El Giro es lo que es gracias a la tradición. Reconociendo la dificultad del mero hecho de que se pueda celebrar, en ocasiones no aprovechan ciertos elementos de la forma que quizá deberían. El mercado del Giro es la épica, la dureza, el extremo, la nostalgia por un ciclismo que no volverá, pero que se da aquí cada mes de mayo, con menos glamour o estrellas que en el Tour, pero sin duda con más pasión e intensidad. Los recursos utilizados en los últimos tiempos han tenido más que ver con la atracción de figuras que con la configuración de una carrera que permita reconocerla como lo que es: la grande más esperada cada año. Desde las trampas de media montaña, que en esta ocasión habrá bastantes, hasta una alta montaña que quita el hipo, atravesando puertos que nadie conocía o cuyo paso estaría vetado en las otras dos grandes. Esa valentía se echa en falta en los últimos tiempos.
A veces todo consiste en reubicar los elementos ya usados. Una idea que me provocaría interés sería dedicar los últimos días de carrera del Tour de Francia a los pavés del norte del país. ¿Por qué un Tour ha de decidirse en montaña o crono? ¿Por qué no buscar otro escenario para ver esas batallas? ¿Por qué el pavés debe tener un papel de mero entremés hasta que llegue la montaña? ¿Acaso no merece la pena probarlo? La leyenda de esta carrera gira en torno a los grandes puertos. Si dejamos de lado la Marmolada, este 2021 se ignoran las grandes cimas. Es algo que resta expectación. Igual que crea frustración el hecho de que en los últimos años se hayan suspendido varias de las etapas más esperadas de la década. En la mayoría de los casos ha sido la nieve, pero no siempre. El tiempo es un elemento que no se puede controlar. Pero sí que se puede reducir la devastación que pueda producir en la carrera, por ejemplo, separando las grandes cimas en el tiempo.
Otro aspecto a mejorar es incluir la alta montaña únicamente en la última semana. Si algo ha demostrado la Vuelta a España que funciona es ver a los líderes de principio a fin. Ese corte clásico del Giro puede ser combinable con algunas aperturas a la sociedad del siglo XXI, carente de atención más allá de unos minutos selectivos. Nadie habla de un sólo elemento. Pero con una llegada en alto en la primera semana o etapas realmente duras en la segunda harán que el espectador esté más enganchado al guion, aún sin saber cuál es el desenlace final. Aún así, el Giro sigue conservando alguno de sus valores perpetuos o innovadores, como lo vintage de incluir tramos de tierra. Un acierto que les distingue. Otro acierto lo bien que trabaja la organización el marketing y la forma de llegar al aficionado global de manera audiovisual.
Escrito por: Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Foto: Sirotti
Incluido en el nº3 de HC