La elaboración del recorrido de la Vuelta 2022 ha sugerido multitud de críticas y comentarios al respecto. Se han escuchado voces más o menos críticas, pero es muy complicado, corredores aparte, encontrar aplausos a la propuesta que Unipublic ha diseñado en esta ocasión. Todo cuando los recorridos anteriores sí habían aunado una evolución francamente positiva en que la Vuelta se acerque en esa materia a las otras dos grandes vueltas.
La carrera mantendrá su personalidad de múltiples llegadas en alto, de finales trampa y de intensidad. Sin embargo, pierde para su edición de 2022 elementos atractivos durante la etapa que no sean el propio final de la misma. Puertos de paso, encadenados, posibilidades de ver ciclismo más allá de las últimas subidas. Sí que está la opción de ver ese ciclismo en las últimas etapas, pero ahí el problema es que los puertos carecen de envergadura como para plantear teóricas grandes batallas. Pese a ello, como se ha demostrado a lo largo de los años, un recorrido susceptible de cambios para hacerlo más atractivo no quiere decir que el espectáculo después visto en la ruta sea de baja calidad. Ni mucho menos.

Inicio en Holanda – regreso en País Vasco
Esas primeras jornadas llanas admiten poca discusión. La crono por equipos inicial tal vez pueda requerir ser algo más rectilínea y permitir más trabajo de los equipos en esta disciplina. Las dos primeras etapas en línea tienen como aliciente el viento. ¿Algún final en muro para alentar a los buenos a estar alerta desde el principio? Al tener que desarrollarse en la provincia, puede haber limitaciones en ese aspecto, pero un Cauberg o similar seguro que sería encontrable. De todas formas, no es un punto fundamental en el recorrido global.
La vuelta de la Vuelta a suelo español a través de País Vasco se realiza con dos etapas que tienen su miga. Ambas pueden beneficiar a las escapadas y tienen su diferenciación. La primera, que acaba en Laguardia, termina en un repecho muy interesante. La que llega a Bilbao realiza el circuito clásico con subida y bajada al Vivero (donde Igor Antón levantó a la afición en 2011).
De nuevo, no son los problemas de esta edición, siendo ambas etapas de media montaña con picante en la parte final y para las alturas de carrera a la que nos encontraremos, un buen menú. Siempre se pueden introducir variantes. En la cuarta etapa, tal vez se podía haber atravesado a la Rioja Alavesa por Bernedo y no por Peñacerreda. De ese modo, se podía haber subido primero a La Herrera desde el sur -vertiente dura- y después enlazar un bucle con las vertientes de Pipaón y la que finalmente van a realizar. La longitud no se iría mucho más allá.
En la etapa de Bilbao tal vez se podía haber evitado el doble paso por Vivero para no tener que repetir subida, como hicieron en 2019, pero los circuitos son bienvenidos y atraen bastante más público. Además de que El Vivero es un clásico de la zona, muy reconocible.

Cantabria caníbal
La etapa que pasa de Bilbao hacia el Pico Jano es realmente dura. Los repechos de inicio dan para fugas de calidad. Incluso Alisas es un buen puerto para ir calentando motores. Al ser el primer final en alto, ya es bastante acompañamiento la Collada de Brenes, puerto inédito y que junto al ascenso final completa un dúo magnífico que esperemos dé espectáculo y se quede en la lista de puertos a utilizar por la Vuelta a futuro.
Por rizar el rizo, se podría incluir el puerto del Caracol justo después de Alisas, para darle continuidad a las subidas y evitar así un tramo que pese a contener numerosos repechos es básicamente plano.
Cantabria se despide a través del puerto de San Glorio. Quizá se podía haber utilizado el paso por los Collados (Carmona, Ozalba y Hoz) para hacer de ella una etapa realmente selectiva. San Glorio es muy largo, pero no excesivamente duro. De modo alternativo, se podría haber aprovechado también para descubrir al gran público los puertos de Pandetrave y Panderrueda, al dorso de los Picos de Europa y que pese a no ser muy duros, sí ofrecen un paisaje espectacular.
En todo caso, como etapa aislada puede ser peligrosa tal cual está. Un puerto tan duro en mitad de la etapa puede ser intrascendente. Hay otras jornadas donde sí es necesario un paso de montaña como este.
Asturias, a medio gas
Las llegadas en alto elegidas son un tanto difíciles de combinar. Por un lado, el Collado Fancuaya permite un enlazado perfecto entre San Lorenzo -puertazo-, Maravio y la subida final. Pero el puerto intermedio, aunque está pendiente de remozar su asfalto, no iba a estar listo para septiembre. Aún así, pese a acumular subidas de un pelaje menor, se esperaba mucho más de una etapa asturiana en la Vuelta. Será una unipuerto de facto. Al igual que Praeres, cuyas rampas bastan por sí mismas para decidir y marcar diferencias. Pero otros acompañamientos podían haber sido bienvenidos.
Quizás una combinación de Mozqueta y Faya de los Lobos por Blimea, bastante más dura que la original, que enlazan mejor con la subida final. La Campa se hace muy poco aperitivo.
El momento en la carrera habrá influido, no cabe duda, pero es un paso por Asturias un tanto decepcionante. Era un lugar ideal para una subida a los Lagos de Covadonga, que no suele estar en etapas que contengan grandes puertos –Llomena en 2021 fue una excepción-. O Jitu, en el oriente asturiano y olvidado desde 2015.

