El ciclista barcelonés ha tenido una trayectoria muy exitosa a lo largo de sus dieciséis temporadas como ciclista profesional. Logró alrededor de medio centenar de triunfos, bastantes de ellos en plazas de primer nivel como las tres grandes o clásicas también de primer orden como Lombardía o Flecha Valona. En generales tampoco ha ido mal servido, con las dos carreras de una semana españolas más prestigiosas en su mochila, como Volta Catalunya o la Itzulia. En las de tres semanas pisó el podio de las tres, sin conseguir ningún triunfo en ninguna de sus veinticuatro participaciones. A punto estuvo de conquistar Giro y Vuelta en 2012, pero Hesjedal y Contador se cruzaron en su camino.
En el Tour, donde ha ganado tres etapas, fue tercero tras Froome y Quintana, siendo de los más fuertes en montaña. Catorce victorias de etapa en Giro, Tour y Vuelta dan la razón a quienes afirmaban que esas carreras eran territorio abonado para Purito y que no debía renunciar a ellas. Cinco podios no es una cifra fácilmente alcanzable.

¿Y en la Vuelta? Fue su carrera, la que le lanzó a la fama definitivamente y la que tras muchos años de gregario le hizo creer en sus posibilidades como líder único de una escuadra. En Katusha, año 2010, descubrió que podía con las tres semanas no sólo como remolque de grandes líderes como Alejandro Valverde u otros. Era el momento de cambiar el chip y marcar un antes y un después para el catalán, que hasta ese año únicamente había conseguido una victoria de etapa, en Pla de Beret, todavía con el maillot de la ONCE. Con Saiz vivió su primer día de líder en una grande.
En esa época pre-Katusha había vivido aventuras en la ronda española. En Saunier-Duval ofreció un buen rendimiento y recibió toda la confianza de sus directores, pero no pudo responder con victorias o con buenos puestos en la general. Fueron dos años que le dieron mucha confianza también como ciclista de élite. En Caisse d’Epargne fue firmado como gran escudero de Alejandro Valverde. El murciano estaba en su plenitud y el catalán, muy bueno en cotas cortas, fue clave en la consecución de las dos primeras victorias en Lieja para él.

En la Vuelta fue también un salvavidas. No pudo hacer nada para evitar su derrota ante Vinokourov en Granada. Tampoco para evitar su caída del podio en 2008, donde realizó una sensacional subida al Angliru junto a su líder, y un 2009 donde fue un claro outsider a meterse entre los primeros debido a una fuga camino de Sierra Nevada en lo que era la etapa reina de la carrera. Un papel muy secundario para el gran hacer que demostraba. Era tiempo de emigrar y buscar en un equipo extranjero lo que no podía encontrar en casa.
2010 supuso ese cambio de mentalidad. A su victoria en el Tour, añadir la moral que le supuso verse con los mejores allí. Vio que era capaz y en la Vuelta se creció. Se vistió de líder en Vilanova i la Geltrú tras escalar el incómodo Rat Penat, aunque perdió el recién estrenado rojo sólo un día más tarde en favor de Igor Antón. Cuando el vasco cayó en las faldas de Peña Cabarga, donde ganó el ciclista de Parets del Vallés, aunque el líder ya fue Vincenzo Nibali. Un desfallecimiento del italiano le dio el rojo a falta de la definitiva contrarreloj de Peñafiel, en la que perdió seis minutos y con ellos las opciones de subir al podio. El público estaba de su lado y fue muy reconocido por fin. Ello le iba a convertir en un favorito de aquí en adelante.

En 2011, en un recorrido que parecía preparado para él, fracasó en los grandes puertos. Ganó de forma espectacular en dos repechos durísimos como Valdepeñas de Jaén y El Escorial. Vistió de líder y terminó lejos de los primeros lugares. En su lugar, el Katusha tenía la baza de Dani Moreno y el catalán se dedicó también a apoyar esa causa.
Su año, sin duda, fue 2012. Era el año. Su gran actuación en el Giro le dejó un regusto por la posibilidad de haber ganado aquella edición. Tan sólo 16″ le dejaron fuera del rosa. La Vuelta era el momento para resarcirse. Y lo hizo en cierto modo. Se llevó tres etapas: Fuerte Rapitán, en Jaca, Mirador de Ézaro, en Galicia, y Ancares, en ese limbo entre León y Galicia. Llevó el maillot rojo desde Valdezcaray (cuarta etapa) hasta Fuente Dé (decimosexta). Doce días siendo el centro de atención y derrotando sistemáticamente a Alberto Contador y Alejandro Valverde, sus dos grandes rivales. A poquitos, la distancia en la general comenzaba a ser importante. Ni siquiera la crono le relegó ni hizo a Contador -más especialista- remontar en demasía.

Pero llegó Fuente Dé. Día de descanso y el español era líder con autoridad, tras haber remachado en meta una y otra vez ataques de Contador, que no cejaba en el empeño. Las etapas más duras habían pasado y ya no parecía que el madrileño iba a poder batir al de Katusha. Pasó lo que todos sabemos y ‘Purito’ de nuevo se quedó con la miel en los labios. Más aún después de haber sido de nuevo el más fuerte en la subida a la Bola del Mundo, en Madrid.
Llegarían dos años complicados para el ciclista catalán. El cuarto puesto final en 2013 y en 2014 fueron apaciguados por una victoria de etapa en el primero de ellos en la cima del Naranco asturiano. En ambos casos cedió la tercera plaza a Alejandro Valverde, que se mostraba superior en esos días clave. Su último año fue 2015. Ahí cambiaron las tornas y el de Katusha fue segundo en la Vuelta. En realidad, todo iba encaminado a la tercera posición, su mejor registro hasta aquella fecha en la ronda española, pero el hundimiento de Dumoulin en aquella mítica etapa de la Sierra de Guadarrama lo cambió todo. Despedida de la Vuelta desde el segundo puesto, todo un lujo.

Un balance total de nueve victorias de etapa. Una de ellas conseguidas en esa última temporada completa. Sotres, en la Asturias oriental, le vio levantar los brazos. De Ermita del Alba, un día después, salió vestido de rojo. Una prenda que, como no podía ser de otra forma, perdió en la última contrarreloj ante Tom Dumoulin. Una regularidad en la Vuelta fuera de toda duda. Desde 2010, cuando afrontó por primera vez la carrera como líder absoluto, sólo bajó del 4º puesto en 2011. El resto, dos cuartos, un segundo y dos terceros (o tres cuartos y un tercero, según la versión que se consulte). Un absoluto hombre Vuelta este Joaquim.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: Sirotti