Como diría cierta marca de ropa deportiva, impossible is nothing. Al tiempo que el sentido común indica que los mejores días de Primoz Roglič han quedado atrás, el campeón esloveno sigue rompiendo moldes y resistiéndose al inevitable declive que a todo deportista de élite termina por llegar. Vencedor del Giro y en busca de su cuarta Vuelta a España, las únicas metas realistas que le restan por alcanzar son incluir en su palmarés la Vuelta a Suiza para completar el pleno en rondas de una semana HC, optar a alguna clásica postrera como Lombardía o ganar el Tour de Francia.
Entre todos ellos, el más difícil con suma diferencia es el tercero de ellos, dada la superioridad manifiesta que han establecido su compañero Jonas Vingegaard y su compatriota Tadej Pogačar a lo largo del último trienio. No cotiza que en condiciones normales el líder de su Jumbo Visma en la edición de 2024 será el vencedor de las dos últimas ediciones. Roglič debería continuar en las filas del conjunto holandés, pero no se puede dar nada por supuesto en el ciclismo de hoy, ni siquiera la continuidad o no de los ciclistas en un equipo. Que le pregunten a Evenepoel sino.

En caso de reeditar una temporada como la de 2023, el esloveno sería de la partida en el Tour, con aspiraciones en la clasificación general y en rescate de Vingegaard en situaciones en las que su papel sea clave para decantar la balanza en favor de su compañero. Esa doble baza sería una garantía, sobre todo para el equipo. Es cierto que cuesta pensar en un Roglič victorioso ante los dos primeros clasificados en la ronda gala durante los tres últimos años. En un cara a cara, las opciones de Primoz deberían ser reducidas. Eso sí, como elemento táctico, no tiene precio.
Y en esa refriega de ataques alternos como se dieron en la ascensión al Galibier puede salir beneficiado un ciclista de tan alta calidad para empresas de ese tipo. Porque ese día si Tadej Pogačar decide dejarle marchar ante la intensidad de los ataques que tanto Primoz como Jonas le estaban dirigiendo, el Tour hubiese sido completamente diferente. Un ciclista capaz de plantarle cara a Remco Evenepoel en la Vuelta y meterse en el bolsillo un Giro de Italia es porque la calidad (y las piernas) está ahí. Por lo tanto, por potencial, el esloveno tiene opción de ganar un Tour. Más aún cuando en 2024 se sabe que finalizará con una contrarreloj durísima entre Mónaco y Niza, su terreno.

Más problema habrá para liderar el Jumbo Visma, confiado en las opciones del doble campeón, con quien compartirá galones en la Vuelta a España. Esa dupla, inédita desde que se repartiesen los trofeos en Dauphiné y Tour, puede dominar cualquier vuelta por etapas. No hay otra en el ciclismo actual más efectiva. Es más, Roglič se ha vuelto más eficiente que nunca, sabe controlar sus gastos de energía, juega más que nunca con la sangre fría, se conoce como nunca y gana. En Volta Catalunya fue claramente superior a Remco Evenepoel. En Tirreno Adriático jugó con sus rivales y les dejó desgastarse antes de lanzarle un dardo letal que dejó la carrera sentenciada.
En julio de 2024 estará camino de los 35 años. Ganar el Tour con 34 años y 9 meses le metería de lleno en la historia al ser el segundo ciclista más veterano en lograrlo, por detrás de Firmin Lambot, quien lo hizo con 36 años en 1923. Con una edad similar, aunque cuatro meses más joven, venció Cadel Evans (2011). Chris Horner ganó la Vuelta con 42, un signo más para la esperanza. Aunque la tendencia del ciclismo vaya por otros derroteros, Roglič está demostrando que tiene capacidad para medirse a ellos, y por qué no pensar que se den las carambolas necesarias para verle de amarillo en París. O en Niza.
Escrito por Jorge Matesanz
Fotos: ASO / RCS