La atención es una de las variables psicológicas esencial, dentro de las que influyen en el deporte y en el rendimiento deportivo. Como muchos otros conceptos psicológicos, es algo que todo el mundo sabe lo que es, pero es bastante más complicado definirla. Dentro del deporte, podríamos describirla como la capacidad para estar alerta a lo que nos demanda una actividad que estamos llevando a cabo, y por tanto ser capaces de recibir y asimilar la información que se va produciendo y tomar las decisiones sobre qué vamos a hacer, acordes al análisis que hayamos realizado sobre esa información e intentando que sean afectivas y en el momento adecuado.
Al igual que el resto de variables psicológicas, es una habilidad que se puede trabajar, modificar y mejorar, a pesar de parecer inicialmente que es una cualidad que se tiene o no y es inamovible. Con el entrenamiento y trabajo adecuado, puede mejorar sustancialmente.
¿Hay una atención o varias?
Hay varias modalidades o tipos de atención, dependiendo de los estímulos en los que nos fijemos, en su dirección y amplitud.
En cuanto a la dirección, la atención puede ser interna o externa. Esta diferenciación refiere a si los estímulos que atendemos son los que se producen dentro de nuestro organismo o externos a él. La atención interna es por tanto cuando nos centramos en sensaciones (Dolor, sensación de bienestar, cansancio…), respuestas (el pulso, la respiración…), pensamientos (“No puedo más”, “sigue así que vas muy bien”…) o auto-diálogos (“Sigue centrado en las buenas sensaciones, que lo estás haciendo muy bien”, “Con este sufrimiento no puedo rendir como debería”…). Por el contrario, la atención externa es cuando nos centramos en cualquier cosa “fuera de nosotros” por ejemplo, la carretera, los rivales, el paisaje, el clima, un ruido que hace nuestra bicicleta, la conversación que oyes cerca de ti….
En cuanto a la dimensión de la amplitud, la dividimos en atención reducida y amplia. Será reducida cuando el número de estímulos sea uno o una parte limitada del mismo, y amplia cuando sean varios los estímulos en los que está posada nuestra atención.
A su vez, estas dimensiones se combinan dando lugar a otras cuatro: Atención interna-reducida, atención interna-amplia, atención externa-reducida y atención externa-amplia.

En función de la actividad a realizar, será más conveniente usar un tipo u otro, sabiendo sobre todo de antemano qué es lo más adecuado en cada situación, y sobre todo qué es lo más beneficioso a utilizar para nuestras características en ese momento concreto.
Obviamente, que la atención no es la misma por ejemplo durante un entrenamiento en solitario que con el resto de compañeros o en una carrera o marcha competitiva o haciendo rodillo en casa, o en los momentos en los que no pedaleamos como en las fases pre y post-competitivas. E igualmente, dentro de una misma situación y contexto, fluctuará según las demandas externas o internas que vayan sucediendo y cuál sea nuestra respuesta.
Por lo tanto, una estrategia muy útil, es establecer o planificar de antemano qué tipo de atención es la más adecuada para nosotros en cada situación y momento (p.ej. podemos plasmarlo al hacer la planificación de la marcha o carrera), y al conocerlo, podemos ser conscientes más fácilmente si lo estamos haciendo correctamente o no, para modificarla si fuera necesario. Por ejemplo, al subir un puerto, sabemos que lo que mejor nos suele funcionar es marcar nuestro ritmo, por tanto una atención interna-reducida. Nos centramos en nuestras sensaciones y no pasar de determinadas pulsaciones o potencia. Si por el contrario pasamos a una atención externa, reducida o amplia, que sabemos que no nos funciona, como por ejemplo tratar de seguir la rueda de otro ciclista o ir en grupo o ir pendiente de todo lo que nos rodea, puede ocasionar que no rindamos adecuadamente, “explotar”, no acabar lo que estamos haciendo, etc.

¿Qué puede provocar que nuestra atención no funcione correctamente?
Una de las causas principales, puede ser por no usar el enfoque atencional adecuado a la situación o momento, a veces por un aprendizaje incorrecto. Por ejemplo por usar un enfoque interno cuando la situación requiere uno externo, o al contrario, o usar el enfoque apropiado pero en lugar de centrarnos en todos los estímulos relevantes, solo hacerlo con alguno de ellos.
Otras causas pueden ser por déficits atencionales que pueden deberse a una sobrecarga atencional y/o conflicto de las demandas. Por ejemplo cuando el deportista tiene mucha información y compleja a la vez (por ejemplo un director que da muchas instrucciones a la vez en mitad de una prueba en un momento crítico, puede ocasionar un rendimiento más bajo). El conflicto puede darse cuando el ciclista quiere hacer cosas que son incompatibles, sea por iniciativa propia o por instrucciones de su director. Por ejemplo intentar hacer dos cosas a la vez que no son compatibles como “Ataca y a la vez guarda fuerzas”,
A veces también ocurre cuando hay una actividad mental extra que interfiere. Son sobre todo pensamientos que nos vienen a la mente cuando se está desarrollando la actividad y no nos dejan centrarnos en los que debemos, y lo suele acentuar el cometer errores, aunque otras veces también el estar haciéndolo mejor de lo esperado, y empezar a hacer “castillos en el aire”. Otro ejemplo muy significativo en el ciclismo es la atención consciente a las sensaciones corporales como el dolor o sufrimiento, que hace que esos pensamientos interferentes y negativos, afloren con mayor facilidad y nuestra atención no sea la que necesitamos.
Del mismo modo, un nivel de activación muy alto o muy bajo, también puede originar que nuestra atención no sea la que precisamos.
Por último, las condiciones ambientales a las que nos enfrentamos, que no podemos controlar, pero que repercuten, habitualmente de un modo negativo, en el control de la atención.
Por lo tanto, con las estrategias y el entrenamiento adecuado, se puede trabajar este aspecto tan esencial en el ciclismo, influyendo directamente en el rendimiento deportivo, dotando al deportista de herramientas eficaces que puede aplicar en los momentos adecuados y repercutiendo en otras variables relacionadas como la autoconfianza y el estrés.
“No miréis hacia atrás con ira, ni hacia adelante con miedo, sino alrededor con atención”. (J. Thurker)
Escrito por Samuel Arroyo (@psicologiamtb)
Fotos: Álvaro Campo
Incluido en el nº9 de High Cycling