @ACampoPhoto