Sergio Higuita ha sido una de las irrupciones más importantes del ciclismo colombiano de los últimos años. Su alta punta de velocidad, su eléctrica forma de correr y las expectativas que generó con algunas victorias que ha ido cosechando en sus primeros años en el Education First hacen que nos hagamos preguntas sobre qué tipo de corredor es y dónde puede encontrar sus límites. El de Medellín maravilló la temporada pasada con la victoria en la Volta a Catalunya, lograda de forma épica, pero después pese a que anduvo cerca de la victoria no regresó al nivel exhibido en la ronda de una semana española.
Quinto en Lieja, etapa en Romandía, segundo en Suiza, octavo en Polonia y … decepción en la Vuelta a España. Se esperaba que el ciclista obtuviese alguna victoria de etapa o pelearse por entrar en los puestos de honor, pero no cogió el golpe de pedal, no encontró las sensaciones. Y eso que terminó el año con brío, siendo cuarto en Lombardía y segundo en los Tres Valles Varesinos por detrás únicamente del todopoderoso Tadej Pogačar. En clásicas y días sueltos, un auténtico crack, con capacidad para resolver y demostrando ser un más que decente escalador en puertos cortos. Pero, parece, que ése será su rol en el ciclismo. Un rol que se esperaba también abarcase las grandes vueltas, pero no se ha mostrado como su terreno predilecto. Al menos hasta la fecha.
Si el colombiano se centra en ese terreno y desaparecen los intentos de llegar más allá, desde luego que tenemos un ciclista por el que Bora Hansgrohe puede apostar. Ahora llega País Vasco, terreno que él domina a la perfección, y tras ser segundo en el GP Miguel Induráin, no cabe mucho más que esperar de él que sea uno de los grandes favoritos en Itzulia y, por tanto, en las clásicas de las Ardenas, donde tiene capacidad sobrada para brillar. Al no estar en la terna de grandes favoritos, la sorpresa puede ser mayor. Y la posibilidad de pasar por la izquierda a tantos y tantos nombres que los titulares de los medios recorrerán en las previas.



El plan en 2023 es repetir el esquema de 2022, con Vuelta a España incluida. Lo normal es que Vlasov comparta capitanía con él, que orientará todos sus esfuerzos al Giro de Italia y descansará para liderar al equipo en septiembre, si bien el colombiano tiene entre ceja y ceja brillar en la ronda española, donde ya ganó una etapa en 2019. Aquella etapa de Becerril de la Sierra le confirmó como un ciclista de esta dimensión, del World Tour, donde ya está más que arraigado. Bora le ha asegurado hasta la temporada 2024, aunque en caso de que la renovación se complique, no le faltarían novias, ya que hay por lo menos tres equipos dispuestos a adquirir este gran ciclista para pruebas de un día.
No ha sido el comienzo de temporada ideal para Sergio. Pero esa segunda plaza en Estella seguro que le da ese ánimo en el momento adecuado, justo cuando ‘su’ temporada daría comienzo, con unas semanas donde el terreno predominante no serán cronos o largas montañas, sino cotas, rampas duras y cortas y recorridos eléctricos que exigen exactamente las condiciones físicas que tiene el del Bora. Por ello, habrá que prestar atención a sus movimientos en estos días que van por el norte de España y los belgas.
¿Y el Tour? En un principio queda descartado, ya que las apuestas del equipo van más por la vía de Sam Bennett y la búsqueda de victorias de etapa. Vlasov ha sido designado para competir en el Giro, una prueba que el colombiano aún no conoce y que seguramente contenga etapas que le vayan como anillo al dedo. Quizá en 2024 como un intento de extender territorios de conquista. Quién sabe si entonces se revela como el auténtico crack del ciclismo que parecía y aún puede ser.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: Ziklix Photo / Twitter GP Induráin // Resto: Bora Hansgrohe