Recorridos

Recorridos: Las etapas reina del ciclismo

Las grandes vueltas tienden a incluir etapas de gran montaña en sus recorridos. En algunas ocasiones serán más duras, más largas, más cortas. Pero siempre son las más esperadas, las que más expectación y pavor desatan entre ciclistas y aficionados, esas que entran en los libros de historia y crean mitos y leyendas. También las que derrotan a ciclistas que parecieron más de lo que después fueron, lo que se conoce como selección natural. 

Puertos, montaña, la salsa del ciclismo. El escenario en el que todos sueñan disputar y en el que no todos son capaces de rendir. Los elegidos a los que los espectadores esperan y de los que tienen las mayores de las esperanzas para que les brinden un auténtico espectáculo. Terrenos que por mucho que quieran los organizadores esquivar, muy agudos tendrían que estar en esa evitación para conseguir limar los metros de desnivel. Ejemplo claro es el de Andorra, donde tanto la Vuelta como el Tour ha disputado etapas de gran dureza y desnivel acumulado. Una de las más impresionantes jamás disputadas en la ronda española fue la que tuvo lugar en 2015 con meta en Els Cortals d’Encamp. Una subida durísima precedida de nada menos que cinco puertos. Carrera rota lejos de meta, polémicas, cambios de líder… 

Otra de las etapas más recordadas tuvo lugar en el Giro de Italia. De hecho, en la ronda transalpina es donde mayor número de etapas reina se han acumulado a lo largo de los años. La llegada al Rifugio de Gardeccia, en 2011, fue durísima. Con Piancavallo, Giau, Marmolada… tras una kilometrada y muchas horas sobre la bicicleta. También en el Giro fue muy bonita y con un diseño impecable la que terminó en Alpe di Pampeago en 2012. Una pared el último puerto, que se atravesaba en dos ocasiones, con la primera coronando el Passo di Pampeago, estirando dicha subida hasta el puerto de paso que corona más adelante para regresar a la estación. Una auténtica joya. 

En ese mismo Giro se celebró la mítica etapa del Stelvio, con meta en su cima y paso por el temido Mortirolo, que si bien se ascendía por una vertiente nueva y no la habitual, sí que seleccionó y marcó la ruta. En el Tour ha habido años de etapas sin muchos sobresaltos. Más bien de gran contención. Pero igualmente han salido etapas duras, como la que finalizó en Valloire en 2019. Vars, Izoard y el gigante Galibier por su cara benigna. En cambio, sólo dos años antes se disputó la durísima etapa de Chambery, donde el Mont du Chat fue el último de los cuatro colosos ascendidos. 

Con el Galibier de por medio se han celebrado múltiples combinaciones. En un sentido, con destino Alpe d’Huez o Briançon, o en otro, hacia Courchevel, La Plagne, Toussuire, etc. Sin embargo, la más recordada siempre será la que finalizó en Les Deux Alpes entre la niebla, el frío y la lluvia. Croix de Fer, Telegraphe, Galibier y la subida final. Casi nada. Un etapón que dio un vuelco a la general, como también lo haría otra etapa reina en la Vuelta a España de 1999. La llegada a Arcalís tras tres puertos de primera totalmente encadenados y sin respiro produjo que el líder se hundiese y la clasificación en nada se pareciese a cómo se encontraba en la salida. Cantó, Rabassa y Montaup dejaron el camino allanado para que Arcalís y sus 2230 metros dejaran la carrera casi vista para sentencia. 

También en los Pirineos, el Tour ha diseñado jornadas de gran montaña. Una de las más originales fue la que situó su meta en el Aubisque, año 2007. Larrau, Pierre de Saint Martin y Marie Blanque adornaron una etapa que finalizó con los ciclistas llegando de uno en uno a la meta. También con los mismos puertos implicados se vio aquella mítica jornada en la que se llegaba a Pamplona tras Aubisque, Marie Blanque, Soudet y Larrau. Un cuarteto que hizo al pelotón saltar por los aires a lo largo de sus más de 260 kilómetros. 

No hay que dejar de lado otras en los Dolomitas, como las llegadas al Pordoi de los años 2001 ó 1996, con Manghen, el Pordoi en dos ocasiones y la durísima Marmolada. De seguido se llegaba a Aprica, con empacho de metros de desnivel entre Mendola, Tonale, Gavia y Mortirolo. Un menú que varió dos años antes, con Santa Cristina y Stelvio escoltando al temible Mortirolo o tres años más tarde, donde Tonale, Gavia, Mortirolo y Santa Cristina formaron una combinación que producía pesadillas entre los ciclistas. 

Por supuesto que hay más. Cualesquiera de las que se han celebrado en Alpe d’Huez, Sestrieres o en Morzine podrían ser incluidas en los listados de mayor espectacularidad. También en la Vuelta las que han transcurrido hacia La Farrapona, o la Cobertoria en 2006, con más de 5000 metros de desnivel. Sin olvidar las de Calar Alto o Sierra Nevada. O las mismas del Angliru. O en el Giro las que han incluido al Agnello como punto clave, o aquella durísima de Val Senales con varios puertos de quitar el hipo. Imposible incluir todas en un sólo repaso, así que iremos realizando varios diseccionando las grandes vueltas para disfrutar mucho más del amplio mundo de los recorridos ciclistas. 

Texto: Lucrecio Sánchez  (@Lucre_Sanchez)
Foto: Sirotti

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