HC Historia

Piotr Ugrumov, el letón de la Gewiss

Los recuerdos en torno a Ugrumov vienen por aquel cuero cabelludo al aire, esas pedaladas frías por dentro y destructivas por fuera que inundaron de alarmas rojas el ciclismo de Miguel Induráin y se entremezclaron con sus éxitos. Enfrentarse a un capo no te convierte en otro, pero sí te asegura una derrota digna. Y Piotr, otra cosa no, pero derrotas dignas firmó más de una. En todo eso parecía un alter ego de Pantani, ya no sólo por la apariencia física de los primeros años con los resquicios de pelo a dos aguas por encima de las orejas. 

Un escalador temido, de esos a los que era difícil tomar la medida, como buen ex soviético. Estaba en un conjunto, el Gewiss-Ballan, que martirizó al dominador del ciclismo internacional de la mano de este letón y de Evgeni Berzin. Este último fue el único ciclista capaz de derrotarle en su plenitud, siendo el gran Miguel el de aquel año 1994. Ugrumov no llegó a tanto, pero sí le dio un par de sustos de gran importancia. 

El primero en el Giro del año anterior, en las rampas de Oropa. Tras una cronoescalada brutal a Sestriere de 55 kilómetros ganada por el español, el desgaste de la misma favoreció a uno de los mejores fondistas de la historia. Cuanto más largo o más duro, mejor. 

Se quedó a menos de un minuto de la hazaña. En el Tour del año siguiente, tras haber sido Berzin quien pusiese el cascabel al gato, se esperaba que el ciclista letón apretase al español. Y vaya si lo hizo, con un final de Tour estratosférico. La cronoescalada a Avoriaz llevó su sello y allí derrotó al Induráin de Hautacam y Bergerac, un auténtico tirano sobre un recorrido que se suponía anti Miguel. 

Ugrumov con Abdoujaparov © Sirotti

La Gewiss siguió intentando dar campanadas. En el Giro de Italia de 1995 ambos líderes se hicieron coincidir para asegurar que el dorsal 1 y el aspirante al trono de Induráin en algún frente consolidasen el dominio como equipo de los italianos. Los problemas se capitalizaron en dos palabras: Tony Rominger. El suizo les ganó la partida porque supo pescar en río revuelto, como hiciera en su primer título de Vuelta a España con las guerras entre Perico y Montoya. Las guerras internas entre Ugrumov y Berzin por asumir la capitanía del Gewiss terminaron por dejar la casa sin barrer. 

Con Rominger compartió el hábito de explotar bien tarde en su carrera. Nació en 1961 y con 32 comenzó a despuntar del todo. Aún así, no estuvo mal en algunas grandes vueltas previas, como en la Vuelta donde Mauri e Induráin se enfrentaron en duelo en el año 1991. Ugrumov alargó su carrera hasta 1999, pasando por el también mítico Roslotto y el Alessio antes de colgar la bicicleta. Aún con la Gewiss tuvo tiempo de ser cuarto en el Giro de 1996, de competir en los Juegos Olímpicos de Atlanta con la selección rusa, y de ser top ten en el Tour que le dio la puntilla a Induráin ese mismo año. 

Se podía pensar que sin el navarro es más que probable que tuviese dos grandes en su poder. Pero bien es cierto que sin el corredor de Banesto en liza tampoco se las ha podido llevar. Tampoco fue muy ganador. Más allá del Giro Baby en su años mozos y una Vuelta Asturias, su balance de victorias incluye una etapa en el Giro y dos (consecutivas) en el Tour, coincidentes con sus años dulces en dichas pruebas. 

Un ciclista muy recordado y del que siempre se esperaba lo mejor. Aún pese a su gran motor y el miedo que metió a muchos aficionados españoles, le faltó siempre un pelo (sin chistes) para llegar a conseguir esos grandes éxitos que la Gewiss sólo consiguió a través de Berzin y en una sola ocasión. 

Escrito por Lucrecio Sánchez

Foto de portada: Wikipedia – Eric Houdas

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