La semana de los campeonatos nacionales de ciclismo en Europa suele tener un encanto especial. Los grandes de cada país se enfrentan cara a cara en busca de un título con gran poder simbólico. Los focos ayudan también a dar visibilidad a las ciclistas que se disputan el entorchado femenino, y a los élite y sub23 que aprovechan para reivindicarse y soñar con un contrato profesional. A ello se suma esa simultaneidad de tantas pruebas al mismo tiempo que anima a comparar recorridos, perfiles de corredores, favoritos en cada federación… Cómo nos gusta apuntarnos la lista de ganadores e intentar identificar cuántos asomarán con los colores de su bandera en las siguientes carreras, especialmente el Tour de Francia. Unos podrán lucir el de CRI en el prólogo, otros el de ruta en la loca primera semana, y otros pasarán del maillot completo a la bocamanga que recuerda glorias pasadas.
Desgraciadamente, esa magia de los nacionales parece haberse diluido en estos tiempos donde lo comercial cada vez puede más con lo meramente deportivo o con el sentimiento de pertenencia a un equipo nacional. Los tiempos en los que el Tour se corría por selecciones quedan muy lejos, y los corredores se deben a sus equipos y casas comerciales que los patrocinan. Ser campeón de tu país puede hacerte más o menos ilusión, pero tampoco te garantiza mejor calendario o mejores contratos.
Este año se ha hecho patente que la mente está puesta en el Tour de Francia y en los Juegos Olímpicos, y, una vez más, corredores importantes han optado por (o les han impuesto) saltarse los campeonatos (Roglic, Valverde, Mas, Soler, Bernal, Carapaz, Kelderman…). Situación que además se agrava en la situación de la pandemia y las burbujas previas a la Grande Boucle. Incluso aquellos que han optado por dejarse ver, especialmente en las contrarrelojes, han realizado apariciones entre discretas y decepcionantes (como Pogacar, Evenepoel, Ganna o Cavagna, por citar algunos, aunque el último se resarció en la prueba en ruta). No quiere esto decir que no sean carreras bonitas y disputadas. Por ejemplo, la edición del campeonato español masculino ha sido muy bonita, con muchas alternativas y un gran vencedor como Omar Fraile, pero con poca atención mediática y en la hora del vermut dominical, por lo que solo los muy aficionados hemos estado pendientes del directo.
A veces parece incluso que a algunos equipos les causa cierta molestia que una de sus estrellas se corone como campeón nacional. Esa sensación da ver cómo buscan recursos y maneras de esconder o disimular el maillot en favor del sponsor (véanse las ocurrencias de equipos como Movistar o, más sangrante, UAE). Quedan pocos románticos capaces de dignificar el jersey de campeón como hace Marc Madiot en el Groupama-FDJ.
¿Cómo conseguir reconducir los campeonatos nacionales y otorgarles el valor que merecen? La búsqueda de alternativas debería plantear debate y seguro que las ideas encontrarían pros y contras. Es evidente que en el ciclismo actual los corredores son empleados de sus equipos y los intereses de la casa comercial prevalecerán en todo caso. Se nos ocurren algunas posibilidades a poner sobre la mesa.
Una opción sería el cambio de fechas, aunque esos juegos de números nunca alcanzan el consenso. Alejarse del Tour de Francia debería ayudar a atraer competidores, pero igual eso hace que los coja en plena concentración en altura o directamente fuera de forma.
Otra idea que podría causar polémica, pero ganaría en interés sería un modelo similar a los trials americanos del atletismo o la natación. Algo así como garantizar plaza mundialista u olímpica para el ganador o ganadora. Eso podría espolear a algunos corredores de la llamada “clase media”, y por supuesto a los más modestos (aunque estos no necesitan motivación adicional porque ya viene de serie). Sin embargo, las grandes figuras contarían con su plaza casi por nombre y galones, por lo que tampoco necesitarían buscarla en una carrera que no les da mayor incentivo.
En el caso del campeonato español, resulta preocupante que la televisión pública o en abierto no sea capaz de ofrecer ninguna prueba, especialmente la carrera sub23, por la significación que ella tiene para el futuro de nuestro ciclismo y porque al enfrentar a selecciones autonómicas alcanza un grado de interés especial. ¿Sería este un modelo exportable a las pruebas profesionales? Mucho más difícil, pero quizás interesante, porque también ayudaría a que los ciclistas isolé que van sin compañeros, puedan encontrar compañeros con los que diseñar tácticas distintas.
El modelo actual no engancha y cada vez motiva menos. En la federación deberán buscar otras maneras de enfocar sus campeonatos, trabajando con la UCI para potenciar una semana de ciclismo que podría ganar en espectacularidad y atención mediática. Ojalá lo consigan. Mientras tanto, rendiremos pleitesía a los meritorios nuevos campeones (en nuestro país Mavi García, Sara Martín, Ion Izagirre, Igor Arrieta, Eloy Teruel, Omar Fraile, Iván Cobo y Benjamí Prades). Y cómo no, estaremos muy pendientes de las nuevas maravillas y debacles del diseño de los flamantes maillots distintivos.
Escrito por: Víctor Díaz Gavito (@VictorGavito)
Fotos: @ACampoPhoto