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¿Qué pasó con Juanjo Cobo? Reflexiones

Puede ser la frase que más se haya repetido a lo largo de su carrera. El cántabro natural de Cabezón de la Sal, donde recibió el apelativo cariñoso de ‘El Bisonte’ (¿hay palabra más altamiresca para un cántabro?), saltó a la fama internacional por llevarse a casa el trofeo de La Vuelta a España 2011. Diseñado por Agatha Ruiz de la Prada, tenía más relación con el ciclismo por el parecido espiral con el logo de una conocida marca de helados (Frigo) y la coincidencia con el apellido de un ciclista italiano que por tener similitudes físicas con un trofeo al uso. Diez años clavados después del 11 de septiembre, tuvo su foto con celebridades tales como el entonces Príncipe Felipe (ahora Felipe VI) -ver foto-, que acudió a la ceremonia protocolaria y estrechó la mano en persona al poseedor casi definitivo del segundo maillot rojo de la Vuelta, heredándolo del primero, un Vincenzo Nibali que apenas pudo luchar por reeditar su triunfo de 2010. Casi definitivo porque, como es bien conocido, su título le fue arrebatado por un tema de incesante oscuridad como las muestras analizadas a posteriori. Uno de los anacronismos del ciclismo y la permanente lucha contra la construcción de su historia y credibilidad.

Ojo, que nadie me malinterprete. En el mundo de lo rápido, el ciclismo no puede dar carnés de ganador o perdedor a diez años vista. Las cosas deben prescribir o ser atajadas con más cercanía al momento. No se puede permitir el derribo de ídolos constante al que el ciclismo profesional está abocado. Se debería trabajar en que estos ídolos no lo lleguen a ser. Pero si el sistema falla en todos los sentidos en los que un sistema puede fallar, tendrá que buscar cual ser vivo mejorar su versión de actualización y ser más eficaz en un futuro. En la vida civil los delitos prescriben. ¿Por qué en ciclismo se puede manipular el palmarés constantemente hacia atrás? Ya que la UCI y todas las entidades acólitas están empeñadas en sobrerregular, ¿por qué no estirar un tanto el pie y hacerlo también con esto?

Volvemos a Juanjo Cobo. Se rumorea que tras su desposesión, Chris Froome no se ha pasado por el domicilio del cántabro a recoger el trofeo. Ciclista que dio positivo precisamente en Cantabria en 2017, y en la misma carrera. Sobreseído. A él fue a parar la conocida como Vuelta de Cobo. Una Vuelta que representaba algunas fases de lo más cañí de España como la propia salida desde la playa de Benidorm. Un viaje que duraba décadas hacia atrás en lugar de tres semanas. O años hacia delante. Visto en perspectiva, Cobo ha sido junto a Nairo Quintana o Alberto Contador de los pocos que supieron salvar la maquinaria implacable del Sky. Aquel que Wiggins perfeccionaría en 2012 y que ya era un poquito de Froome desde que las cuestas imposibles del Angliru o Peña Cabarga hicieran caer por su propio peso (literalmente) al entonces futuro Sir. Muchos detalles por el camino, como la cerrada lucha por el rojo entre un delfín y un bisonte. Ambos queriendo pintar de rojo la pared. Y que sus huellas permaneciesen allí para siempre. Una lucha sin cuartel que venció del lado del español, en parte por culpa de la predecible táctica de sus rivales, y por tropiezos propios. El sprint de Froome en una pancarta anterior al paso bonificado fue el culmen de una serie de despropósitos que terminó en Madrid con una fotografía que tal vez debamos borrar de nuestros todavía primarios dispositivos móviles. Froome y Wiggins compartiendo podio en paz y armonía, nada que ver con el incómodo silencio de París por otra de las polémicas anacrónicas del ciclismo: el más fuerte en la jaula del líder y su equipo. Retenido en un pacto que relegaría en 2013 al primer ganador brit del Tour en favor de Chris. Futuro a cambio de presente. Pájaros en mano al final.

