Los atropellos nunca son una buena noticia. No lo son con gente regular, del montón, tampoco con ciclistas profesionales, legendarios en el caso del ‘Bala’. Tampoco es una buena noticia ver a un campeón como Alejandro salir del hospital tras estar en observación y sin apenas un rasguño. La noticia debería ser que no hay noticia, que la convivencia coches-bicicletas es real y que ambos habitantes de la carretera viven su razón independiente del otro.
En esa relación, no hay que olvidar en ningún momento que el ciclista es el eslabón más débil de la cadena. La carrocería de un coche, la tipología del casco o la posibilidad de una gran aceleración en el caso de las motocicletas se contraponen a una bicicleta que tiene como paragolpes el cuerpo humano. El casco, innegociable, es la única oportunidad que tenemos los ciclistas de salvarnos en caso de impacto. La precaución es clave, utilizar la cabeza para algo más que para golpearnos, también. Pensar antes, no sufrir a cada segundo porque sino no montaríamos en bicicleta, pero nunca relajarnos olvidándonos del riesgo que asumimos cada vez que nos echamos a la carretera.
Pese a los casos que se publicitan en prensa (un punto muy positivo de lo negativo que ya es de por sí que existan los atropellos y accidentes con bicicletas implicadas), la gran mayoría de los conductores son cuidadosos y respetan al ciclista. Poco a poco se ha ido normalizando el adelantamiento y se han salvado gracias a ello muchas vidas. Aún hay mucho que trabajar, está claro. Ninguna vida sobra en la carretera. Ni la de los ciclistas que se ven envueltos en un accidente ni la de los conductores que en un principio no perderán la vida, pero sí la arruinarán mientras tengan uso de razón. Nadie se levanta por la mañana pensando en matar a nadie. A excepción de psicópatas aislados, por supuesto. Otra cuestión es la falta de responsabilidad que muchos cometen al conducir en no muy buenas condiciones.
Sobre el atropello de Valverde, no cabe la equidistancia. La Justicia determinará en qué grado unos y los otros son culpables o inocentes o qué agravantes o atenuantes tuvieron lugar esa mañana en Murcia. En todo caso, si se demuestra que el conductor es culpable de las acusaciones que los ciclistas implicados vierten sobre él, caiga sobre él todo el peso de la ley. En caso contrario, respeto. Dejemos trabajar a los jueces para que determinen qué es lo justo en este caso. Otro debate sería si las leyes se corresponden con la gravedad de las situaciones que se producen, que es cuanto menos cuestionable.
En carretera, la gran mayoría de los que somos ciclistas, también conducimos. Debemos empatizar los unos con los otros. Tú, conductor, ¿acaso no conoces a nadie que monte en bicicleta? Tú, ciclista, ¿acaso no es molesto adelantar cuando se trata de una carretera de doble sentido y vienen coches de frente? Tú, ciclista, ¿acaso es tan difícil dejar de ir en paralelo cuando ves que el tráfico es elevado durante unos segundos para facilitar la agilidad del tráfico? Tú, conductor, ¿acaso no sabes que la única diferencia entre respetar las normas de adelantamiento y no es llegar a tu destino unos diez segundos antes o después? ¿Merece la pena?
Ayudémonos entre todos.
Es cierto que, por ejemplo, el ciclismo urbano es complejo. Queriendo respetar, los coches a veces se ven abocados a poner en riesgo a los ciclistas por la mera ineficacia de las infraestructuras y la forma en la que éstas han sido construidas. También que la bicicleta es un medio de transporte sostenible que más hoy que nunca está en pleno auge y creciente necesidad. Los ciclistas debemos ayudar también a rebajar la tensión. Personas que caminan por un carril bici y son increpadas. Humildad. ¿No rodamos a veces y aunque sea en tramos cortos por aceras? ¿Nos deberían empujar o dar codazos los peatones? Perspectiva. Proporción.
Y lo que comento no es ni mucho menos la verdad absoluta. Sólo una reflexión que el ‘caso Valverde’ ha traído a la actualidad y que me apetece recordar por el bien de todos y, en este caso, por el bien de mis compañeros en la ruta. Sí, todos debemos ayudar, pero a nosotros nos interesa más por ser los más débiles. Por eso mismo tal vez debamos ser los que demos más pasos hasta llegar donde queremos estar: practicando nuestro deporte en paz y sin dejar la sensación en nuestras familias cuando nos decidimos a rodar que en vez de a practicar deporte nos vamos a la mera guerra.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto: Sprint Cycling Agency / Movistar