Historia

Saint Étienne – Mende (Tour 1995)

Con Miguel Indurain como indiscutible candidato al triunfo final, y después de haber atravesado los Alpes con un resultado positivo para Alex Zulle – que logró recuperar parte del tiempo perdido en la contrarreloj de Huy en la exigente subida a La Plagne, tras una cabalgada en solitario de alrededor de 50 kilómetros -, la serpiente multicolor llegó hasta un territorio que se les suele atragantar a muchos ciclistas. En el Macizo Central se han escrito bellas páginas de ciclismo, y esta no iba a serlo menos.

Por carreteras que se agarran a la goma de los tubulares como si quisiesen hacer más duro el sufrimiento de los ciclistas, y con un continuo “subeybaja” por pequeñas pero exigentes cotas de cuarta, tercera e incluso segunda categoría nada hacía presagiar que el grupo deportivo ONCE en bloque iba a poner en serios aprietos al elegante corredor de Villava. Pero así fue.

En un terreno propicio para las emboscadas, Manolo Saiz volvió a demostrar su carácter combativo planteando un ataque suicida en el que muchos no confiaban. La carrera había salido de los Alpes, y los corredores que habían luchado por los primeros puestos de la general tenían pensado tomarse un respiro antes de afrontar la siguiente batalla en los Pirineos. La de Mende, era una etapa propicia para los cazaetapas, con final en un exigente puerto de escasos 3 kilómetros pero de muy duros porcentajes.

Nada más empezar la jornada, a los 20 kilómetros de la salida en Saint Etienne, Laurent Jalabert y varios de sus compañeros atacaron al líder de la carrera. Neil Stephens, Johan Bruyneel y Melchior Mauri, escoltaban al corredor francés que era el mejor situado en la general con 9 minutos y 16 segundos de retraso sobre Indurain. En la fuga también entraron los italianos Podenzana y Peron, además de Bottaro que rodaba escapado cuando saltaron los corredores del equipo ONCE. Juntos comenzaron a relevarse y marcar las primeras diferencias. Los corredores del equipo amarillo fueron los que tomaron el mayor peso de la escapada, con un pletórico Neil Stephens vaciándose a favor de su compañero.

Mientras tanto, por detrás el equipo del líder, Banesto, pasaba un martirio. La falta de colaboración por parte de otros equipos, y la escasez de fuerzas de los gregarios de Indurain, que habían trabajado a destajo en los Alpes, hizo que el tiempo de pérdida fuese aumentando descaradamente. Los nervios comenzaron a aflorar en el equipo navarro, y por el contrario, en el grupo delantero esas referencias representaron una inyección de moral que les permitió crecerse y seguir en la misma sintonía, viendo que la escapada estaba dando sus frutos.

Los kilómetros fueron pasando a velocidad de vértigo con una pelea entre dos equipos, y en la zona de adelante, los italianos Podenzana y Peron también comenzaron a entrar en los relevos, pensando en una posible opción de triunfo. La diferencia fue in crescendo, y llegó a tener tintes dramáticos para Miguel Indurain. Cuando los ONCE llegaron a tener 11 minutos de ventaja, el sueño de lograr el quinto triunfo consecutivo en la carrera francesa comenzó a correr serio peligro. Pero, sus directores, Eusebio Unzue y José Miguel Echavarri jugaron sus cartas con maestría, y moviéndose entre bambalinas – en un acto que debería estar sancionado – lograron que otros equipos, con intereses menores – mejor dicho, mínimos – entrasen a colaborar para reducir los tiempos. Con la ayuda de TVM y MG-Bianchi, entre otros, la diferencia fue decreciendo, y el maillot que virtualmente poseía Jalabert, volvió a pasar a manos de su dueño para no abandonarlo hasta la meta de París, en una jornada histórica.

De todos modos, Stephens, Mauri y compañía no cejaron en su empeño y continuaron pedaleando con las mismas ganas, pero con menos fuerza, por el paso de los kilómetros. Al pie de la cota que cerraba la jornada, Jalabert tomó el protagonismo absoluto y por rampas superiores al 10% demostró su clase de ciclista ganador. Abandonó a sus compañeros, tanto de equipo como de fuga, y ascendió con rabia. Con la gorra virada hacia atrás, el maillot verde de la regularidad sobre sus espaldas y bailando sobre su bicicleta, el francés de Mazamet subió el puerto en volandas, gracias a los ánimos de sus compatriotas en el día nacional de Francia.

El sueño de comandar la clasificación general se había esfumado, pero en el aeródromo de Mende, Jalabert entraba eufórico levantando los brazos y celebrando con ganas la victoria, en un 14 de julio de 1995 que ha quedado grabado en el corazón de los amantes del buen ciclismo, del ciclismo de ataque.

Escrito por Federico Iglesia
Foto: Sirotti

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