Juanjo Cobo recibe la visita del entonces Príncipe Felipe en el podio de Madrid. Vuelta 2011. © Sirotti

Juanjo rentabilizó bien sus días de gloria. Movistar le hizo contrato para la temporada 2012. In extremis, porque la espera a una reinvención del equipo de ‘Matxin’ que nunca llegaría le obligó a apurar hasta casi las uvas para decidirse por el equipo que le rescató del paro en 2010 y con el que no terminó de encajar. Los telefónicos tenían una silla vacía, la de un Alejandro Valverde que tenía previsto su regreso precisamente ese mismo año, con la incógnita que supondría su vuelta al ruedo. Ruedo que daba inicio a la Vuelta a España donde Cobo luciría el dorsal número 1 como vigente campeón. Pamplona abría la carrera de la confirmación para él, aunque empezaría de la peor forma posible en un estreno como este. El equipo llegaba a meta radiante, renovado en ilusión y a lomos de un Castroviejo que encabezó a todos. Irónicamente el riojano se erigiría como un estandarte del Sky con el tiempo. Juanjo se quedó encerrado en San Fermín. Como Perico en Luxemburgo, vivió su propia pesadilla en la meta de la plaza de toros de la capital navarra, llegando con retardo. Así abría no sólo la Vuelta, sino la caza del bisonte, con comentarios despectivos sobre su forma física y cuestiones sobre la dignidad de un campeón de una gran vuelta. Las redes entonces estaban ya para echar humo. Pero no en la plena forma y con el músculo que actualmente despliegan. Eusebio Unzué había fracasado en su intento de reconducir tanta fuerza y talento conducidos por una cabeza algo inestable en lo emocional -cuentan-.

La promoción, eso sí, de tener en sus filas al ganador de la Vuelta más llamativa de los últimos años surtió efecto. Todos hablaban de aquel fichaje y debatían lo apropiado de nombrarle líder de un equipo con tanta tradición en el Tour. Así pasó, que dirían los ventajistas. Los revanchistas apuntarían también al mal rendimiento de Valverde en la clasificación general. Hasta que llegó el día de Peyragudes, en plenos Pirineos franceses. Una cima que era vieja conocida como el Peyresourde con una revitalización en forma de apéndice final que iba antecedido por el precioso Port de Bales. Una escapada, muchos candidatos y un sigiloso espía que sabía que ese día la victoria se iba a escribir también con ‘V’. El murciano se impuso, no sin sufrimiento ante la embestida de los miuras de la clasificación general. Aunque nadie lo supondrá, ese mismísimo día ganó Juanjo Cobo. Tiene una victoria otorgada no muy lejos de aquella estación, en la mítica Hautacam, por descalificación de ex compañero de equipo Piepoli, mítico escalador también del Banesto. Un Tour complicado para Saunier Duval. Veinte años del affaire Festina, por poner una efeméride en el contexto. ‘El bisonte’ ganó en Peyragudes debido al gran valor que cobró su Vuelta del 2011. La dupla Wiggins-Froome, en orden inverso a la foto de Madrid, confirmó su dominio sobre el ciclismo internacional. La imagen del maillot amarillo sufriente ante la poderosísima pedalada contenida de Froome dio la vuelta al mundo. Esos dos colosos fueron derrotados en el ensayo de la guerra que tenían prevista ya para 2011 y que una rotura de clavícula del ‘alfa’ tiró por tierra (también literalmente).

Más tarde, pocas veces se ha visto al Sky cortocircuitar. En fase embrionaria, algo más. Froome y sus potenciómetros sucumbieron ante el show de Nibali y Sagan de la Tirreno-Adriático del año 2013. Todavía Froome era única y técnicamente el segundo de a bordo. Pero en una etapa por la costa del Adriático (esta vez, litoralmente), la lluvia derribó la fiabilidad que se había echado a los mandos del maillot y culotte negro. Como si de pintura se tratase, todo aquel halo se fue deslizando por los desagües de la cuneta. Sólo hacían falta dos virtuosos locos como Peter y Vincenzo, espolvoreados con la magia de un recorrido a base de muritos que saltaron cual fuga de Alcatraz sin mirar atrás. Mostraron el camino, en realidad, que después redescubrió Alberto Contador. Cuando cambias el paso del primer soldado, el resto acabará por perder el suyo. Ante un ejército poderoso como Sky, dominadores absolutos del ciclismo durante prácticamente una década, no cabe otra guerra que la de guerrillas. Cobo fue el único que en un enfrentamiento cara a cara, de tú a tú, les pudo ver el cartón desde arriba del podio.

Escrito por Jorge Matesanz

Foto de portada: Sirotti

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