Sonny Colbrelli se retira. La vida es muy dura. ¿Más que un adoquín? Más que un adoquín. E injusta. Y sorprendente. Hoy estás aquí, mañana… no lo sabes. Un año es tu año y al siguiente todo se acaba, la luz se apaga y cuando despiertas ya nada vuelve a ser igual. Como en un teatro de guion nefasto, sin cambio de vestuario entre acto y acto. Ganas la París-Roubaix en una edición épica, embarrada, histórica. Te conviertes en el campeón de Europa ante Remco Evenepoel, con la fuerza que sabes que el tiempo va a dar a esa foto. Te haces un nombre en el Tour de Francia, siendo el motor del Bahrain-Victorious que no terminaba de arrancar en otros menesteres. Simplemente eso, un día lo tienes todo y al día siguiente no tienes nada. El ciclismo, esa pasión tan exigente, demanda a los cuerpos de los deportistas el 300% de sus capacidades. Pues bien, las dolencias cardiacas de Colbrelli que después de hacerle vivir un auténtico Halloween aquel 21 de marzo de 2022 en el que perdió un sprint y casi la vida.
Visto así, mejor este pacto que el contrario. La vida es más que el deporte, es más que el ciclismo. Show must go on, Sonny. Aunque, como los actores y otras profesiones, ser deportista de élite, ciclista para más inri, casi te pide preferir perecer en el campo de batalla que una retirada a tiempo. Pero a veces no se puede elegir, el destino escribe sus líneas para ti mientras tú surfeas las olas que crees mejores. Recitando poesías de tus días felices y rezando para que los colores acromáticos dejen ver un día más el cielo azul. El barro de Roubaix fue una dificultad más. Cuando estás al borde del abismo, los kilómetros, el ritmo, el sufrimiento y la incertidumbre por la victoria no parecen tanto. El escalofrío que te recorre la espina dorsal mientras te haces consciente de que un pequeño detalle te hubiese cambiado de barrio debe ser más intenso que subir el Alpe d’Huez en pleno mes de julio con decenas de miles de energúmenos rellenándote la oreja con calor en ese desfile por el pasillo de los olores y los humos.

Colbrelli anuncia su prematura marcha. Si es lo mejor, sea. Un ciclista que ha sabido escalar en sentido metafórico y real. Un velocista con punta de velocidad en subidas que aprendió a sufrir, a buscar ese equilibrio mental de ser realmente una alternativa a esos grandes sprinters durante años para después convertirse precisamente en parte de esos grandes sprinters. Sueños que dan paso a otros. Dicen que todos deberíamos experimentar nuestro propio funeral para valorar más lo que es la vida, la suerte, lo que se tiene. Y lo que no y es mejor no tener. El ya ex ciclista de Bahrain-Victorious, por absoluta desgracia porque no es el mejor modo de hacerlo, tiene la oportunidad de colgar la bicicleta y recibir el cariño de sus fans, que somos todos los del ciclismo, y el aplauso de una comunidad que se asustó primero con su percance y se apenó después. Justo cuando llega la mejor época de su vida, con un maillot sobre otro por la maglia tricolor conquistada en el año dorado de su carrera ciclista. En 2021 hizo lo que soñó en 2020 y 2019, cuando subió al podio y tocó con los dedos esa preciada prenda que Sonny lució orgulloso en el Tour de Francia y que tuvo que dejar de lado por el mero éxito de su temporada.
El Europeo celebrado, además, en suelo italiano. No era su Lombardía natal, pero Trento es una región tan apasionada o más. Fue el día de los gestos de Evenepoel desde el suelo tras ser segundo. Qué final tan diferente en comparación con la segunda plaza que sufrió el transalpino en Sant Feliu de Guixols, su último día como ciclista profesional. Aprendizajes. Fue Colbrelli el protagonista de una victoria muy hermosa, la mejor de su carrera hasta ese día. Sobre el que ya era una leyenda del ciclismo sin haber hecho mucho y que tras por fin hacerlo (Lieja, Mundial y Vuelta en un año) aporta un valor incalculable a lo conseguido por el velocista. El belga lo intentó de todas las maneras posibles. No era el de 2022. Tampoco el italiano era cualquier ciclista. Venía de una racha triunfal imparable.

