Año 1980. Debuta en el Peugeot un ciclista que va a marcar un antes y un después en el ciclismo internacional. Phil Anderson, nacido en Londres, iba a ser el histórico primer maillot amarillo del Tour de Francia de nacionalidad no europea. ¿Pero si nació en Londres? Tampoco estaba el mundillo muy acostumbrado a ver a un británico brillar al máximo nivel, todo sea dicho. Pero Phil Anderson era (y es) australiano, así que computa como parte de la historia del ciclismo a todos los niveles, más aún cuando la palabra globalización está en boca de todos con el omnipresente World Tour y el cambio de guardia en cuanto a las nacionalidades que están tomando el control ya es más que una realidad un hecho ya del pasado.
Phil tuvo catorce temporadas de carrera como ciclista profesional. Todos ellos en equipos de primer nivel, como el mencionado Peugeot, del que pasaría al Panasonic en 1984. De ahí al también mítico TVM en 1988 y finalmente el Motorola de Lance Armstrong, Álvaro Mejía y compañía en 1991. En 1994 colgó la bicicleta tras los Juegos de la Commonwealth de Canadá, pero su retirada real fue, cómo no, en París, tras el Tour de Francia que coronó precisamente por cuarto año consecutivo a Miguel Induráin. Una carrera que le aupó a la fama en 1981 debido a aquella tempranera etapa pirenaica con final en Pla d’Adet en la que su tercer puesto le valió para lucir el maillot amarillo al día siguiente.
Corría el año 81 y por entonces el ciclista había saltado a la fama, entre otras cosas, por llevarse una etapa de la París Niza. Era compañero de equipo de otro ciclista que iba a marcar una época como Stephen Roche, que logró aquella hazaña que nadie ha podido igualar después (Merckx antes): Giro, Tour y Mundial. También coincidió con Robert Millar, otro de los míticos británicos que pusieron el ciclismo patas arriba, aunque a otra escala con respecto a la del irlandés.
Lo que en los Pirineos de 1981 podía parecer fruto de la casualidad, realmente no lo fue: había ciclista detrás. Tan sólo un año más tarde fue 5º en la general final y, lo más prometedor, mejor joven en París. Ya fue décimo en el año de su debut, tampoco es que pareciese que Phil Anderson desapareciese después de su hazaña. Es más, fue segundo clasificado de la general desde la crono de 26 kilómetros (sexta etapa) el día posterior al amarillo hasta la etapa de Morzine. Hinault tomó el mando en Pau y no lo soltaría ya hasta París. El aviso estaba dado.

No pasó de esa quinta plaza de 1982, aunque la repetiría en 1985, otro Tour que rompió muchas barreras imaginarias gracias a Greg LeMond. Ese año dio cierto respeto porque se llevó la Dauphiné en la previa a la gran prueba francesa. Anduvo toda la carrera a un gran nivel, siempre entre los diez primeros de la general, con buenos avisos en Roubaix y en las cronos, donde rindió excelentemente bien. No ganaría etapa ni tendría tanta presencia como en 1982, donde fue líder nada menos que nueve etapas y además se llevó un triunfo en Nancy. Ganó dos etapas en el Tour, consiguiendo la segunda de ellas en Quimper, en el año 1991.
‘Skippy’, como era conocido en el pelotón por su origen aussie, también lo intentó en el Giro, pero no pasó de la séptima plaza en la general final. Se llevó, eso sí, dos etapas en sendas ediciones. En lo que destacó fue en las vueltas cortas, con victoria en nada menos que trece generales. Alguna de ellas de gran prestigio como la Dauphiné anteriormente mencionada, la Vuelta a Suiza, el Tour de Romandía o la Setmana Catalana. También alguna algo más exótica como el Tour de Gran Bretaña, la Vuelta a Irlanda, la Vuelta a Suecia o la Vuelta a Dinamarca. El Tour del Mediterráneo también se convirtió en un coto de caza particular.
En clásicas tuvo también un papel destacado. Amstel Gold Race le vio ganar en 1983, así como E3, Zurich, París Tours o Milán Turín. Un palmarés que acumuló 71 victorias de buen prestigio y que sólo dejaron en blanco el último año, un 1994 donde ya a los 36 años tocaba despedirse de algunos escenarios tan especiales para el. En Suiza fue segundo en una etapa, tercero en una clásica italiana a comienzos de temporada, cuarto en una etapa del Tour… Era el momento de dejarlo, cuando aún se tuviese un recuerdo dignísimo de un ciclista espléndido y que pasó a la historia como el primer australiano en lucir el amarillo del Tour, pero que tuvo detrás una carrera repleta de éxitos.
Después vinieron los demás compatriotas que ya han llegado a cotas que el ex ciclista ni siquiera pudo soñar. Esa lucha contra los estereotipos y la historia que le llevó a abrir la puerta a muchos ‘canguros’ que después han hecho carreras brillantísimas en el nivel de élite, como el propio Cadel Evans, el primer australiano en izar la bandera de Australia en los Campos Elíseos, Michael Matthews, también ciclista de grandes escenarios o Neil Stephens.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: Sirotti