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¿Será 2023 el año de Alex Aranburu (Movistar)?

No hace mucho tiempo en que las voces más agoreras (entre ellas, la mía) se centraban en el grave problema de la falta de relevo generacional en el ciclismo español. Como si fuera un reflejo de los males del país, la generación joven no acababa de despertar, mientras los mayores, ya a punto de la retirada, seguían copando todos los puestos destacados. Algunos veían a esta generación mayor, la de los ochenta, ejemplificada en la figura señera de Valverde, como un obstáculo para el desarrollo de los más jóvenes, aunque su inminente retirada también abocase al ciclismo español a un abismo de incertidumbres.

Todos esos malos augurios se han disipado de pronto, gracias a un ilusionante despertar de las figuras españolas más jóvenes en la pasada Vuelta a España. Ayuso y Rodríguez son ya una realidad, pero por si fuera poco, su florecimiento tuvo una prolongación muy satisfactoria con el otoño de Movistar. Con el agua al cuello, el equipo navarro no tuvo más remedio que disputar victorias que hasta el momento había ignorado, por uno de esos mantras tan especiales y caducos que han primado hasta hace poco en el ciclismo español y que minusvaloraban de forma sistemática las pruebas de un día.

Al igual que hacen algunos equipos de fútbol que deciden por fin tirar a portería después de sobar inútilmente el balón en el centro del campo, el Movistar se tuvo que sacudir de encima sus apriorismos más asentados y comenzar a disputar carreras. Serrano ganó en Gran Bretaña (un poco de rebote, todo sea dicho), García Cortina en Piemonte y finalmente Enric Mas sacó su clase a relucir en Emilia y Lombardía, regalándonos dos bonitos duelos con Pogačar, uno de ellos con victoria, nada menos. En esta resurrección navarra, con el tic-tac de la cuenta atrás en marcha, se echó algo de menos a Alex Aranburu (que es de quien vamos a hablar).

En sus inicios, Aranburu parecía un ciclista predestinado a tomar el relevo a la generación vasca de finales de los ochenta, dominada por los Izagirre, Landa y Bilbao (todavía sigue siendo así). Parecía igualmente un corredor atípico, de los que surgen solo de tanto en tanto en el panorama español, más dado a las carreras de un día y a las etapas que a la regularidad de las grandes vueltas. Sus exordios fueron ilusionantes. Pero recaló en Movistar y se frenó toda proyección. Quizá 2023 sea su año, de seguir el equipo navarro por la senda marcada en el otoño pasado (cosa que dudo).

A la espera de lo que pueda deparar una nueva temporada, centrémonos en los tres momentos clave de la trayectoria de Aranburu hasta el momento. Retrocedamos a 2019, casi a la Prehistoria, antes de la pandemia, en el año de irrupción de Pogacar y Evenepoel, en el último año de dominio claro de Ineos. En la etapa decimosegunda, con meta en Bilbao, arranca en el Alto de Arraiz una de las mejores versiones de Philippe Gilbert.

En Quick Step, el valón ha vuelto a encontrar las mejores sensaciones de su época de Lotto, aunque con unos cuantos años más. Tiene que superar las duras rampas del alto, coronar y bajar en picado hacia Bilbao. Pero dos corredores jóvenes de equipos profesionales españoles le siguen de cerca: Alex Aranburu, del Caja Rural, y Fernando Barceló, del Euskadi – Murias. Ganará el belga por solo tres segundos, con esos dos corredores jóvenes y rocosos casi pegados a la espalda. De esa forma, Aranburu conseguía por segunda vez un segundo puesto en una etapa en esa Vuelta a España, después de haberse colado en la fuga grande formada en Montserrat que se jugó la victoria en Igualada.

El segundo fogonazo de calidad de Alex Aranburu llegará en 2021, en su vuelta de casa, una Itzulia que quedará para la historia como uno de los duelos más intensos entre Roglic y Pogačar. En la etapa con meta en Sestao, Aranburu demostró su conocimiento del terreno lanzándose en picado en el descenso de La Asturiana, con tramos de cemento rayado. Al llegar a la zona asfaltada, Aranburu se deslizó con pericia por las curvas mojadas, aun cogiéndose de las manetas. Se llevó de esa forma uno de sus mejores triunfos de su carrera, después de haber conseguido un séptimo puesto en Sanremo.

A pesar de esa buena posición en la Sanremo de 2021, quizá sea más recordada en el futuro la del año pasado. En el Poggio se vio a un Tadej Pogačar desatado, que no dudó en atacar varias veces, incluso de forma demasiado impetuosa y prematura, pero por detrás, como si sujetase con seguridad las bridas de un caballo desbocado, estaba Aramburu. No sirvió de nada, porque Pogačar al final se agotó en varios ataques y finalmente todo se jugó en un descenso suicida. Pero el detalle de calidad estaba ahí. Veremos qué depara este 2023, si tendrá Aranburu espacio para crecer en un equipo que debe encontrar un recambio claro a las victorias aseguradas que aportaba año tras año Valverde.

Escrito por Ignacio Capilla

Fotos: Movistar / Getty Sport

Incluido en el nº10 de High Cycling


Leer en Yumpu – High Cycling – nº10

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