Lo clásico tuvo un tiempo de retorno a la moda en lo llamado vintage. Un término que ha venido para quedarse. Nos llenamos la boca de modernidad cuando en realidad extrañamos esos tiempos pasados, que casi siempre fueron mejores. El sterrato o las strade bianche, esas carreteras que constan como tal pero carecen de asfalto, se pusieron de moda gracias a la creación de una prueba exclusiva para rodar por ellas como es la propia Strade Bianche, nombre bastante elocuente de lo que los ciclistas se van a encontrar.
El Giro inmortalizó momentos como el Colle delle Finestre en 2005, cuya retransmisión por la RAI fue en blanco y negro. Esos detalles han ampliado la leyenda de la corsa rosa como carrera en búsqueda de la épica. Es un elemento que siempre estuvo muy presente, aunque fuese por pura necesidad, como algún tramo del Passo di Gavia sin asfaltar, aún en los años 90, épocas donde el ciclismo profesional era ya de carretera al cien por cien.
Aunque la París-Roubaix no es sino la exploración de caminos con adoquines, con más tierra que asfalto en ellos, demostrado por las imágenes de auténticos colosos vestidos en máscaras de geishas que vemos cada año que el agua hace acto de presencia. También en Francia se ha disputado desde mediados de los años ochenta una durísima carrera que combina asfalto, hierba y caminos: la Tro Bro Leon. Curiosamente, su primer ganador se apellidaba Chemin (sendero en francés). Las casualidades también existen, ¿no?
Hoy día las pruebas sin asfalto son multitud, con esa evocación a lo clásico y a las bicicletas antiguas (vintage, ¿lo ven?). Una exaltación del pasado como reivindicación de una realidad que pasó a mejor vida, al igual que las barbas han jubilado los rostros afeitados. Al igual que éstos hicieron pasar a mejor vida los bigotes recios y poblados. Pero volverán, todo vuelve. Los pantalones de campana y las cinturas elevadas son clara prueba de ello.
Es más, incluso en un territorio tan conservador en lo ciclista profesional como es España ha llegado la fiebre del sterrato. La carrera de nueva creación de Jaén tiene en el terreno sin asfaltar su mayor atractivo. Veremos qué aceptación tiene y si la fortuna les acompaña por haberse hecho coincidir con las pruebas del febrero pretemporada, que suelen tener una buena participación por contar con la mayoría de los equipos instalados en la costa mediterránea desde principios de año. Este tipo de clásicas necesitan de continuidad y constancia. Si saben explotar su potencial, además de un terreno plagado de belleza y buen tiempo en meses de invierno, puede tener bastante recorrido.
Una interesante tendencia a la que se sumó hace no tanto la París-Tours, que con sus pasos entre viñedos le han dado un serio retoque a la carrera, que ya no es una evidente competición condenada a resolverse al sprint. Lo bueno de la tierra (sterrato) es que el pelotón bucea en terreno de misterio, donde la mayoría se siente pez fuera del agua. En esa imprevisibilidad está la belleza, el saber que el destino se escribe a cada pedalada y que no hay garantía de que la siguiente se produzca de la misma forma ni en el mismo lugar. Ni siquiera que se vaya a producir.
Escrito por Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Foto: ASO / Gautier Demouveaux