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Tadej Pogačar, ¿el ciclista del espectáculo o del tedio?

Vaya por delante que para mí Tadej Pogačar es el prototipo de ciclista por el que te sientas a ver una carrera. Es un motivo más que justificado para modificar tu agenda del día a día y aprovechar su presencia para dedicarle unos minutos al ciclismo en directo. El ciclista del UAE de ‘Matxin‘ es un momento histórico en sí mismo, una especie de holograma de la ambición de Eddy Merckx recuperado del pasado en combinación con los ramalazos de locura de Evenepoel, el ciclista del futuro y belga para más señas. Cuando toca una exhibición es prácticamente imparable, los rivales parecen juveniles a su lado. Y no es por desmerecerles, que son parte de la élite del ciclismo internacional. Pero no se están enfrentando a ciclista normal, sino a un corredor que si nada se tuerce va a trascender a su generación.

Ya es un corredor histórico, ya está infiltrándose en las clasificaciones de mejores ciclistas de todos los tiempos a tenor de criterios objetivos como puntos logrados en carrera. Está sentado en esa mesa esperando a que las carreras y el tiempo le vayan haciendo flotar más y más, hasta donde sea capaz de llegar, con la salvedad de haber logrado posicionarse en apenas cuatro años de carrera al máximo nivel, peleando codo con codo ante pedazos de la historia ciclista que se desarrollaron durante diez o doce años. Superando a muchos en clara desventaja.

Lo mejor es que no se tiene constancia de Pogačar como un ciclista dominador de su época. O al menos no tanto como se pensaba de sus predecesores en esa consideración, mucho más tiránicos sobre el resto de los rivales. El esloveno está coincidiendo con una generación de fueras de serie que de no haber existido el resto bien podrían haberse erigido ellos como centralizadores de toda la atención mediática. Y ahí es donde viene un tanto el pequeño pero al corredor del UAE. Sus gestas son magníficas, sus victorias una muestra en primer lugar de respeto hacia sus rivales, en segundo una muestra de ambición, de vivir intensamente y de amasar un palmarés que ya ha alcanzado las 50 victorias y cuya intención es de llevarlo hasta el infinito y más allá, hasta donde se pueda.

Ante tales intenciones y tales condiciones, en cuanto un miembro de este magnífico grupo de ciclistas coincidentes en el tiempo se encuentra solo ante el resto de rivales, la superioridad suele ser tal que lo que era un ciclismo híper divertido y una lucha de muchos quilates se convierte en tedio, previsibilidad y aburrimiento. Un concepto coincidente con el de algunos organizadores, que desean fervientemente que sus carreras se decidan en la última línea de meta de forma obsesiva y a cualquier precio. Sino, no vale. Que un ciclista machaque y sea muy superior durante 40-50 kilómetros contrasta con el ciclismo control que antaño vivimos, con ciclistas que no buscaban ganar, sino ubicarse en buenas posiciones para acumular fama y futuros contratos.

Eso parece haber perdido fuerza entre los candidatos a las victorias, contagiados por el espíritu y ambición de estos súper talentos. Un ciclista de este estilo, tan superior a sus competidores en ciertas carreras, no tendría por qué gastar un gramo de fuerza de más en espera de objetivos más importantes para él y sus patrocinadores. Pienso en Tadej y el Tour de Francia y en la recientemente finalizada Vuelta a Andalucía donde tanto él como su equipo se han paseado. También en la Clásica de Jaén Paraíso Interior que ha ayudado a relanzar definitivamente en el panorama internacional. Con una arrancada en los kilómetros finales, el esloveno tendría asegurada la victoria. Siendo tan superior, le daría hasta para dar ventaja a sus competidores y aún así ganarles.

Pero no. Elige el camino de la épica, de tener una foto preciosa en la manera de ganar. Elige el ataque de larga distancia, en el que dejar fuera de juego a sus rivales por más de una hora de competición, la última de las etapas o clásicas que dispute en este formato. Un modelo similar al que emplea Remco Evenepoel en algunos casos, donde sabe que con un estacazo tan lejano, entre que los ritmos de los rivales saben que no darán para darle alcance por pura matemática de vatios y predicción numérica. Es la cara más amable de la aplicación de la tecnología al ciclismo, donde quienes tienen ese tipo de datos pueden perfectamente predecir qué va a suceder si no median agentes tan imprevisibles como las caídas o los desfallecimientos.

Así que a Tadej hay que agradecerle por practicar ese ciclismo que busca el espectáculo, romper las hostilidades y poner las cartas sobre la mesa muy lejos de la línea de meta. También sabe jugar a ese otro ciclismo de resistir y dar el estacazo al final, como bien ha hecho en las últimas etapas. Sin prisioneros, sin piedad. Dando mérito y dimensión a lo que intentan y consiguen los demás, que por el momento no es demasiado. Aunque ya el hecho de plantarle cara como ha hecho Enric Mas en la Ruta del Sol es un gran paso para el autoestima de un ciclista que teóricamente está un escalón por debajo. Escalón que poco a poco debería tender a ir disminuyendo.

Hay algunas corrientes de opinión que hemos vivido en redes sociales afirmando que el ciclismo con Pogačar es aburrido y tienen su parte de razón. Poca gente que no sea realmente aficionada al cine se sienta a ver una película cuyo final es conocido de antemano. Tiene más tirón el giro del guion, el viraje repentino de los acontecimientos. La progresión lineal y constante en deporte agrada únicamente a los muy aficionados. Por ello huyen de ello los organizadores. Por ello hay gente a la que estas exhibiciones de Tadej le resultan aburridas.

Tan aburridas como debió ser el dominio de Merckx, que pese a los intentos de Fuente y Ocaña no consiguió patinar en los momentos clave de su carrera. Por eso fue Merckx. ¿Alguien se atrevería a decir que aquel ciclismo no era atractivo o divertido aún sabiendo que el belga iba a arrasarles a todos sin compasión? Cuando Induráin o Contador arrasaban en sus respectivas victorias era una oda al ciclismo de ataque. Luego cada uno puede añadirle la letra pequeña que desee, pero está claro que Tadej Pogačar tiene todo el derecho a ser recibido como un gran campeón y un espectáculo a pedales. Porque lo es. ¿Por qué unos sí y otros no? Pregunto.

Escrito por Jorge Matesanz

Fotos: Vuelta Andalucía – Deporinter / Foto de portada: Sprint Cycling Agency

2 Respuestas

  1. Buenos días Jorge y muy acertada tu reflexión.

    Yo que no vi correr al “Caníbal” ya empiezo a ponerme en la piel de los que lo sufrieron. Yo me decanto por “el ciclista del tedio”, sin dejar de reconocer que es, en estos momentos, para mi, el mejor ciclista del mundo.

    Un abrazo fuerte a ti y a todos los que te leen.

    Juan Manuel

  2. Cuando por el simple hecho de participar un ciclista en una carrera sabes que va a pasar algo, siempre hay que estar de su lado. Siempre. He visto el ciclismo de “ahorro”, previsible, las Milàn-San Remo monopolitzada por sprinters… No hay color, la generación de ciclistas actuales nos lo ponen muy difícil a la hora de conciliar nuestra vida diaria con el visionado de carreras. Bendita locura, como dirían Vetusta Morla, “bendita locura la nuestra”.

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