La vallisoletana Rosa Bravo fue una de las que conocemos como pioneras del ciclismo femenino. En los años 90 e inicio de los 2000, cuando aún la modalidad masculina absorbía por completo la atención mediática y sus épicas gestas se reducían apenas a un pequeño titular e invisible columna incluso en los medios más especializados. Por suerte, mucho ha cambiado el ciclismo y la sociedad desde aquellos años, si bien ha sido en parte gracias a la lucha que siempre mantuvieron para abrir ese hueco que, si no para ellas, permitiese a las siguientes generaciones disfrutarlo.
Nuestra protagonista nació allá por el año 1976, lo que le haría coincidir en generación con Marga Fullana, campeona de España como ella, pero más dedicada al MTB que a la ruta, o Joane Somarriba, tal vez la mejor ciclista española de todos los tiempos. Dori Ruano también estaba por allí, Eneritz Iturriaga posteriormente, pese a ser algo más joven. Una suerte por poder compartir causa con tantas buenas corredoras, formantes de una generación única e irrepetible. Sin embargo, al mismo tiempo, los logros de estas gigantescas deportistas opacaban los de Rosa, que en ese enjambre de talento fue capaz de pelear el maillot nacional en varias ocasiones. Sería su carrera fetiche.
En 1997 ya fue capaz de plantar cara a la ya bicampeona nacional Izaskun Bengoa. Segunda clasificada, la joven ciclista no bajó de esa posición hasta el año 2001, logrando el oro en tres ocasiones, los años 1998 y 2000. La primera de ellas, de forma simbólica, ante la ex campeona de España. En 1999 se encaramaba al segundo peldaño del podio entre Fullana y Ruano, dos mitos del ciclismo español. En 2000 su gran rival fue la barcelonesa Marta Vilajosana, que también plantó a otras grandes rivales como Eneritz Iturriaga en esta misma competición.
Pasaron trece años de su primer triunfo. Y volvió a ganar, a sus treinta y cinco años, en la recta final de su trayectoria. Esta vez ante otro gran talento como Anna Ramírez. Rivales todas que consiguieron en algún momento lucir la rojigualda en sus maillots. Una campeona que también se ha proclamado campeona de España en pista (tanto en velocidad como en 500 metros) en nada menos que nueve ocasiones. En ciclocross, fueron dos los títulos. De hecho, pese a su relación especial con el Nacional, conquistó la Copa de España en siete ocasiones, siendo cinco consecutivas y la plusmarquista de la competición, dominándola a su antojo. Un mérito logrado en base a su constancia y regularidad. Todo, como comentábamos, ante quizá la mejor generación de ciclistas de la historia del ciclismo femenino español.
Una ciclista, Rosa, que sirvió como mentora a tantas jóvenes que estaban comenzando en el mundo de la bicicleta y que poco a poco fueron venciendo barreras y ganándose un sitio que ahora parece más que evidente, pero que no lo era años ha. Una dominadora del ciclismo femenino de la que poco se habla y se habló, con gente mucho más mediática. El tiempo le dará pronto el lugar y el reconocimiento que Bravo se merece.
Texto: Lucrecio Sánchez (@Lucre_Sanchez)
Foto: Sirotti