Historia

Salamanca – Ávila, la hazaña de Jalabert en La Vuelta 95

Sin duda alguna, 1995 fue al año de explosión de Laurent Jalabert. Este corredor francés que Manolo Saiz fichara como proyecto de sprinter comenzó a sorprender al mundo ciclista cuando, en la Vuelta a España de 1994 – la última que se corrió en el mes de Mayo – fue capaz de ganar en zona reservada para los escaladores: los Lagos de Covadonga, por delante de un notable grimpeur como Roberto Torres. Ese triunfo, unido a otras seis victorias que consiguió en la ronda española, cambiaron la mentalidad de un corredor que se vio capaz de ser protagonista en empresas de mayor entidad.

La temporada de 1995, era importante para él, la de su confirmación, y no dudo en comenzar arrasando. A victorias de etapa en la Challenge de Mallorca y la Vuelta a Valencia – donde terminaría en la segunda posición de la clasificación general -, le sucederían triunfos en carreras de prestigio como Paris-Niza – donde ganó una etapa y la general individual –, y Milán-San Remo, conocida en el mundillo como la clasiccissima, por delante de un clasicómano célebre como Maurizio Fondriest.

El comienzo de temporada había sido arrollador, defendiéndose con holgura en terrenos de media montaña, pero todavía quedaba la mayor parte del calendario por cubrir, y la incógnita de saber como respondería a las carreras de primavera y verano. Incógnita que no tardaría mucho en despejar. En la Vuelta al País Vasco volvió a brillar, y solo la presencia de su compañero Alex Zulle – a quien ayudó de manera impagable en la etapa con final en Lekumberri – le privó de alcanzar el primer puesto de la clasificación, y llenar con alguna etapa su zurrón.

La progresión de este año de salto al estrellato parecía no tener fin – y su estado de forma tampoco -. En tierras belgas se alzó con una popular victoria en el Muro de Huy – Flecha Valona -, para descansar y volver por la senda del triunfo en la Midi Libre – 1 etapa – y en la Volta a Catalunya, donde además de adjudicarse dos triunfos parciales, se llevó la clasificación general.

En el Tour de Francia, estuvo omnipresente en todos los terrenos, culminando en una meritoria cuarta posición individual – en lucha cerrada con el danés Bjarne Rijs -, amén de vencer el 14 de Julio, una fecha muy especial para los franceses, en Mendé (ver Mendé (Le Tour de France 1995)) y de ser el portador del maillot verde que acredita al corredor más regular de la Grande Boucle.

Con lo que había hecho, se había ganado las vacaciones más que de sobra, pero el carácter ganador y las ansías de victoria de Laurent Jalabert no tenían fin, y quería culminar su mejor temporada poniendo un broche de oro inolvidable, así que preparó a conciencia la Vuelta a España – que a partir de este año, 1995, comenzó a disputarse en el mes de septiembre -.

Su comienzo no pudo ser más explosivo, venciendo en el alto del Naranco y siendo protagonista de camino a Santander el de la ONCE volvía a hacer gala de su escurridizo carácter.

A la semana de carrera, y ya con el maillot amarillo a sus espaldas, la carrera entró en la sierra castellana, en una jornada con un trazado que recordaba mucho al de la edición de 1984, donde Bernard Hinault aprovechó el terreno de media montaña para poner la carrera a su favor. En esta ocasión, iba a ser otro francés quien la pondría patas arriba.

Cuando el pelotón comenzaba la ascensión al clásico puerto de Serranillos, a falta de 80 kilómetros para la meta, Jalabert atacó llevándose a rueda a un sorprendente corredor italiano, Roberto Pistore, del equipo Polti.

Su principal rival, Abraham Olano, prácticamente sin equipo, ya que solo tenía a su fiel escudero Fernández Ginés como ayuda, trataba de que la distancia no aumentase. Pero, para su desgracia, la diferencia aumentaba y a pasos agigantados. Aquel día el ciclista de la ONCE tenía el día inspirado, y cuando ese día le llegaba, el resto de corredores podía echarse a temblar.

Pistore y Jalabert se entendieron a la perfección una vez coronado el puerto que iba a enterrar la emoción de la Vuelta a España – Serranillos -, pero el pedalear del francés era demasiado para que alguien pudiera seguirle durante toda la etapa. De modo que el italiano cedió cuando ambos comenzaban a escalar la última dificultad puntuable de la jornada – Navalmoral -, y la figura del eléctrico líder fue desapareciendo a velocidad crucero.

El resto fue un duro tira y afloja entre Abraham Olano y Laurent Jalabert por reducir o ampliar la ventaja, en la que el segundo puso de manifiesto que era el hombre más fuerte de la carrera atravesando el empedrado de las murallas de Ávila con su característico pedalear potente, y celebrando impasible, una victoria que le daría ventaja suficiente para ser el vencedor de la general.

El propio Jalabert se explicaba así en declaraciones a la prensa después de su hazaña: “Bajando Peñanegra vi que la gente iba muy tocada y decidimos que había que atacar. La idea era que primero atacase Zulle, luego Bruyneel, después Mauri, para rematar yo. Queríamos meter mucha gente adelante para luego estar más tranquilos atrás, pero mis compañeros tuvieron problemas y como yo me notaba fuerte le pedí permiso a Manolo y arranqué”.

La edición de aquel año fue de un dominio total y absoluto por parte del ciclista francés, ya que además de la exhibición con victoria en Ávila, también se adjudicó otras cuatro etapas – Alto del Naranco, Orense, Barcelona y Luz Ardiden -, para poner la guinda a ese jugoso pastel que resultó ser la temporada 1995.

Escrito por Federico Iglesia

Foto: Sirotti

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