Cuando el ecuatoriano aterrizó en Utrecht allá por el mes de agosto, era un saco de dudas por dentro y por fuera. Demasiada inactividad, demasiados vaivenes durante el curso ciclista y la cabeza en otras latitudes. Lógico. De ahí en adelante comenzó a estar, a actuar como un candidato al rojo, su intención. Pero la primera llegada en alto le eliminó. Era cuestión de observar si se trataba de un mal día. Pero no. Asturias reconfirmó que el ciclista de Ineos-Grenadiers no iba a estar en la lucha por repetir la performance que tan bien ha desarrollado anteriormente en otras grandes. Sin embargo, de lo que nadie tenía duda era de que pasase lo que pasase, el corredor natural de El Carchi iba a morir matando. Pocos corredores hay tan valientes y determinados cuando tienen un objetivo entre ceja y ceja. Luchar por una etapa iba a salvar su honor de guerrero. Y a por ello fue en la duodécima etapa, que elevaba al pelotón sobre Estepona y los bosques negros debido a los incendios estivales. El negro ondeó en todo lo alto. Peñas Blancas fue suyo.
No fue sencillo, ya que la fuga, de 32 componentes, incluía a lo más granado que se podía incrustar en una fuga. El favorito, Jay Vine, estaba. Bora-Hansgrohe, que procura mantenerse en carrera pese a perder a Bennett -de forma real- y a Hindley -de forma figurada-, hizo la subida final con el incansable Matteo Fabbro. Espectacular. Fue descolgando uno a uno a los miembros de la escapada según comenzó la escalada, con diez minutos sobre el paquete (pelotón, no se nos ofenda Enric, aunque también iba por allí). Soler hacía la goma sin hacerla, Vine era mirado aunque falló, Gesbert jugó su carta y la perdió. Kelderman fue el más valiente, curiosamente. Fue el que más dio la cara y el que más buscó aniquilar las opciones de sus rivales, echándose a otros a la espalda. Pero no pudo con Richard, con el que le sobraron diez segundos. Diésel, su estilo es más para generales. Otro que está sabiendo cambiar el chip de derrotado a digno. Otro que cambia de equipo a final de año. Sorprendente, por cierto, el jovencísimo Brenner.

El grupo de favoritos aguardaba instrucciones en la aproximación a Peñas Blancas. Se ascendía casi completo, con la meta situada en el Mirador y no en el puerto. La táctica del Jumbo-Visma fue muy clara: aislar lo más posible al maillot rojo. Una táctica que comenzó a llevar a cabo Rohan Dennis, poniendo cara de Stelvio. En cambio, fue eliminando más hombres de su propia escuadra que de los Quick Step, aunque alguno también fue derribado. Se terminaron los ciclistas del conjunto holandés y fueron los Movistar los que pusieron pasodoble. Primero un Verona con más voluntad que piernas. Remco salió a su rueda vigilante y comandando las operaciones. En plan capo. De la mafia. Apartado éste, lanzó una andanada Enric Mas. Durante unos metros le dio el aire en la cara. De pronto abre plano la moto y se ve la realidad: había salido para cazar a su compañero. Falsa alarma, todo en orden. Remco soldado a la rueda.
Arrancó el colombiano Miguel Ángel López, que estuvo con los mejores en esta ascensión. Pudo haberse marchado y puesto más dificultad en la táctica del líder, que sabe que al de Astana no debe concederle ni un metro. Está entrando en carrera y con las llegadas andaluzas que restan, es de los más peligrosos por la altitud. De repente es el maillot blanco de la M en el pecho quien cierra el corte. Enric había hecho el trabajo sucio a Remco. ¿Para eso la estrategia de dejarle solo? Toda armadura tiene un propósito. Toda estrategia debería también tenerla. Roglic recuperando posiciones paulatinamente. El esloveno no atacó, pero pronto se vio que fue porque no tenía un gramo de fuerza de sobra. Enric mostró que van a pesar más los puntos que las ambiciones.

Tao arrancó la moto después, queriendo dar continuidad y suponiendo que Carlos Rodríguez, el líder absoluto del Ineos actualmente, iba fortísimo. En ese cambio de ritmo no estuvo Ayuso de primeras, pero consiguió volver a base de casta y pundonor. Y clase, mucha clase. Tao se apartaba y aparecía Carlos I de España. Fuerte, muy fuerte. Se hizo el corte bueno, con únicamente los seis más fuertes. Evenepoel estaba siempre atento, concentrado y deseando lanzarse en vanguardia. Almeida sufría y ya se le perdería de vista como a Jack en Titanic. Sí, en la escena de la tabla en la que cabían dos personas (no me lo niegue nadie).
Evenepoel entonces torció el gesto, vio su distancia y arrancó. Lo hace diésel, con ese puntito que te puede sacar del tuyo si no estás bien. Él sabía que lo iba a aguantar hasta la línea de meta. ¿Y los demás? Enric resistía a duras penas, lo mismo que Roglic, que sufría porque Ayuso dejaba un metro con la rueda anterior para hacer los cambios más progresivos. López se descolgaba en la llegada a meta y el más valiente, Carlos Rodríguez, cedía diez segundos desfondado. Chapeau por el granadino que en esta etapa salía prácticamente desde su casa. No hubo diferencias entre los mejores, así que seguiremos igual, si las caídas tontas y el Covid no lo remedian, hasta La Pandera.
Llega otra jornada llana. En seis etapas andaluzas se suben cinco puertos, tres de ellos como meta. La llegada tendrá una zona de cuesta que podría dar paso a festival de ataques. Pero en ese territorio, a no ser que Roglic quiera sorprender, el mejor vuelve a ser el maillot rojo. Evenepoel pasa un día más, que no se está poniendo sencillo. Tres bajas más en la salida, entre ellos el decepcionante Buitrago, que esperamos se presente aquí otros años en mejor estado de forma.
Escrito por Jorge Matesanz
Fotos: Unipublic / Sprint Cycling Agency / Cxcling