Andalucía, el gran suspenso
Se tocan las ocho provincias andaluzas, lo cual tiene mérito. Con las mismas salidas y metas se podría haber elaborado un menú bastante mejor. Realizando el periplo en orden inverso, se podría mejorar muchísimo en los recorridos intermedios. La llegada a Cabo de Gata después de la crono (que podía aumentar su recorrido a 40 kilómetros al menos) servirá para mostrar paisaje y homenajear en la salida a Alejandro Valverde. Se le podía haber preparado algo mejor para que Murcia entera se echase a la calle a despedir a su héroe.
Desde Salobreña, en lugar de partir hacia Estepona, se podía haber encarado el final en Sierra Nevada. Mirador de la Cabra Montés, Haza del Lino o Albondón como arranque de la etapa le hubiese dado mucho aire de etapa reina. Que en la etapa final se incluyan únicamente los pasos por Locubín -misteriosamente sin puntuar, como muchos otros en la carrera- y Monachil antes del puertazo que consiste en subir Hazasllanas y Hoya de la Mora por la durísima carretera antigua de Las Sabinas. Es el día para que los escaladores marquen la diferencia, pero da un poco de lástima que una etapa que podía haber incluido al menos otro gran puerto para tener empaque de etapa reina de verdad se quede en una buena etapa sin más. Uno de los grandes debes de esta Vuelta, sino el más grande.

La etapa de La Pandera podría haber partido de Martos, justo a los pies de dicha montaña y haber aprovechado las serranías jienenses para alcanzar con mayor castigo las faldas de la base militar. La etapa actual será unipuerto, sin mucho atractivo más allá de la empinada subida final y su preludio en el Alto de los Villares.
Entre Montoro y Montilla cabía una etapa de transición por la estepa cordobesa y después viaje a Ronda para celebrar una etapa durísima por las serranías con destino a Peñas Blancas, esta vez hasta el Mirador de los Reales, que amplía la dureza de la subida. Como el propio puerto tiene tres vertientes, se puede endurecer mucho más la etapa y hacer de este día uno de los decisivos de la carrera. Una oportunidad perdida, ya que la original será un viaje por la costa desde Salobreña sin más dificultad que el de nuevo no puntuado Alto de Ojén.
Extremadura, protagonista
El final en Tentudía, saliendo de Aracena y con todas las opciones orográficas de la zona, sabe a escaso dado el evite de ascensiones en el transcurso de la etapa. Se ha optado por la opción menos difícil y más limpia. Una lástima, de nuevo. Aún así, la subida final es bonita y tiene su dureza.
La etapa que finaliza en el Piornal, en el norte de la provincia de Cáceres, pasa por ser una buena etapa. Pese a todo, la salida de Navalmoral de la Mata y la cercanía con la comarca de La Vera permitían margen para hacer algo más. Quizá un tercer paso por una de las múltiples vertientes del puerto. O una combinación de los puertos pequeños que se esconden a su espalda, como El Torno o Cabezabellosa.
Talavera de la Reina acoge una de las etapas más extrañas. Un circuito amplio, de unos sesenta kilómetros que incluye ascenso y descenso al puerto de El Piélago. Tiene su dureza, es pestoso y por ser una etapa corta y diferente, puede pasar de todo. Un ‘Formigal‘ en potencia. Difícil tocar este día si no se pueden exceder los límites de la provincia de Toledo. Haciéndolo, está toda la Sierra de Gredos a nuestro servicio. Centenera, Mijares, Pedro Bernardo…

Madrid decide
Todo parece hecho para que la etapa de la Sierra de Guadarrama decida. Navacerrada, Navafría, Canencia, Morcuera y Cotos dan para liar una buena. La lástima es que no se opte por endurecer aún más para hacer de ella una etapa quizá reina en este contexto. Si una vez se asciende Navacerrada por primera vez se desciende por Cotos hacia Rascafría y se sube Navafría por su vertiente dura para después regresar a Madrid por la cara opuesta de Navacerrada, bajar por Matalpino a Manzanares el Real y ascender La Morcuera de forma completa y desde Guadalix, que son ya 14 kilómetros de subida y no 9 como será en la etapa real, y mantener el final de Cotos + el llano a Navacerrada.
Y lo más sangrante es la eterna etapa de Madrid que aporta absolutamente nada. ¿Por qué no una contrarreloj final sobre el circuito o incluso diseñar uno de ida y vuelta por el Paseo del Prado y La Castellana? Es entendible la fiesta y el relax después de tantos días, pero se puede organizar una especie de vueltas de honor para que los ciclistas se tomen fotos en ese momento con el aplauso del público. Competitivamente es un día perdido.
Escrito por Lucrecio Sánchez & Jorge Matesanz
Foto de portada: Photogomezsport