Racha que continuó, siguió adelante. Como cuando en un casino juegas las breves ganancias obtenidas en la ruleta para hacerte rico. Total, como malo, volverás igual al punto de partida. Así salió en Compiegne con el suelo empapado, amenaza evidente de lluvia, otoño, ganas de ‘Infierno’ después de novecientos días con el fuego apagado. Sin embargo, el horno desprendía más calor que nunca. Iba a ser una edición recordada, épica. Cada varios lustros coincide un día lluvioso con la celebración de este ‘monumento’ y 2021 iba a ser uno de esos días ‘d’. La gloria y la historia esperaban al final de 260 kilómetros de una carrera donde las vibraciones nunca son buenas (por motivos obvios). Sonny no rehuyó el guante y corrió como nunca, siendo inteligente y palpitando una carrera con muchas alternativas y que dio varios vuelcos. Escenas que parecían más de patinaje o de la Chocolate Factory de Willy Wonka y Tim Burton que ciclismo. Críticas, aplausos, épica: ciclismo, historia.
Esa puerta que la historia abrió para Sonny fue aprovechada en quizá el sprint más complicado de su vida. Remar junto a Van der Poel y después derrotarle en una de sus múltiples facetas de súper héroe no sucede todos los días. Los gritos y lloros de alegría al entrar en meta llegaron vía satélite al Lago de Garda, su hogar. Un adoquín muy duro. Duro de conseguir. Nadie iba a suponer en ese momento que un ciclista exultante y en la flor de su éxito iba a tener que tomar un año más tarde la decisión más difícil de su vida. ¿Hubiese conseguido ganar en el Tour, que era uno de sus sueños por cumplir? ¿Hubiese puesto en jaque el maillot verde de Van Aert? Bahrain habría bajado varios escalones su performance con respecto al año anterior, donde Sonny fue un baluarte y el buque insignia de un colectivo de triunfadores que en 2021 lograron cerrar un año espectacular gracias en gran medida a nuestro protagonista.

Las operaciones han hecho incompatible seguir viviendo el sueño de su vida, aunque permitirán que busque nuevos sueños en ella. Dentro del drama, bendito problema. Hay salida. La bicicleta podrá seguir en su vida, aunque en ningún caso de un modo profesional. Por desgracia, una causa, la cardiaca, que está alejando a varios deportistas célebres de su mejor versión. El más célebre, cómo no en fútbol, el del danés Christian Eriksen. El fútbol tiene condicionantes muy diferentes al ciclismo. Se celebra en un rectángulo fijo que normalmente se encuentra en las proximidades de una ciudad con instalaciones hospitalarias que son garantía de poder atender un problema de esta índole. El ciclismo es un círculo rodante. Si el episodio estalla en una ciudad como Madrid, Milán o París, por citar las capitales finales habituales de las tres grandes vueltas, hay capacidad de reacción. Si sucede en mitad del Galibier con el pelotón roto en mil pedazos y los coches de atención médica a varios cientos de metros en el mejor de los casos con la carretera taponada. De la banda a cualquier punto del terreno de juego habrá bastante menor distancia. Las velocidades son menores, el lugar diferente. Caer en hierba es siempre mejor que en un terraplén. Casos incomparables. Lo que no se puede, no se puede y además es imposible, dicen.
Sonny Colbrelli dice adiós al ciclismo profesional tras unos meses en los que ha intentado el regreso, sin éxito. Bahrain-Victorious le guardaba un huequito en su plantilla de 2023, pese a ser conscientes de que el milagro tenía que ser eso, un milagro. El ciclismo es un deporte donde un hilo muy fino separa la salud del accidente, el éxito del fracaso. Y en temas tan serios como la salud de un deportista (una persona, al fin y al cabo), tal riesgo no tiene sentido ni lugar.
Escrito por Jorge Matesanz
Foto de portada: ASO / Ballet
Buenisimo artículo